jueves, 27 de septiembre de 2007

ENVEJECIENDO


Señor, tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo.

No permitas que me haga charlatán, y sobre todo, que no adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en cada ocasión.

Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.

Que sea pensativo pero no taciturno; solícito pero no mandón.

Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda,
pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final...

Mantén mi mente libre de las recitaciones de infinitos detalles del pasado.

Dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores... ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos...

Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosa lección de que, a veces, es posible que esté equivocado...

Mantén en mí una razonable dulzura.

No quiero ser santo... pero un viejo amargado es una de las obras supremas del diablo.

Ayúdame a extraer de la vida toda diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas que no quiero perderme ninguna.
Amén.

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