martes, 19 de marzo de 2024

GILLES, «EL CURA DE LA AUTOCARAVANA»: VA EN SU «BESTIA» POR LOS PUEBLOS PARA ACOMPAÑAR A LOS FIELES

 VIVE EN EL CENTRO DE FRANCIA Y CADA SEMANA VISITA ALGUNOS DE LOS 27 PUEBLOS DE SU PARROQUIA

"No creo en una Iglesia muerta, sino en una Iglesia que renace, y para eso hay que tender la mano a la gente. Esperar a que vengan a misa ya no es suficiente", dice Gilles.

El padre Gilles Rousselet nació en Estados Unidos, aunque reside en Francia desde muy pequeño, y, cada viernes, desde hace dos años, acompañado de unos pocos feligreses, organiza viajes semanales en su autocaravana a lo largo del territorio de su extensa parroquia rural de Saint Jean en Lomousin, en la diócesis de Limoges (centro de Francia).

Su misión no es otra que poder afianzar el vínculo entre la Iglesia y una población envejecida y especialmente alejada. Una respuesta al llamado del Papa Francisco de ir a las periferias. El portal LaVie cuenta la interesante historia de este cura "campista". 

"LA BESTIA" DE LOS AÑOS 90

Nadie recuerda la última vez que sonaron las campanas en Bosmoreau les Mines. En este pequeño pueblo del oeste de Creuse (Francia), la fachada de piedra de la iglesia Décollation de Saint Jean Baptiste está decorada con unas curiosas plantas trepadoras.

El padre Gilles Rousselet, con una amplia sonrisa, sale del edificio y comenta: "¡Ahí tienes! ¡Os presento a la bestia!", y señala la caravana Fiat de los años 90 que tiene aparcada justo enfrente. Por el estado del vehículo, ya se pueden imaginar las decenas de miles de kilómetros recorridos por las carreteras.

Aun así, la máquina todavía tiene energía para hacer un viaje semanal a los alrededores. "Es lo que llamamos 'el camping del corazón', la autocaravana fue un regalo de mis antiguos feligreses de Loiret", dice el sacerdote.

Rousselet llegó a la parroquia con su "súpercoche" hace apenas dos años. "Al elegir una diócesis como ésta, en un territorio tan descristianizado, tenía la idea de ir a la periferia, como nos invita a hacer el Papa Francisco. No creo en una Iglesia muerta, sino en una Iglesia que renace, y para eso hay que tender la mano a la gente. Esperar a que vengan a misa ya no es suficiente", comenta. 

Cada viernes, el sacerdote, acompañado de algunos fieles, recorre parte de los 27 municipios de su parroquia de sólo 9.000 habitantes. Después de un tiempo de oración, comienza la visita pastoral puerta a puerta. "A veces un tramo de calle nos lleva toda una tarde. Vivimos momentos divertidos", ríe Marie-Anne, de 55 años, asistente pastoral.

En Bosmoreau, sin embargo, muchas casas mantienen sus contraventanas cerradas. "Somos apenas 200 habitantes durante todo el año... bueno, un poco más, si contamos las vacas", bromea el alcalde, ocupado entre facturas cuando el grupo viene a recibirlo.

La mayoría de los residentes son jubilados. Se llaman a sí mismos "salvajes", aunque suelen abrir siempre sus puertas a estos seis extraños para charlar. "No esperaba ver tanta gente hoy", se sorprende Keloc, ofreciéndoles refugio para la lluvia. Dos reglas rigen las reuniones: no negarse a entrar si son invitados y no limitar el tiempo del intercambio.

La visita en casa de este bretón dura una media hora, mientras la televisión suena de fondo. Tiene muchas ganas de hablar pero no de fe ni de Dios. "No tengo nada en contra pero no creo en ello. No es para mí", agita la mano, prefiriendo hablar de su nieta a la que ve raramente o de su perro que gruñe a sus pies.  

Las conversaciones giran en torno a la vida del pueblo, problemas de salud, recuerdos de juventud y cuando se trata de religión, los no creyentes mencionan las guerras o los escándalos en la Iglesia. "Algunas cosas son difíciles de escuchar. A veces no nos sentimos comprendidos y quisiéramos decirles que no es sólo eso. Pero, escuchamos su historia y tratamos de hacerles entender que nos preocupamos por ellos", dice la feligresa Béata.

Cada viernes, el sacerdote, acompañado de algunos fieles, recorre parte de los 27 municipios de su parroquia de sólo 9.000 habitantes.

La primera vez, algunos vecinos dejaban sonar el timbre de casa hasta que estos singulares visitantes se habían marchado. Pero, poco a poco, los miembros del "camping-heart" acaban siendo invitados a tomar el té. "¿Qué hace usted?, ¿está caminando?", les grita el vecino Hervé desde detrás de la valla y con su camiseta del maestro Yoda.

"¡Vuelve cuando quieras!", concluye el hombre, aconsejándoles que vayan a ver a su vecina Zara. La escocesa de 69 años preside la Asociación Internacional de Mujeres Motociclistas. En un inglés vacilante, el padre Gilles pide probar su imponente vehículo de dos ruedas, un momento que los feligreses aprovechan para captar con sus iphones.

"Estos encuentros nos nutren profundamente. Cuando volvemos a pasar por sus casas, pensamos en ellos. Nos decimos: 'Oye, ya está, Suzanne debe estar en casa', dice Marie-Anne, que lleva en un pequeño libro la cuenta de todas las salidas. Ella anota meticulosamente los nombres por quienes el grupo rezará durante la misa.

En la página del 4 de mayo de 2023: "Por Julie, que regresó de urgencias", "Bobie, ex okupa, que encontró trabajo" o "Hugues, afectado por un cáncer de garganta".

En noviembre de 2021, Christian fue el primer feligrés que siguió al sacerdote en esta aventura. "Al principio me resistí, pero ahora ya no me veo sin esta misión", dice este jubilado de 67 años.

Gilles Rousselet nació en Estados Unidos, pero pronto se mudó a Francia con su padre, que era soldado. "Antes de mi vocación al sacerdocio, ayudé a drogadictos durante varios años. Gracias a esto, me enfrenté a dos realidades: la búsqueda del sentido de la vida y el respeto por la dignidad humana, para las que Dios podía ser la respuesta. Fue una experiencia fundamental para mí", comenta.

Ordenado sacerdote a la edad de 33 años, Gilles eligió unirse a la Congregación de Jesús y María hace justo ahora 30 años. A los 60 años, después de haber sido párroco en París, Orleans, Nièvre e incluso Bretaña, el sacerdote es director del centro espiritual Notre Dame du Moulin de Creuse, que sigue siendo su principal misión.

"Con este proyecto del 'camping corazón' quería ayudar a la parroquia de Bourganeuf ya que no tenía un sacerdote residente desde hacía dos años. Buscaba dedicar medio día a la semana para encontrarme con la gente, especialmente con los laicos. Al principio tenía miedo, pero esta experiencia cada día me transforma y entusiasma... Aunque todavía no sabemos cuán fructífera será esta aventura, ya que siempre se necesita tiempo para cultivar semillas", comenta.

Los sacerdotes de la Congregación de Jesús y María, llamados eudistas, a los que pertenece Rousselet, son fieles al carisma de San Juan Eudes (1601-1680), que buscaba "formar buenos trabajadores del Evangelio y discípulos misioneros". Presentes en ocho comunidades de Francia, son acompañados por laicos en todas sus misiones. 

Jesús M.C.

lunes, 18 de marzo de 2024

1ª OBRA ESPIRITUAL: DAR CONSEJO AL QUE LO NECESITA (2)

En efecto, hay asuntos que tardan en resolverse, llevan mucho tiempo, pero el Señor siempre nos da la fortaleza que necesitamos para afrontarlos y la sabiduría para resolverlos.

Por: Mons. José Rafael Palma Capetillo | Fuente: Semanario Alégrate

EL DON DE CONSEJO

Entre los siete dones del Espíritu Santo se encuentra el don de consejo, que significa de manera particular la capacidad de pedir recomendaciones y también ofrecerlas, cuando se necesitan y también de darlas cuando son requeridas. El famoso adagio –en sentido positivo– que dice: “El que oye consejo, llega a viejo”, se refiere a la actitud de escucha, humilde y confiada, para aprender a vivir y cumplir la voluntad de Dios en todo momento y adquirir el don de la sabiduría para requerir y ofrecer consejo cuando se precisa. “El don de consejo es un hábito sobrenatural por el cual la persona humana, bajo la inspiración del Espíritu Santo, decide rectamente, en los casos particulares, lo que conviene hacer en orden al fin último sobrenatural” (cf Antonio ROYO MARÍN, El grande desconocido, 154).

Se dice, con toda razón, que los principales y mejores ‘consejeros’ son nuestros padres, hermanos, abuelos y cada uno de los familiares más cercanos, y generalmente lo son también algunos de nuestros amigos. Sin embargo, en realidad el primer consejero es Dios, que por la acción del Santo Espíritu se dirige a nuestra conciencia y nos señala el camino del bien, la verdad y el amor, que estamos llamados a seguir toda la vida, siempre y en cualquier lugar. Sabemos cuán importante es, en los momentos más serios y delicados, poder contar con las indicaciones de personas sabias, que nos conocen y aprecian, y saben cómo decirnos la verdad sin rodeos. Ahora, a través del don de consejo, es Dios mismo, con su Espíritu, quien ilumina nuestro corazón, de tal forma que nos hace advertir el modo justo de hablar, de comportarnos y de seguir el camino de la salvación (cf Papa FRANCISCO, Audiencia general, 7 mayo 2014).

Es difícil a veces conciliar la suavidad con la firmeza, la necesidad de guardar un secreto sin faltar a la verdad, la vida interior con el apostolado, el cariño afectuoso con la castidad más exquisita, ‘la prudencia de la serpiente con la sencillez de la paloma’ (Mt 10,16). Para tal conciliación se requiere la intervención del Espíritu Santo con el don de consejo (cf Antonio ROYO MARÍN, El grande desconocido, 156). En otras palabras, el don de consejo significa equilibrio o armonía.

Aunque está de sobra decir que debemos dar y ofrecer ‘buenos’ consejos, vale la pena señalarlos así, porque hay personas entrometidas o con mala voluntad, que en lugar de aconsejarnos nos instigan al mal, nos ofrecen ‘recomendaciones’, con frecuencia llenas de rencor o espíritu de venganza; sucede que, en lugar de iluminarnos y dejarnos obrar con una conciencia recta, vigilante y fiel, nos conducen al mal (como en la parábola del trigo y la cizaña, cf Mt 13,24-43. Por eso debemos fijarnos bien a quién le pedimos consejo y a quién le hacemos caso, porque ante todo debemos escuchar la voz de Dios en nuestro corazón, que es luz y paz.

El don de consejo “no significa solamente recibir consejos, sino sobre todo saber discernir los caminos, orientar y escuchar, animarse a sí mismo y a otros, en fin, saber despertar fe y esperanza” (José Carlos PERIERA, Los siete dones del Espíritu, 33). Como todos los demás dones del Espíritu divino, también el de consejo constituye un tesoro para toda la comunidad cristiana. El Señor nos habla desde luego en su palabra, en la intimidad del corazón, como también se dirige a nosotros a través de la voz y el testimonio de los hermanos. Es verdaderamente un don grande poder encontrar hombres y mujeres de fe que, principalmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida, nos ayudan a alumbrar nuestro corazón y a reconocer la voluntad de Dios hasta en los más pequeños detalles (Papa FRANCISCO, Audiencia general, 7 mayo 2014).

El don de pedir o dar un consejo consiste en escuchar o hablar, según corresponda, y permitir que cada persona encuentre la solución adecuada o el alivio que necesita. Sería un grave error imaginarse que el consejero tiene la obligación de resolver todos los problemas que se le plantean y atender cada una de las necesidades. En realidad, al recibir un consejo encontramos algunas pistas de solución, o aprendemos a contemplar nuestra realidad con más sentido objetivo y amplio, podemos tener una mirada más optimista y constructiva de lo que estamos pasando. Prácticamente el buen consejo llega por la acción del Santo Espíritu, cuando el que pide la recomendación abre confiadamente su corazón en el nombre de Dios y se deja iluminar, consolar, sanar y liberar con su gracia. El Salmo 16 nos invita a rezar con estas palabras: “Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré” (Sal 16,7- 8). Que el Espíritu infunda siempre en nuestro corazón esta certeza que tanto bien espiritual otorga a todos, y nos colme de su consolación y de su paz. Pidan siempre a Dios el don de consejo con fe, humildad y confianza

En efecto, hay asuntos que tardan en resolverse, llevan mucho tiempo, pero el Señor siempre nos da la fortaleza que necesitamos para afrontarlos y la sabiduría para resolverlos.

JOVEN SATÁNICA ASESINA A SUS PROPIOS PADRES

 Polonia: joven satánica asesina a sus propios padres En redes sociales, donde era conocida como Lilith, compartía imágenes y mensajes relacionados con el «príncipe de las tinieblas», lo que ha alimentado el debate sobre la influencia de estas plataformas y las prácticas ocultistas en la sociedad contemporánea.

MARZO 16, 2024 00:19REDACCIÓN ZENITJÓVENES WhatsAppMessengerFacebookTwitterCompartir Share this Entry (ZENIT Noticias / Ostroda, 16.03.2024).-

El impactante crimen de Klaudia «W», quien se autodenomina la «Muñeca de Satanás», ha conmocionado a la opinión pública en Polonia. La joven de 27 años ha sido detenida por el brutal asesinato de sus propios padres, Adam «W», de 57 años, y Dorota «W», de 49, a quienes atacó con un machete en un episodio que ha dejado a la comunidad consternada y aterrada. El escalofriante suceso fue descubierto por las autoridades locales luego de que encontraran los cuerpos mutilados en la residencia de la familia. Según las investigaciones, Klaudia habría emboscado a sus padres en el baño antes de llevar a cabo el violento ataque y posteriormente intentar ocultar su horrendo crimen prendiendo fuego a la escena del crimen. Tras el macabro hallazgo, la policía emprendió la búsqueda de la joven, quien finalmente fue capturada por una patrulla policial en el distrito de Ostroda. Aunque se encontraba en un estado de aparente calma y sobriedad al momento de su detención, el comportamiento anteriormente extraño y las presuntas inclinaciones hacia el ocultismo de Klaudia han despertado interrogantes sobre los motivos detrás de este acto monstruoso. Vecinos de la joven homicida han compartido testimonios sobre su peculiar conducta, señalando su adoración por el satanismo y su autodenominación como la «Muñeca de Satanás». En redes sociales, donde era conocida como Lilith, compartía imágenes y mensajes relacionados con el «príncipe de las tinieblas», lo que ha alimentado el debate sobre la influencia de estas plataformas y las prácticas ocultistas en la sociedad contemporánea. Ahora, Klaudia enfrenta la posibilidad de una condena perpetua por este horrendo crimen, mientras la comunidad intenta comprender cómo una joven podría cometer un acto tan atroz contra sus propios padres. 

Este trágico suceso ha dejado a la ciudadanía polaca en estado de shock y ha generado un profundo cuestionamiento sobre la influencia de la oscuridad en la mente de los jóvenes y el papel de la sociedad en la prevención de tales tragedias.

EL PECADO, LA CULPA Y EL ARREPENTIMIENTO

La falta de arrepentimiento nos mantiene sometidos bajo el pecado, estancados, sin posibilidad de progreso ni felicidad, pues el pecado trae tristeza, conflicto, destrucción y muerte a nuestra vida

Por: Maleni Grider | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico

Hay pecados de omisión y pecados de comisión. Los primeros son aquellos en los que no hacemos lo que sabemos que debemos hacer, es decir, cuando no hacemos lo bueno, sabiendo que Dios quiere que lo hagamos. Un ejemplo claro de esto lo vemos en la parábola de Mateo 25:31-46, donde los cabritos son separados de las ovejas porque no dieron de beber, comer o vestir a los necesitados ni los visitaron cuando estaban enfermos o en la cárcel. Otros pecados de omisión pueden ser: no asistir a la Iglesia, no orar, no leer la Palabra de Dios, no cuidar de nuestra familia, no cumplir con nuestras obligaciones ciudadanas, no cuidar nuestro cuerpo, etcétera.

Los segundos son aquellos en los que violamos la ley deliberadamente, como mentir, robar, engañar a nuestro cónyuge, dañar a otras personas, alcoholizarnos, usar drogas, acciones sexuales ilícitas, etcétera. En ambos casos, justificar nuestro pecado es no reconocerlo, y si no lo reconocemos no llegamos al arrepentimiento.

La falta de arrepentimiento nos mantiene sometidos bajo el pecado, estancados, sin posibilidad de progreso ni felicidad, pues el pecado trae tristeza, conflicto, destrucción y muerte a nuestra vida. Si no nos arrepentimos, no podemos ser perdonados. El verdadero arrepentimiento usualmente trae dolor, y en ocasiones es muy doloroso.

Por otra parte, todo pecado trae culpa a nuestra vida, a través de la conciencia. Hoy en día muchas corrientes afirman que la culpa es destructiva y no debemos sentirnos culpables ni arrepentirnos de nada de lo que hayamos hecho, sino “sólo aprender de nuestros errores”. La Biblia enseña otra cosa. Ésta llama pecado a todo lo que no agrada a Dios y nos daña, o daña a otros.

La culpa es la consecuencia inmediata del pecado, y no podemos librarnos de ella sino hasta arrepentirnos y confesar nuestro pecado. Entonces podemos alcanzar perdón, redención, y la oportunidad de transformar nuestra vida para empezar a hacer las decisiones correctas. La culpa es el foco rojo, el indicador de que algo no anda bien y de que debemos detenernos a reflexionar.

La culpa puede ser destructiva, sí, pero sólo si no nos arrepentimos y continuamos con el mismo comportamiento, o si no somos capaces de reconocer el error a cabalidad y no intentamos mejorar fervientemente y con un corazón sincero. La culpa puede ser destructiva sólo si no recibimos el perdón, ya sea porque no queremos perdonarnos a nosotros mismos, o porque no creemos que Dios pueda perdonarnos.

Tanto el pecado de omisión como el pecado de comisión son igual de graves. Ambos nos separan de Dios y nos conducen a la muerte espiritual. El progreso espiritual y la liberación sólo vienen cuando hay arrepentimiento. La felicidad huye cuando vivimos en pecado. La felicidad proviene de la santidad, de acuerdo a la Palabra de Dios. Por eso Cristo nos dijo: “Sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo”. (Mateo 5:48.)

El apóstol Pablo habla claramente de su doble tendencia: por un lado, para hacer lo que no quiere, pues sabe que no es lo que debe hacer –pecado de comisión–, y por otro, para no hacer lo que quiere y debe hacer –pecado de omisión–, sino lo que no quiere. (Romanos 17:14-20.)

De igual manera, nosotros nos debatimos entre lo que debemos y no debemos hacer. Nuestros deseos nos impulsan hacia el pecado de manera constante. La culpa y la frustración siguen al pecado. El arrepentimiento es la clave para liberarnos del mismo, y el perdón es lo único que puede otorgarnos la libertad, pues es la Ley la que nos condena, pero es la gracia de Dios la que nos redime.

¿QUIÉN ES CRISTO PARA MI?

Miércoles cuarta semana de Cuaresma. La conversión cristiana pasa primero por la experiencia de Cristo.

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

La dimensión interior del hombre debe ser buscada insistentemente en nuestra vida. En esta reflexión veremos algunos de los efectos que debe tener esta dimensión interior en nosotros. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión; todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el corazón a nuestro Señor.

¿Qué consecuencias tiene esta conversión en nosotros? En una catequesis el Papa hablaba de tres dimensiones que tiene que tener la conversión: la conversión a la verdad, la conversión a la santidad y la conversión a la reconciliación.

¿Qué significa convertirme a la verdad? Evidentemente que a la primera verdad a la que tengo que convertirme es a la verdad de mí mismo; es decir, ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy en este mundo? Pero, al mismo tiempo, la conversión a la verdad es también una apertura a esa verdad que es Dios nuestro Señor, a la verdad de Cristo.

Convertirme a Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A veces podemos hacer del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma de vida, y entonces se escuchan expresiones como: “el concepto cristiano”, “la doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la ideología cristiana”, como si eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no estuviese al servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y cada mujer tienen que hacer de Cristo.

Lo fundamental del cristianismo es la experiencia que el hombre y la mujer hacen de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Qué experiencia tengo yo de Jesucristo? A lo mejor podría decir que ninguna, y qué tremendo sería que me supiese todo el catecismo pero que no tuviese experiencia de Jesucristo. Estrictamente hablando no existe una ideología cristiana, es como si dijésemos que existe una ideología de cada uno de nosotros. Existe la persona con sus ideas, pero no existe una ideología de una persona. Lo más que se puede hacer de cada uno de nosotros es una experiencia que, evidentemente como personas humanas, conlleva unas exigencias de tipo moral y humano que nacen de la experiencia. Si yo no parto de la reflexión sobre mi experiencia de una persona, es muy difícil que yo sea capaz de aplicar teorías sobre esa persona.

¿Es Cristo para mí una doctrina o es alguien vivo? ¿Es alguien vivo que me exige, o es simplemente una serie de preguntas de catecismo? La importancia que tiene para el hombre y la mujer la persona de Cristo no tiene límites. Cuando uno tuvo una experiencia con una persona, se da cuenta, de que constantemente se abren nuevos campos, nuevos terrenos que antes nadie había pisado, y cuando llega la muerte y dejamos de tener la experiencia cotidiana con esa persona, nos damos cuenta de que su presencia era lo que más llenaba mi vida.

Convertirme a Cristo significa hacer a Cristo alguien presente en mi existencia. Esa experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas partes de mi vida? Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta de que quizá yo no estoy siendo todo lo cristiano que debería ser. Convertirme a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle y hacerle presente en cada minuto.

Hay una segunda dimensión de esta conversión: la conversión a la santidad. Dice el Papa, “Toda la vida debe estar dedicada al perfeccionamiento espiritual. En Cuaresma, sin embargo, es más notable la exigencia de pasar de una situación de indiferencia y lejanía a una práctica religiosa más convencida; de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo; de una manifestación tímida de la fe al testimonio abierto y valiente del propio credo.” ¡Qué interesante descripción del Santo Padre! En la primera frase habla a todos los cristianos, no a monjes ni a sacerdotes. ¿Soy realmente una persona que tiende hacia la perfección espiritual? ¿Cuál es mi intención hacia la visión cristiana de la virtud de la humildad, de la caridad, de la sencillez de corazón, o en la lucha contra la pereza y vanidad?

El Papa pinta unos trazos de lo que es un santo, dice: “El santo no es ni el indiferente, ni el lejano, ni el mediocre, ni el tibio, ni el tímido”. Si no eres lejano, mediocre, tímido, tibio, entonces tienes que ser santo. Elige: o eres esos adjetivos, o eres santo. Y no olvidemos que el santo es el hombre completo, la mujer completa; el hombre o la mujer que es convencido, profundo, abierto y valiente.

Evidentemente la dimensión fundamental es poner mi vida delante de Dios para ser convencido delante de Dios, para ser profundo delante de Dios, para ser abierto y valiente delante de Dios.

Podría ser que en mi vida este esfuerzo por la santidad no fuese un esfuerzo real, y esto sucede cuando queremos ser veleidosamente santos. Una persona veleidosa es aquella que tiene un grandísimo defecto de voluntad. El veleidoso es aquella persona que, queriendo el bien y viéndolo, no pone los medios. Veo el bien y me digo: ¡qué hermoso es ser santo!, pero como para ser santo hay que ser convencido, profundo, abierto y valiente, pues nos quedamos con los sueños, y como los sueños..., sueños son.

¿Realmente quiero ser santo, y por eso mi vida cristiana es una vida convencida, y por lo mismo procuro formarme para convencerme en mi formación cristiana a nivel moral, a nivel doctrinal? ¡Cuántas veces nuestra formación cristiana es una formación ciega, no formada, no convencida! ¿Nos damos cuenta de que muchos de los problemas que tenemos son por ignorancia? ¿Es mi cristianismo profundo, abierto y valiente en el testimonio?

Hay una tercera dimensión de esta conversión: la dimensión de la reconciliación. De aquí brota y se empapa la tercera conversión a la que nos invita la Cuaresma. El Papa dice que todos somos conscientes de la urgencia de esta invitación a considerar los acontecimientos dolorosos que está sufriendo la humanidad: “Reconciliarse con Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo. Queremos la paz, reconciliémonos con Dios”.

La primera injusticia que se comete no es la injusticia del hombre para con el hombre, sino la injusticia del hombre para con Dios. ¿Cuál es la primera injusticia que aparece en la Biblia? El pecado original. ¿Y del pecado de Adán y Eva qué pecado nace? El segundo pecado, el pecado de Caín contra Abel. Del pecado del hombre contra Dios nace el pecado del hombre contra el hombre. No existe ningún pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo. Si queremos transformar la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón. ¿Mis criterios son del Evangelio? ¿Mis comportamientos son del Evangelio? ¿Mi vida familiar, conyugal, social y apostólica se apega al Evangelio?
Ésta es la verdadera santidad, que sólo la consiguen las personas que realmente han hecho en su existencia la experiencia de Cristo. Personas que buscan y anhelan la experiencia de Cristo, y que no ponen excusas para no hacerla. No es excusa para no hacer la experiencia de Cristo el propio carácter, ni las propias obligaciones, ni la propia salud, porque si en estos aspectos de mi vida no sé hacer la experiencia de Cristo, no estoy siendo cristiano.

Cuaresma es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es cristiana.

Reflexionen sobre esto, saquen compromisos y busquen ardientemente esa experiencia, esa santidad y ese compromiso apostólico; nunca digan no a Cristo en su vida, nunca se pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el día en que lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres, tímidas. En definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no estarán siendo cristianos.

P. Cipriano Sánchez LC

NADA TEMO, SEÑOR, PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO

Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

P. Cipriano Sánchez LC

ENSEÑANZAS DE SAN JOSÉ

Este hombre que acunó amorosamente a Jesús desde su nacimiento fue engalanado de virtudes grandes.

Por: María Teresa González Maciel | Fuente: Catholic.net

San José es creado por Dios Padre y al mismo tiempo es padre adoptivo de Dios Hijo. Es el Hombre justo (hombre en quien Dios se complace). Elegido para participar en el misterio divino de la redención.

 A José. Debido a la trascendencia de su misión. Dios le otorga virtudes teologales y humanas muy especiales. Desposado con María, la llena de gracia. Es al mismo tiempo padre legal de Jesucristo, quien es la fuente de toda gracia. Lo que se puede señalar de él son sólo pinceladas de su grandeza humana.

Este hombre que acunó amorosamente a Jesús desde su nacimiento, y siguió cuidadosamente sus pasos, forjando a su hijo en la fe y los valores, fue engalanado de virtudes grandes.


 Algunas de sus enseñanzas:

• Hombre de silencio y de oración. Permanece en diálogo constante con su Creador.

• Hombre obediente, dispuesto a cambiar su voluntad y sujetarse a los planes divinos. Cumple los mandatos de Dios sin importar el cansancio, el esfuerzo.

• Hombre lleno de amor, compasión y misericordia. A pesar de su dolor al no entender la maternidad de María, busca proteger su honra, su vida y la del niño. Piensa repudiarla en secreto.

• Hombre trabajador, protector, honesto. Vive del trabajo de sus manos con lo que sostiene a su esposa y a su hijo.

• Formador. Consciente de su misión enseña a su hijo la fe, la oración, las virtudes teologales y humanas. Además de su oficio de carpintero.

• Hombre sencillo y humilde. No busca protagonismos. Apenas aparece en momentos claves. Es del linaje de David, desposado con María, se le aparece un ángel en sueños para decirle que no tema recibir por esposa a María porque lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Más adelante para salvar al Niño Jesús, el ángel en sueños le ordena huir a Egipto, se le menciona en la presentación del niño en el templo, también cuando se dice que Jesús es hijo de José el carpintero.

• Hombre de paz. Participa en el misterio, se asombra, lo contempla, lo medita. Y como María lo acepta con gozo y gran paz en su corazón.

• Probado en el dolor como el gran sufrimiento moral al dudar sobre María, al no encontrar posada para que nazca su hijo, en la huida a Egipto, cuando pierden a Jesús durante tres días y lo encuentran en el templo, en el empadronamiento en donde conocio el anunció de Simeón de que una espada atravesaría el corazón de María.  

• Hombre sabio. Con gracias especiales en atención a su misión como padre adoptivo de Jesús.


José y María son modelos de perfección. Tienen en común, al igual que su Hijo Jesús, un anhelo profundo de hacer la voluntad del Padre. Permitieron que la voluntad de Dios reinara en sus vidas y los elevara como personas.

Pidamos la gracia de poder decir de forma comprometida… Venga tu Reino, para que Dios reine en el corazón y que la propia voluntad quede sujeta a él. De tal forma que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo.

ALEJADOS DE DIOS Y MUY HERIDOS EN LA VIDA GAY: UNO CAMBIÓ EN LA CONFESIÓN, OTRO EN LA ADORACIÓN

 Dos testimonios asombrosos de cómo el amor de Cristo llena los corazones dañados

Fran y David cuentan en una parroquia sus testimonios de dejar la vida gay con ayuda de Dios

El padre Julián Lozano acogió en la parroquia de Santa María Magdalena de Ciempozuelos (Madrid) una tarde de oración y testimonios el 12 de marzo en la que hablaron de su experiencia dos hombres, David y Fran.

Cada uno de ellos tiene una historia, cada uno vivió maltrato en su infancia, desarrolló atracción sexual por los hombres y en cierto momento cada uno descubrió el asombroso amor de Cristo, que llena el corazón, y abandonó la vida "gay". Hoy apuestan por la castidad, la amistad cristiana y la vida de fe sostenidos en los sacramentos.

"El amor de Cristo nos urge, queremos que el amor de Cristo llegue a todos", explicó Julián Lozano. Presentó a los dos testigos la periodista Marta Sanz, de Media Salud Comunicación, investigadora sobre ideología de género. Primero contó su testimonio Fran, español de 30 años, y después David, natural de Ciudad de México.

UN PADRE VIOLENTO, UNA MADRE MUY PROTECTORA

Fran empezó explicando su origen familiar: su padre pegaba a su madre, y la insultaba con fuerza, y él, de niño, lo veía. Su padre nunca expresó cariño por él en su infancia. Su madre era una mujer de fe, pero era sobreprotectora con él y, por ejemplo, no le dejaba ir a excursiones escolares.

A los 9 años, con otros chicos, empezó a mirar revistas pornográficas. En el colegio sufría insultos y bullying por parte de compañeros. En el instituto cambió: quiso ser él el que se burlara de los demás y hacía gamberradas. Tuvo novias de adolescente, con una incluso tuvo relaciones sexuales, y le gustó. Pero luego, con unos 16 años, empezó a atraerle un chico mayor que él: "yo ya estaba mirando este chico como la figura paterna que yo nunca he tenido en casa". Poco después se acostó con un chico, el primero en su vida, y empezó una vida gay que no le hizo feliz.

Su padre le expulsó, entre insultos, a los 18 años. Como no tenía amigos, empezó a prostituirse para poder pagar los 100 euros mensuales de su habitación alquilada. "Fue algo terrible lo que tuve que hacer, venía gente terrible, yo iba llorando", recuerda.

Más adelante entró en el mundo de la moda como modelo, con cierto éxito, pero con un gran vacío interior, y relaciones tóxicas, de dependencia hacia otros.

"MAMÁ, ME QUIERO BAUTIZAR"

Su madre, aunque no aprobaba su actividad homosexual, le trataba con respeto y cariño. Un día, con 22 años, Fran le dijo: "mamá, me quiero bautizar". Fran, como alguno de sus hermanos, había quedado sin bautizar por situaciones caóticas de la familia. El creía en Jesús y en la Virgen a su manera, pero sin saber casi nada de la fe, ni confesarse ni ir a misa.

Luego sabría que su madre había rezado por él durante 7 años para que se acercara a Dios, y con mortificaciones y ayunos.

A los 25 años ya casi no quedaba con chicos. Vivía hundido en depresiones e infelicidad. Una noche, mirando la televisión, tuvo la sensación de que Dios le tocaba el corazón y le decía: "mira cómo estás, ¡ven a Mí!" 

Detrás de la atracción por el mismo sexo y las relaciones tóxicas hay a menudo historias de maltrato, falta de amor paterno y un corazón vacío que nada puede llenar... excepto Dios.

UNA ORACIÓN INTENSA Y CONCIENCIA DE PECADO

Poco después, su sobrino, un bebé de 15 días, pareció estar a punto de morir por un problema de salud. Fran rezó con sinceridad: "Por favor, Dios mío, te ruego por mi sobrino, déjalo vivir por favor".

Y sintió una voz en su interior, la voz de Dios, que le respondía: "Esta es la última oportunidad que te doy". Y en ese momento el Espíritu Santo le hizo ver el pecado que acumulaba por dentro. Quizá fue esa experiencia que describe Juan 16,8: "Cuando venga el Espíritu, convencerá de pecado". Entendió que necesitaba confesarse.

Cuando se confesó con un sacerdote, sintió que el amor de Dios le llenaba, que llenaba el corazón como no podía llenarle el sexo ni las relaciones con hombres.

RECONCILIACIÓN Y PERDÓN

Después, en un retiro, sintió mucha sanación y liberación, lloró sin parar y cambiaron sus gustos por completo. Ya no soportaba la música con temas sexuales. Se volcó en pedir perdón a su madre y expresarle su cariño. Le dijo a su madre que dejaba la vida homosexual, como la cruz que Cristo pide a cada uno llevar, y su madre se emocionó llena de alegría. También pudo reconciliarse con su padre, quien incluso le pidió perdón, y con su abuelo, todo empujado por el amor de Dios.

"Llevo 5 años en castidad para gloria de Dios. No me acuesto con nadie. No es fácil, pero el Señor te da la gracia para poder seguir". Se apoya en la misa diaria, el Rosario y la confesión. Intenta compartir el amor de Dios en Internet y redes sociales.

EL TESTIMONIO DE DAVID: PADRE VIOLENTO, INCESTO CON LA HERMANA

Contó también su testimonio David Espitia, de Ciudad de México, de 44 años de edad, esperando que fuera "para gloria de Dios y la salvación de las almas".

También David creció en una familia herida, con un padre cocainómano que pegaba a su madre y se acostaba con muchas otras mujeres. Estando ella embarazada de  un bebé, su padre le metió una pastilla abortiva que le quemó y dañó y expulsó al bebé de 3 meses. Este padre pegó a la hermana de David, pegó a su hermano, violó a una niña...   Si el padre era violento, su madre era "narcisista, neurótica", pegaba a los niños con un palo, les decía "infinidad de groserías". Sus hermanos también se metían en peleas, embarazaban a chicas y las hacían abortar.

A los 8 años, David sufrió abusos sexuales a manos de su hermana de 14 años, que repitió muchas veces. A los 10 ya había revistas y películas pornográficas en su vida, con esa edad ya estaba sexualizado. Hoy está convencido de que su atracción hacia el mismo sexo nace de todas esas heridas emocionales.  

QUINCE AÑOS DE INTENSA VIDA GAY

A los 18 años tuvo su primera pareja gay, a los 33 la última; en total tuvo 8 o 9. Algunos eran amables, otros ricos, le trataban bien... pero no le bastaba ni llenaba su vida. Iba a lugares de sexo gay anónimo, en grupo, y a zonas de prostitución. Calcula que se relacionó sexualmente con más de 700 hombres. Veía que esos hombres adquirían enfermedades sexuales, le daba igual. Empezó entonces a consumir droga, y luego a meterse en la nueva era, brujería y adivinaciones.

Un día fue al lugar de sexo anónimo muy drogado, le violaron entre muchos y sintió que tocaba fondo. Al llegar a casa dijo: "Dios, si tú existes, sácame de esto, porque no soy feliz". "Eso fue todo. Y le di mi voluntad a Dios", recuerda.

Luego conoció a un chico homosexual, que a veces le hablaba de Dios. Le parecía curioso eso. Lo que no sabía es que durante 4 años ese joven oró para que David dejara la vida gay.

RETIRO Y ADORACIÓN: EFECTO FULMINANTE

Pasados unos años, David aceptó ir a un retiro católico por curiosidad y porque le insistieron. Era un retiro de CEBHYM (Cursos de Espiritualidad Bíblica para Hombres y Mujeres).

Vio allí un crucifijo y le dijo: "No sé si existes, pero ya te digo que no voy a dejar la droga ni el alcohol ni a mi pareja, que ya llevamos 4 años juntos". Pero aquellos predicadores, laicos, eran muy buenos, y le fascinaban. Hablaban del amor de Dios, y también denunciaban el pecado y su corazón se abría,  

Por la noche, hubo un momento de adoración eucarísticaÉl no sabía lo que era el Santísimo, qué era la custodia ni esa "bola blanca". Como la gente se arrodillaba al acercarse, él también lo hizo. Todos alzaban las manos hacia ese extraño objeto, y él les imitó.

Él no sabía nada sobre adoración ni la presencia real de Cristo, pero cuando pasó a su lado, dice, "empecé a sentir un amor sobrenatural que no lo puedo explicar, por primera vez en mi vida, sentí que Alguien me amaba y sabía que era Jesús y que era real y que existía. Dios me dijo en mi interior, no sé cómo: 'Hijo, te amo, bienvenido a casa, pequeñito, te estaba esperando'".

Y esa hora cambió la vida de David. En una hora dejó la vida gay, perdonó a su padre violento y drogadicto, perdonó a sus violadores... Le preguntó, llorando, a Dios, dónde había estado mientras le agredían. Sintió que Dios le respondía: "hijo, Yo siempre estuve ahí cuando abusaron de ti y a mí me dolió más que a ti, porque te amo, porque Yo te creé".

Entendió también que detrás de los horrores de sus padres, había horrores previos, que también ellos habían sido muy dañados en su infancia.

VIDA DE CASTIDAD, ENTREGADO A DIOS

Tras el retiro, tras confesarse, ofreció su castidad a Dios. Y le dijo a quien había sido su pareja: "el amor que tú no me has dado durante cuatro años, ni los otros ocho  con los que ando, mira, Dios me lo dio en una hora". Su primer rosario le duró 2 horas de tanto que lloraba.

Sobre su salida de la vida gay, detalla que "hubo caídas" y que "el primer año y medio fue el más difícil". Se ha apoyado en la misa y comunión diaria, y en el Rosario. Ha ido a muchos retiros.

Y lo que dice hoy a muchos es que "sin Dios no vas a ser feliz" y que tiene que ser el Dios que reclama los diez mandamientos, no uno "a medida".

Tras un turno de preguntas y respuestas, el padre Lozano recordó que todos tenemos necesidad de la misericordia de Dios, y que Dios nos da nuestra identidad de ser hijos amados suyos, y agradeció el testimonio honesto y valiente de Fran y David.

P.J.G.

LA GLORIA, ¿MANIFESTACIÓN DE PODER O CRUZ, DON Y PERDÓN? FRANCISCO DESENTRAÑA LA «CÁTEDRA DE DIOS»

 ¿Cómo puede ser que la gloria de Dios se manifieste en la cruz y no en la resurrección? En torno a esta pregunta articuló el Papa Francisco su mensaje previo al rezo del Ángelus este 17 de marzo, V domingo de Cuaresma, citando las mismas palabras de Jesús hablando de su pasión: "Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado".

Tal y como expresó el Papa, el sentido de este mensaje es que "la gloria, para Dios, no corresponde al éxito, la fama o la popularidad humana".

Para Dios, reiteró, la gloria "no tiene nada de autorreferencial" ni es "una grandiosa manifestación de poder seguida de aplausos del público", sino "amar hasta dar la vida. Glorificarse, para Él, significa darse, hacerse accesible, ofrecer su amor. Y esto sucedió de manera culminante en la Cruz, dándonos vida y perdonando a sus crucificadores.".

Por ello, desde la cruz, a la que Francisco se refirió como la "cátedra de Dios", el Señor enseña que "la verdadera gloria que nunca se desvanece y nos hace felices" se conforma de "don y perdón".

Así, cuestionó la forma de pensar en la gloria "como algo que hay que recibir en lugar de dar; como algo que debe poseerse en lugar de ofrecerse: no, la gloria mundana pasa y no deja alegría en el corazón; ni siquiera conduce al bien de todos, sino a la división, a la discordia, a la envidia".

En su habitual examen de conciencia Francisco invitó a los presentes a preguntarse por su concepto de gloria, si consiste en "impresionar a los demás" o, por el contrario, en el "camino del don y del perdón, de Jesús crucificado". Antes de concluir, recordó a los presentes que solo "cuando damos y perdonamos, la gloria de Dios brilla dentro de nosotros, ahí mismo: cuando damos y perdonamos".

Concluido el rezo del Ángelus e impartida la bendición, Francisco celebró la reciente liberación de cinco secuestrados en Haití y clamó por la pronta liberación de otros dos religiosos "y todas las personas aún secuestradas en ese querido país".

Tras invitar a los gobernantes y autoridades a "abandonar cualquier interés particular y a comprometerse en la búsqueda del bien común" en Haití, llamó también a mantener las oraciones por los países en guerra, especialmente Ucrania, Palestina e Israel, Sudán o Siria.

Concluyó como es costumbre saludando a fieles y peregrinos, en este domingo en especial a los estudiantes españoles de la red de residencias universitarias "Camplus", a los grupos parroquiales de Madrid, Pescara, Chieti, Locorotondo o a la parroquia de San Giovanni Leonardi en Roma, entre  otros.

ReL