lunes, 23 de marzo de 2009

NAPOLEÓN Y EL SOLDADO


Se dice que en cierta ocasión el Emperador Napoleón I se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su caballo se desbocó; entonces un soldado raso se lanzó hacia el caballo, y, cogiendo el freno del caballo, pudo pronto detenerlo.

Se dice que Napoleón saludó al soldado raso y le dijo:
-“¡Gracias, mi capitán!”
El soldado se sorprendió al oír a Napoleón decirle capitán, pues él era un simple soldado raso, pero inmediatamente pensó que se encontraba delante de Napoleón, y que si él quería, podía hacerlo capitán.

Así que, saludó a su Emperador y le preguntó:
-“¿De qué regimiento, mi Emperador?”
El emperador le contestó:
-De mi guardia personal

Aquel soldado raso se presentó como capitán ante el jefe de la guardia personal de Napoleón; el oficial, viéndolo con uniforme de soldado raso, le preguntó:
-“¿Capitán, por órdenes de quién
-Por órdenes de mi Emperador, Napoleón I
En ese momento dejó de ser soldado raso y llegó a ser capitán.

Si este soldado raso no hubiese tenido fe, hubiera dicho:
-Mi Emperador me dice capitán, pero yo no soy más que un soldado raso. Por el susto que le dio el caballo, se equivocó y me dijo capitán - y se hubiera ido a tomar su lugar y habría permanecido soldado raso toda su vida.

Reflexión: Todos nosotros por naturaleza somos hijos de ira, hijos de desobediencia; pero Dios en su infinito amor e infinita misericordia quiere hacernos sus hijos. En el evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Juan 1:12, encontramos estas preciosas palabras: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios

Además de ser hijos de Dios hay momentos en la vida en que necesitamos mirar más allá de la condición en que estamos y estar listo a ocupar la posición que Dios quiere que tengamos. Son muchos los que se conforman con ser simplemente soldados rasos, cuando Dios incluso les está abriendo puertas para ser capitanes.

Si creemos… al que cree todo le es posible. Dios jamás le abre puertas a nadie sin antes prepararlo para que entre por ellas.

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