miércoles, 30 de enero de 2008

EN BUSCA DE LA UNIDAD PERDIDA: 100 AÑOS DE ECUMENISMO


¿Qué ha sucedido en estos 100 años en materia de las relaciones
entre los cristianos?

Se escucha hablar con cierta frecuencia del tema del ecumenismo relacionándolo erróneamente con humanismo o relativismo eclesiológico, simplificándolo, cuando no ignorándolo. Pero, ¿en qué consiste realmente el ecumenismo?, ¿cuál es su significado y sentido? ¿Por qué existe el ecumenismo y para qué es necesario?
El ecumenismo (del griego οiκουμενικÓς y/o del latín oecumenĭcus, que se extiende a todo el orbe) es la tendencia o movimiento promovido por la Iglesia católica que intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas. Por tanto, ecumenismo no se debe confundir con diálogo inter-religioso; éste va encauzado hacia los adeptos a religiones no cristianas mientras que el ecumenismo es propia y exclusivamente cristiano.
El fin del ecumenismo, la búsqueda de la unidad entre los cristianos, nos remite a un hecho histórico real fácilmente constatable: en un inicio la Iglesia estaba unida totalmente y, con el pasar de los años por motivos diversos, se fueron dando cismas, separaciones y nacimientos de nuevos grupos cristianos al margen de esa primera piedra angular sobre la cual el fundador había construido su Iglesia. Al echar la mirada a la realidad actual, nos damos cuenta de que hay diferentes denominaciones cristianas tales como ortodoxos, anglicanos, pentecostales, baptistas, luteranos, calvinistas, etc.

¿Qué hay de común entre todos y qué les aparta de la Iglesia católica? Es común la creencia en Cristo como Hijo de Dios. Las diferencias radican en su concepción o rechazo del primado del Papa, la comunión de los santos, la sucesión apostólica, la aceptación de todos los Sacramentos, la virginidad de María, la eclesiología y pocos elementos más.
En noviembre de 2007, el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, hizo una relación sobre la situación ecuménica actual para los cardenales reunidos en Roma con el Papa en ocasión del último consistorio para la creación de nuevos cardenales (Cfr. Reflexiones sobre la situación ecuménica actual”, (L´osservatore Romano No. 48, 2007, p. 13). En esa relación, el cardenal Walter Kasper distinguió los pasos dados en el diálogo a partir de tres campos de trabajo.
1. Las antiguas Iglesias orientales y las Iglesia ortodoxas del primer milenio. A éstas se les reconoce como Iglesias puesto que han mantenido la fe y la sucesión apostólica. Con ellas, el trabajo ecuménico se ha dividido en tres fases. En la primera fase (1980-1990) se logró superar antiguas controversias cristológicas surgidas en torno al Concilio de Calcedonia (año 451) y al de Éfeso (año 381); la segunda fase se ha subdividido a su vez: por un lado el diálogo con las antiguas Iglesias de tradición apostólica que se concentró en el concepto de comunión eclesial (de hecho está programado, del 27 de enero al 2 de febrero de este año, un encuentro en Damasco para discutir y aprobar un documento sobre la naturaleza, constitución y misión de la Iglesia); y por otro, el diálogo con las antiguas Iglesias ortodoxas de tradición bizantina, siriaca y eslava iniciado oficialmente en 1980. Con este grupo se han dado pasos que van desde el histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, pasando por las puntualizaciones y realce de los elementos comunes (sobre todo la Eucaristía, el ministerio episcopal y sacerdotal), hasta las importantes aclaraciones de Balamand (1993), Baltimore (2000), Belgrado (2006) y Rávena (2007). La tercera fase parte de un documento muy importante como lo es Consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia”, fruto del encuentro en Rávena de 2007. En él, los ortodoxos (a excepción de la Iglesia ortodoxa rusa) han admitido dos puntos nodales: un nivel universal de la Iglesia y un Primado que sólo puede ser el obispo de Roma. Así, el tema que se abordará en la próxima sesión plenaria será El papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia del primer milenio”. La Iglesia ortodoxa rusa merece una mención aparte puesto que con ella se han tenido momentos de tensión. Sin embargo, ahora mismo parece haber un momento de mayor cercanía. Un encuentro entre Benedicto XVI y Aléxis II está por verse.

2. Las relaciones con las comunidades eclesiales surgidas directa o indirectamente de la reforma del siglo XVI. Con prácticamente la totalidad de ellas se mantiene el diálogo y se ha alcanzado amplio consenso en el ámbito de las verdades de fe, sobre todo respecto a las verdades fundamentales de la doctrina de la justificación. Algunas líneas generales de esta relación – retos y problemas – son:
1) La discusión de temas clásicos controversiales como la eclesiología y los ministerios eclesiales.
2) Que ambas partes entiendan por ecumenismo el mismo concepto y su finalidad.
3) Divergencias en el campo ético relativo a la defensa de la vida, al matrimonio, a la familia y a la sexualidad humana pues, por un lado, están algunos grupos que coinciden con las católicas (si bien el área teológica, de los sacramentos, de la exégesis bíblica, la eclesiología y la comprensión de la tradición suelen diferir), y por otro, grupos que se oponen frontalmente.
4) El nacer de Iglesias autodenominadas como independientes en África y la aparición de grupúsculos agresivos que no es más que un reflejo de la situación pluralista de la sociedad postmoderna que a menudo lleva a un relativismo religioso.
Ciertamente es ponderable el bien que han supuesto los grandes encuentros de los movimientos cristianos, católicos y no católicos, en Stuttgart 2004 y 2007, así como la asistencia a las grandes asambleas plenarias del Consejo Mundial de las Iglesias (Porto Alegre 2007), el Global Christian Forum y la Asamblea ecuménica de Europa (Rumania 2007).

3. Las relaciones con el movimiento carismático y pentecostal surgido a inicios del siglo XX. Autoconsideradas como el fruto de un nuevo pentecostés y con cerca de 400 millones de fieles en el mundo, ocupan el segundo lugar entre las comunidades cristianas desde el punto de vista numérico, además de seguir en crecimiento. Al no tener una estructura común son muy diversas entre sí.
Con los pentecostales clásicos ha sido posible entrar en diálogo mientras que con los demás hay dificultades debidas a su agresividad misionera. A través de cursos y seminarios para sacerdotes y obispos católicos en diversas partes del mundo, se les ha instruido para que sepan cómo llevar con ellos el ecumenismo.
La semana de oración por la unidad de los cristianos.
Ya en 1894 el Papa León XIII había exhortado a la cristiandad a la celebración de una semana de oración por la unidad de los cristianos pero no fue sino hasta 1908 que los frailes Franciscanos de la Expiación la hicieron efectiva con el apoyo del Papa Benedicto XV.
Este año se celebra un siglo de esa semana de oración cuya finalidad está contenida en el nombre. Una semana que ya no únicamente permanece en el ámbito católico sino que también han abrazado numerosas Iglesias ortodoxas, comunidades eclesiales y grupos carismáticos. Es verdad que quizá aún estemos lejos de la unidad plena, pero, como dijo el cardenal Kasper en la relación a la que hemos hecho referencia, el ecumenismo primeramente debe ser un ecumenismo de la oración pues la unidad sólo es don de Dios y es Él quien la dará.
Es cierto que se deben consolidar las bases, y justamente eso es lo que se busca cuando se parte del patrimonio común de fe para dar testimonio a un mundo cada vez más secularizado.

Catholic.net

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