martes, 30 de diciembre de 2008

EL MAL ABOGADO


En las crónicas de los padres Capuchinos, se cuenta que en Venecia había un célebre abogado, el cual con fraudes y artimañas se había enriquecido, por lo que llevaba una mala vida.

No practicaba tal vez otra buena obra que la de rezar cada día cierta oración a la Santísima Virgen. Y realmente esta leve devoción le valió para librarse de la muerte eterna por la misericordia de María.

He aquí como sucedió:

Por fortuna contrajo amistad - este abogado – con el Padre Fray Mateo de Baso, y tanto lo instó para que un día fuese el Padre a comer a su casa, que finalmente éste lo complació. Luego de haber llegado a ella le dijo el abogado:
§ Ahora, Padre, quiero enseñarle una cosa que jamás habrá visto. Tengo una mona admirable, que me sirve como un criado; lava los platos, pone la mesa y abre la puerta
§ “¡Cuidado! – respondió el Padre – no sea esto algo más que una mona; hágala venir a acá

Llaman a la mona, vuelven a llamarla, la buscan por todas partes, y ella no aparecía. Finalmente la encuentran escondida bajo una de las camas en un rincón de la casa; pero el animal no quería salir de allí.
§ “¡Ea, pues! – dijo el religioso – vamos nosotros a buscarla

Y llegando juntamente con el abogado a donde estaba la mona dijo:
§ “¡Bestia infernal, sal afuera, y de parte Dios, te mando que manifiestes quién eres!”

Y he aquí que la mona responde - que era el demonio - y que estaba esperando que aquel pecador hubiese dejado de decir algún día su acostumbrada oración a la Madre de Dios, porque a la primera vez que hubiese dejado de rezarla, él tenía licencia de Dios para ahogarlo y llevárselo al infierno.

Al oír este aviso, el pobre abogado se arrojó a los pies del siervo de Dios pidiéndole auxilio, y éste, aceptando el pedido, le mando al demonio que saliese de aquella casa sin hacer daño:
§ Sólo te doy licencia, para que en señal de haber salido, rompas una pared de este edificio

Apenas hubo pronunciado estas palabras, apareció de pronto con estruendo una hendidura en la pared, que, aunque tapiada a cal y canto repetidas veces, quiso Dios quedase descubierta por mucho tiempo, hasta que, por consejo del siervo de Dios, se colocó en ella un mármol con la figura de un ángel. El abogado se convirtió, y confiamos que de allí en adelante perseveró en la vida hasta la muerte.
Fuente: Las Glorias de María
San Alfonso María de Ligorio

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