lunes, 27 de julio de 2009

LA VOZ QUE HABLA


LA VOZ QUE HABLA PRIMERA PARTE

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Juan 1:1

Cualquier persona inteligente, aún no instruida en las enseñanzas del cristianismo, leyendo este texto llegaría a la conclusión que lo que Juan quiere decir es que Dios desea hablar, y comunicar sus pensamientos a otros. Y estaría en lo cierto.

La palabra es el medio por el cual se expresan los pensamientos, y al aplicar este término al Hijo de Dios nos lleva a pensar que el deseo de expresarse es inherente a la Divinidad, y que Dios desea hablar con los seres que ha creado. Toda la Biblia apoya esta creencia. Dios está hablando. No solo que ha hablado, sino que está hablando.

Habla continuamente por medio de la naturaleza; el mundo está lleno de su voz.Una de las grandes realidades que debemos considerar es la Voz de Dios hablando en este mundo.

La cosmología más breve y más satisfactoria es ésta. “¡Dios dijo, y fue hecho!’ El por qué de la ley natural es la voz viviente de Dios inmanente a toda la creación. Y esta palabra de Dios que dio vida a todas las cosas no puede entenderse que es la Biblia, porque no es palabra escrita o impresa, sino la expresión de la voluntad de Dios hablando en la estructura de todas las cosas.

Esa palabra de Dios es el aliento divino, que llena todo con potencia viva. La voz de Dios es la energía más poderosa en la naturaleza, pues toda energía parte del hecho de que Dios ha hablado.

La Biblia es la palabra escrita de Dios, y porque es escrita, está confinada a los límites del papel, tinta y cuero. En cambio la voz de Dios es viva, libre y soberana.“¡Las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida!” La vida está en las palabras habladas. La palabra de Dios en la Biblia puede tener poder solo si corresponde con la palabra de Dios en el universo. Es su Voz presente, lo que hace a la palabra escrita tan poderosa. Si no fuera así, la palabra estaría encerrada entre las tapas de un libro.

Sería una concepción muy primitiva de Dios imaginarlo en la creación usando sierras, martillos y clavos a la manera de un carpintero que fabrica un mueble. La Biblia enseña otra cosa. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió (Salmos 33.9). Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos, por la palabra de Dios(Hebreos 11:3).

Tengamos en cuenta que Dios no se refiere aquí a su palabra escrita, sino a su palabra hablada.

La voz de Dios que llena el mundo antecede a la Biblia por siglos incontables. Es una voz que no ha dejado de oírse desde los albores de la creación, y sigue resonando de un extremo a otro del universo.

La palabra de Dios es rápida y poderosa. En el principio de todas las cosas habló hacia la nada, y la nada se convirtió en algo. El caos oyó esa voz, y se convirtió en orden; la oscuridad la oyó, y nació la luz. Y dijo Dios sea, y fue!" Estas palabras gemelas, como causa y efecto, ocurren a todo lo largo del relato bíblico de la creación. El dijo vale por el así. Y el así, es el dijo puesto en continuo presente.Que Dios está aquí, y está hablando, son verdades que respaldan otras verdades bíblicas: sin ellas no podría haber revelación. Dios no escribió un libro y lo envió por medio de mensajeros a personas sin ayuda. Dios habló un Libro, y vive en sus palabras habladas, hablando continuamente sus palabras y haciendo que perduren a través de los años.

Dios sopló sobre un muñeco de barro y ese vino a ser un hombre. El sopla sobre los hombres y vuelven a convertirse en barro. Volveos, hijos de los hombres - fue lo que Dios dijo después de decretar la muerte de todo hombre, y no fue necesario que dijera una sola palabra más.

La triste procesión humana desde la cuna hasta la sepultura es prueba suficiente de que su primera palabra fue verdad.

Todavía no hemos dado la atención necesaria a esa profunda declaración en el evangelio de Juan que dice, “¡Aquel era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo!”.

No importan los cambios de puntuación que se hagan, la verdad permanece firme, la palabra de Dios afecta el corazón de todo hombre, como la luz lo hace al alma.En el corazón de todos los hombres brilla la luz y resuena la palabra, y no hay manera de escapar. Algo así debe ser necesario, si es cierto que Dios vive y está en el mundo. Juan afirma que así es.

Aun las personas que nunca han leído la Biblia han recibido en sus conciencias mensajes suficientemente claros, de manera que no pueden decir que no han oído su voz. Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles, o defendiéndoles, sus razonamientos (Romanos 2:15). Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas, de modo que son inexcusables (Romanos 1:20).

Los hebreos de la antigüedad le daban el nombre de Sabiduría a esa voz de que estamos tratando, pues decían que se oía en todas partes y que recorría la tierra en busca de respuesta de parte de los hijos de los hombres.

El capítulo octavo del libro de Proverbios comienza así: “¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia?” Entonces describe la sabiduría como una hermosa mujer que se para en las alturas y en las encrucijadas de los caminos; dirige su voz a todas partes, para que nadie deje de oírla y dice: 'Oh, hombres, a vosotros clamo; dirijo mi voz a los hijos de los hombres'”. Seguidamente se dirige a los simples y faltos de cordura y les aconseja que escuchen lo que les dice.

Lo que pide la sabiduría de Dios es atención espiritual, pero rara vez este pedido es escuchado. La tragedia consiste en que nuestro bienestar eterno depende de nuestro oír, y hemos enseñado a nuestros oídos a no escuchar.

Esta voz universal ha resonado siempre, y a menudo atribulado a los hombres, aun cuando estos no se daban cuenta de donde provenían sus temores. ¿No será esa voz que se cierne como niebla vital sobre los corazones de hombres y mujeres, lo que ha despertado sus conciencias y sus anhelos de inmortalidad en millones de seres humanos desde los albores de la historia?

No tenemos por qué temer eso. La voz hablando es un hecho. Como los hombres han reaccionado ante ella, es algo que se debe observar.

Una vez que Dios habló a nuestro Señor desde el cielo, algunos que oyeron atribuyeron la voz a causas naturales. Ha sido trueno, dijeron. Este hábito de explicar la voz por causas naturales es la vera raíz de la ciencia moderna.En el soplo de vida del cosmos hay algo misterioso, algo sumamente pavoroso, que la mente humana no alcanza a comprender. El creyente no pretende comprenderlo, simplemente cae de rodillas y exclama “¡Dios!” El hombre común también cae de rodillas, pero no lo hace para adorar, sino para investigar, escudriñar, en su afán de hallar explicación natural a todas las cosas.

Estamos viviendo en un siglo secularizado. Nuestros pensamientos y hábitos son los del científico, no los del adorador. Estamos más dispuestos a explicar que a adorar. Es un trueno decimos, y seguimos nuestro camino, indiferentes. Pero todavía la Voz sigue resonando y escudriñando.
En La Segunda Parte seguiremos tratando este Tema.

LA VOZ QUE HABLA - SEGUNDA PARTE
Continuamos con la segunda Parte de este Tema La Voz Que Habla.

Estamos viviendo en un siglo secularizado. Nuestros pensamientos y hábitos son los del científico, no los del adorador. Estamos más dispuestos a explicar que a adorar. Es un trueno decimos, y seguimos nuestro camino, indiferentes. Pero todavía la Voz sigue resonando y escudriñando.

El orden y la vida del mundo dependen de esa Voz, pero los hombres están demasiado ocupados, o demasiado obstinados para escuchar.

Cada uno de nosotros ha tenido alguna experiencia imposible de explicar: un súbito sentido de soledad, un sentimiento de maravilla o de pavor, al contemplar la vastedad del infinito. O tal vez un fugaz relámpago de luz, como venido de otro sol, que nos ha dejado la sensación de pertenecer a otro mundo, que nuestro origen es divino.

Lo que hemos visto entonces, o sentido, o aprendido, es diferente a todo lo que enseñan las escuelas, y en una amplia gama, distinto de todas nuestras anteriores experiencias y opiniones.

Nos vimos entonces forzados a suspender nuestras dudas cuando, por un breve momento, las nubes se retiraron y pudimos ver y oír por nosotros mismos.

Cualquiera sea la explicación que demos a estos casos, no seríamos justos si excluyéramos completamente a Dios, negando que nos estuviera hablando en ellos. Nunca tengamos a tal petulancia.

Es mi propia creencia (y no me enojo si alguien opina de distinta manera), que todo lo bueno y bello que hay en el mundo, producido por el hombre, es el resultado de su falaz y pecaminosa respuesta a la Voz creativa que resuena por toda la tierra.

Los filósofos moralistas, que soñaron sueños de virtud; los pensadores religiosos, que especularon acerca de Dios y la inmortalidad; los poetas y artistas, que crearon de la materia común obras de imperecedera belleza, ¿cómo se pueden explicar? No es suficiente con decir Se trata del genio. ¿Qué es el genio? El genio podrá ser un hombre perseguido por esa Voz, que trabaja afanándose como un poseído, por ver si logra alcanzar un fin que vagamente comprende. El hecho de que el genio, sea hombre o mujer, no crea en Dios, y aún hable o escriba en contra de él, no contradice lo que estoy diciendo. La revelación de la obra redentora de Dios que se halla en las Escrituras es necesaria para la obtención de la fe salvadora y la paz con Dios.

La fe en el Salvador resucitado es necesaria para la obtención de paz y tranquilidad y para adquirir fe en nuestra propia inmortalidad. Para mí todo esto es una adecuada explicación de todo lo bueno que existe fuera de Cristo. Pero usted puede ser un buen cristiano sin aceptar mi tesis.

La voz de Dios es amistosa. Nadie necesita asustarse al oírla, a menos que antes haya hecho la decisión de no obedecerla. La sangre de Cristo ha cubierto no solo la raza humana, sino toda la creación también. Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por él reconciliar todas las cosas consigo, así las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:19-20).

Podemos predicar con toda confianza acerca de un cielo amistoso. Los cielos y la tierra están llenos de la buena voluntad de aquel que habitó en la zarza. La sangre perfecta del sacrificio expiatorio asegura esto para siempre.

Quienquiera que desee detenerse a escuchar oirá hablar a los cielos. Esta no es la hora en que los hombres están dispuestos a escuchar, porque el escuchar no es parte de la religión popular de hoy en día. Nos encontramos en el polo opuesto.

La religión ha aceptado la monstruosa herejía de que el ruido, el tamaño, la actividad y el estrépito hacen estimable al ser humano delante de Dios. A un pueblo que está sumido en un clima de violencia Dios le dice: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.

Hoy en día Dios quiere que aprendamos que nuestra fortaleza y seguridad no dependen del ruido, sino del silencio. Es necesario que estemos tranquilos y en silencio para oír la voz de Dios. Lo mejor es que estemos con nuestra Biblia abierta ante nosotros.

Entonces, si así lo deseamos, podemos acercarnos a Dios y escuchar lo que está hablando a nuestro corazón.

Pienso que para la mayoría de las personas el procedimiento será algo como esto: primero un sonido, como de una Presencia caminando en el jardín. Después una voz, algo más inteligible, pero todavía algo lejos. Luego, el momento feliz cuando el Espíritu comienza a iluminar las Escrituras, y eso que al principio fue solo un sonido, y después una voz, llega a ser una palabra clara, cálida, íntima y amable como la del mejor amigo. Enseguida vendrá la vida y la luz, y lo mejor de todo, la capacidad de ver y descansar, abrazando a Cristo como el Salvador y Señor de todo.

La Biblia no podrá nunca ser un libro vivo hasta que no reconozcamos que Dios habla en el universo. Saltar de un mundo impersonal y muerto a una Biblia dogmática es algo demasiado para muchas personas. Ellos pueden admitir que deberían aceptar la Biblia como la Palabra de Dios, pero de ahí a creer que cada palabra es para ellos, media un gran trecho.

Un hombre puede decir, Esas palabras son para mí, pero todavía seguir pensando en su corazón que no lo son. El es víctima de una psicología dividida. Trata de pensar que Dios está mudo en todas partes y que habla solo en un libro.Creo que mucha de nuestra incredulidad religiosa se debe a que tenemos una equivocada concepción de las Escrituras de Verdad. Un Dios silencioso comienza a hablar súbitamente en un Libro, y cuando éste queda terminado, vuelve a guardar silencio por el resto de los siglos. Y ahora leemos el libro como si fuera solo el registro de lo que Dios dijo en los tiempos que hablaba. Con nociones como estas en nuestra cabeza, ¿cómo podemos creer? El hecho es que Dios no está mudo y silencioso, que nunca lo ha estado. Está en la naturaleza de Dios hablar.La segunda persona del Dios Trino es llamada la Palabra. La Biblia es el resultado del continuo hablar de Dios. Es la declaración infalible de su mente dicha para nosotros en palabras comprensibles y familiares.

Creo que un nuevo mundo surgirá de la actual niebla religiosa cuando nos acerquemos a la Biblia con la idea de que no solo es un libro que una vez ha hablado, sino uno que habla todavía. Los profetas decían habitualmente Así dice el Señor. Y daban a entender a sus oyentes que Dios estaba hablando siempre en tiempo presente.

Podemos usar el tiempo pasado para hacer ver que en algún momento, en el tiempo pasado, Dios habló, pero lo que Dios dijo una vez, sigue repitiéndose, como la criatura que ha nacido sigue viviendo, y un mundo que fue creado, sigue existiendo. Pero estas ilustraciones son insuficientes, porque las criaturas mueren, y los mundos se consumen, mas la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

Si queréis proseguir en conocer a Dios, abrid vuestra Biblia, en la seguridad de que ella os hablará. No la leáis pensando que es una cosa que podéis desechar en cualquier momento, porque ella es algo más que una cosa; es una voz, una palabra, la palabra del Dios vivo.

Señor, enséñame a escuchar. Los tiempos son ruidosos, y mis oídos están hartos de gritería y sonidos estridentes. Dame el espíritu del niño Samuel, que dijo, Habla, Señor, que tu siervo oye. Permíteme que te oiga hablándome al corazón.

Haz que me acostumbre al sonido de tu voz, y que lo oiga cuando todos los de la tierra hayan desaparecido; haz que los únicos sonidos que oiga en esos momentos sean los de la música de tu Voz, Amén.
A. W. Tozer
Chicago. E.U.A.
Junio 16 de 1948

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