lunes, 12 de noviembre de 2007

¡CÓMO VENCÍ MI HOMOSEXUALIDAD!

El 9 de agosto del 2004, asistí por primera vez – invitada por un amigo – a una de las reuniones de los lunes del Grupo de Oración por los Enfermos “Sí Señor. Desde ese día se inició un cambio en mi vida: abrí mi corazón ante Dios y ante nuestra Santa Madre, y pude sentir el consuelo y la paz que me dieron... sus palabras inundaron mi alma de alegría.

Esto quizás no sea entendible para cualquiera que lo lea, y más bien podrían parecer palabras de un fanático religioso, pero la verdad es que gracias a Dios mi fe alcanzó un nivel tal, que me permitió abrir mi corazón y saber que la nueva experiencia que estaba viviendo era la más grande que había experimentado en mi vida. Hey!, no todos los días se puede tener la dicha de hablar en vivo y en directo con Jesús y María... ¿no?)

Pasados aproximadamente un mes y medio, ya en mi corazón, alma y mente, se fueron dando cambios y reflexiones sobre ciertos aspectos de la vida que estaba llevando, y empezaba a darme cuenta que estaba errado, que no estaba en el camino correcto, pero... como todo ser humano, creía que podía vivir con mis errores y que Dios entendería que no soy perfecto y que algún día perdonaría lo que hasta ahora yo creía imposible poder cambiar en mí... así es que, yo continuaba viviendo en lo mismo, en el error más grande que había cometido en mi vida... el ser homosexual, y lo peor de todo, es que convertí a mi madre en cómplice de mi error.

Pensar que siempre creí que esto era algo con lo que yo había nacido, y que, mientras no hiciera daño a nadie, estaría bien con Dios y conmigo mismo. Error más grande de quienes hemos estado metidos en este mundo homosexual, porque el daño más grande es el que nos hacemos nosotros mismos: Somos “Templos Vivos de Dios Espíritu Santo, y por tal, el daño es más grande de lo que podríamos imaginarnos La Palabra dice:
Pueden faltar al Padre, al Hijo, y serán perdonados, pero si faltan al Espíritu Santo... no existe el perdón

Pasó, que transcurrido este corto tiempo, un buen domingo amanecí como si algo bueno y nuevo estuviera por venir... por suceder. Departí el día con mi familia entera y, al llegar la noche, corazón abierto de par en par, con el alma desnuda ante Dios, Nuestro Padre, y ante nuestra Madre Bendita, les pedí (no a mi familia) que tocaran mi corazón, que me ayudaran a encontrar el camino, que había caído en cuenta que lo que estaba haciendo con mi vida no estaba bien, perono me era fácil salir de ahí; pero lo que sí podía hacer era actuar en coraje, como lo he hecho en varias ocasiones cuando me propongo alcanzar una meta... insistir, persistir, decidir hacerlo y lograrlo hasta que por fin, cueste lo que me cueste conseguirlo... ¡lo consigo!


Así fue que le dije a mi Madre del cielo: Madre, si he equivocado mi camino y he faltado y a la vez he sub-estimado a Dios, ante todo pido perdón, y a la vez te pido me ayudes a encontrar el camino. Quiero renunciar a esta vida que no es la correcta, pero te pido me des la fuerza que necesito, porque yo solo no puedo. Yo pongo la decisión y la promesa de luchar contra esto, pero Tú dame la fuerza para mantenerme firme y no volver a caer... Amén (No está demás comentarles que la contrición de mi corazón fue tal, que las lágrimas me caían como aguacero...)

Al día siguiente, en teofanía (Teo: Dios. Fanía: Manifestación), (manifestación de Dios permitida a través de sus instrumentos... La Palabra de Dios sigue... no ha terminado con la Biblia), nuestra Santa Madre se me acercó y luego de inducirme al descanso espiritual (cosa muy difícil, porque hasta ahora no lo logro, aunque me muero de ganas que suceda) me dijo estas palabras a través de un instrumento: Estás en buen camino, y lo que has pedido te será concedido Luego se me acercó Jesús (también a través de un instrumento) y me dijo: Mi Madre está muy contenta con tus oraciones..., le había rezado – por primera vez – un Rosario el día anterior, pero a mi manera, ya que no sabía ni cómo era eso de los Misterios... ahora sí sé.

Es imposible describir con palabras lo que mi corazón sintió en ese instante; era como si tal hubiera sido el perdón que esperaba recibir; sentí como si hubiera vuelto a nacer.

Demás está decirles, que mi renuncia a esa vida anterior, ha sido total y absoluta; que jamás voltearé hacia atrás ni siquiera para recordar, salvo que esto sirva para ayudar a otros, que como yo, pensaron que Dios se equivocó al crearnos. De hecho, estoy seguro, que podré ayudar a otros que están pasando por lo mismo, y es más, siento un inmenso deseo de servir a Dios, por el resto de mi vida. Me confesé y comulgué después de muchos años, y necesito hacerlo más seguido, sobre todo ahora que sé que la fuerza que necesito para continuar en el camino, la encontraré en la Eucaristía.

¡QUÉ GRANDE ES NUESTRO PADRE!
¡QUÉ MISERICORDIOSO NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!
¡QUÉ BENDITA Y AMOROSA ES NUESTRA MADRE!


N.N. Compréndame por favor.

Nota: Este testimonio es hermoso, y estoy seguro que perseveras en lo que te has propuesto. Hoy, hay fiesta en el cielo... gracias a ti. ¡Cuánto hubiese deseado que personas que se desperdiciaron como tú, y que pasaron por nuestro grupo en la misma situación, lo hubiesen logrado! considerando que tuvieron la misma, o quizás más oportunidades oportunidad que tú y... la desperdiciaron. Llegaron los cuervos y se comieron las semillas del sembrador...
¡Qué Dios y su Santísima Madre te bendigan siempre, esté o no estés con nosotros!

Quisiera agregar algo más para que comprendan en que consiste la teofanía: ¿Recuerdan a los discípulos de Emaus?: Dos discípulos estaban caminado conversando sobre la muerte de Jesús, su Maestro, y se les acercó un extraño. Les preguntó sobre lo que hablaban y si los podía acompañar. Accedieron y siguieron conversando sobre lo mismo. Al llegar a una fonda para almorzar, este extraño, tomó el pan, lo bendijo, y lo repartió a sus discípulos:Ellos lo reconocieron al partir el Pan”. Este pasaje está en Hechos de los Apóstoles. Dios usa a sus instrumentos para comunicarse, aunque sus instrumentos no tengan su parecido físico.

José Miguel Pajares Clausen

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