martes, 22 de septiembre de 2009

¿ES PLENA LA UNIDAD Y LA RELACIÓN SEXUAL EN EL MATRIMONIO?


El encuentro personal en el matrimonio permite trenzar las posibilidades de la propia vida con las de otra persona a la que se le ama, se le considera valiosa y se desea hacer feliz; a la vez que, permite experimentar todo cuanto suceda en la interrelación entre ambos durante el proceso de desarrollo biográfico compartido y continuo que desean tener.

Es dar y recibir, es descubrir y mostrar, es don y acogida de todo lo que somos y seremos. Por lo tanto, el encuentro personal será tanto más elevado y fecundo cuánto más ricas y maduras sean las personas involucradas y más dispuestas estén a comprometerse entre sí.

El encuentro personal es un acontecimiento relacional, que nace de la propia naturaleza social del hombre y que se manifiesta en la interacción activa de los esposos. El encuentro personal no se da automáticamente, como fruto de la mera vecindad. Debe ser creado esforzadamente, mediante el cumplimiento de ciertas exigencias ineludibles: diálogo sincero y continuo, equilibrio entre la fusión y el alejamiento, generosidad, apertura de espíritu, respeto, ayuda, confianza, agradecimiento, paciencia, admiración, sobrecogimiento, comprensión, simpatía, amabilidad, cordialidad, fidelidad, alegría, ternura, lealtad, mutuas, etc. etc. etc. Es decir, que sólo podrán ser capaces de relacionarse así quienes actúen con madurez.

No es lo mismo relacionarse con un objeto que con un ámbito personal, porque los objetos se yuxtaponen o chocan entre sí, en cambio, los ámbitos personales pueden trenzarse, relacionarse y enriquecerse mutuamente hasta profundidades inimaginables, hasta niveles de unidad que sólo los seres espirituales logran.

Por lo tanto, el encuentro personal implica intercambiar posibilidades, y posibilidades sólo puede ofrecerlas y recibirlas un hombre o una mujer que sea capaz de descubrirse como un ser corpóreo-espiritual y que pueda vivir al mismo tiempo en varios niveles de realidad. Un ejemplo sería, cuando dos esposos se saludan tras una jornada de separación; al saludar, el esposo vive, experimenta, varios niveles de la realidad: el físico, el fisiológico, el psíquico, el afectivo-espiritual, el simbólico, el sociológico, el cultural… etc. y la esposa, que recibe el saludo puede contestar viviendo los mismos niveles y contestando en el mismo sentido, provocando un ámbito de relación mucho más profundo y rico en significados y posibilidades que el que nos ofrecen las simples cosas.

Por eso, para fundar un modo de unidad elevado es necesario ensamblar modos de realidad diversos y complementarios: varón y mujer como entidades corpóreo-espirituales pueden unirse intensamente gracias a esa doble condición sexual que ofrece posibilidades de crear formas únicas, estéticas y creativas de relacionarse. El matrimonio por ensamblar en sí diversos modos de realidad tiene el poder de manifestarse como dotado de posibilidades riquísimas. Esa manifestación resulta muy atractiva para quien desea casarse, ya que invita a establecer una relación de entrelazamiento de los cónyuges entre sí y de sus posibilidades, que se estiman valiosas y bellas.

Siempre que un cónyuge se trenza, es decir, que se une de forma biográfica y comprometida con el otro, es porque ha visto en el matrimonio una oferta de posibilidades para actuar con sentido y de forma coherente con su naturaleza: para amarse mutuamente, para ayudarse, para formar una familia, para emprender un proyecto biográfico compartido. Cuando este contenido se pierde de vista, el matrimonio se convierte en una institución que no ofrece nada y en consecuencia, muchos jóvenes deciden no casarse o temen hacerlo, porque están confundidos y desconocen la riqueza y posibilidades del amor conyugal y del matrimonio.

Si se reduce la relación matrimonial al uso sexual del otro, se desvirtúa, se le roba el valor que encierra; además se trata de forma denigrante al otro como ámbito personal al usarlo como objeto para unos fines, y quien actúa de este modo egoísta no actúa de acuerdo a su dignidad y debido a su comportamiento empobrece su desarrollo personal y bloquea su propia felicidad. De esta forma, se instrumentaliza al matrimonio y a la persona para fines personales; por lo tanto, el matrimonio, quien instrumentaliza y quien es usado, pierden toda su capacidad de ofrecer y recibir las riquezas que les son propias y pueden aportar como ámbitos de interacción vital. La persona egoísta se empobrece, se esclaviza al compromiso de libertad sin sentido que tiene consigo mismo y de su autocomplacencia que lo acorralan en una triste soledad.

Muchas veces constatamos cómo alguien elije casarse teniendo una concepción deteriorada de la persona, reduccionista, que considera al ser humano como objeto, o al matrimonio como forma de institucionalizar el placer o el deseo, a ese ser humano se le podrá tocar externamente, pero nunca será posible adentrarse en su mundo interior y potenciar las posibilidades de la interrelación personal y por lo tanto, su matrimonio tarde o temprano fracasará.

Sólo pueden relacionarse a profundidad las personas que se consideran ámbitos de riqueza y posibilidades, dueñas de sí mismas, con sentido en la vida, con ilusión de vivir, con una vida interior rica y profunda, con vida personal plena y libre, con capacidad de amar generosa e incondicionalmente, de comprometerse y de comunicarse con el otro. Cualidades que facilitan la formación de una común unidad de vida y amor. Esto es así porque, casarse no significa tenerse como objetos para hallarse en vecindad, yuxtaponerse, chocar, dominarse o manejarse.

Casarse significa entrelazarse íntima y fuertemente con la otra persona para crear una nueva realidad, cuya belleza y perfección dependerá de la acción activa, generosa, delicada, intencionada, libre y amorosa de los cónyuges. Es mucho más que estar presente, es una aventura, un reto a la creatividad para poder intercambiar el mayor y más bello números de posibilidades, para crear una trenza muy hermosa y bien hecha, sin desbalances o chipotes. Por lo tanto, implica saber claramente para qué se casa uno, qué significa ser persona, qué cualidades y defectos poseen ambos y de este modo poder elegir el matrimonio libremente y realizarlo de la mejor forma posible, a través del esfuerzo amoroso, comprometido, generoso y continuado de ambos.

Así como con la simple sonrisa, nos sale al encuentro toda la persona del amigo y puede darse un entrelazamiento incipiente de ambos como ámbitos personales, el encuentro corporal entre los cónyuges es un fenómeno dual típico de las realidades expresivas porque integra en sí dos modos distintos de realidad: la relación sexual - que no se reduce a una unión de cuerpos, aunque la implique - y sobre todo, la presencia de toda la persona del que ama. Quien ama es la persona entera, no el cuerpo solamente, la persona no pude separar lo que es. En la unidad corporal matrimonial los esposos se revelan toda su persona, la unidad que son y todo el amor que se tienen. Los esposos son capaces de verse con amor en cuerpo y alma, y descubrir hasta lo más íntimo de su ser. En el matrimonio dos planos de realidad distintos (material y espiritual) logran su máxima integración potenciándose mutuamente. El punto de máxima expresión de ese fenómeno impresionante que llamamos unidad de dos, ser una misma carne, se realiza en ese momento. Es un encuentro que expresa de forma sublime la capacidad unitiva del ser humano. Los animales nunca podrán amarse de esa forma, que ve a los ojos y descubre al ser humano en su totalidad y en su grandeza. Cuando varón y mujer se encuentran íntimamente; la corporalidad expresa la interioridad, el lugar donde solo podemos estar con nosotros mismos y con Dios, es cuando nos instalamos en el otro y estamos con el otro como cuando estamos solo con nosotros mismos. Es experimentar lo infinito del amor en un segundo, es realizar la plenitud del amor que nos es propia y de la que somos capaces los seres humanos. Es amor que nos proyecta a la eternidad y nos da fuerza y sentido para afrontar el presente. Es el orgasmo pleno y verdaderamente humano, aquel que es conforme a su naturaleza espiritual y corporal.
Blanca Mijares

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