viernes, 25 de diciembre de 2009

NACIMIENTO DE CRISTO ES MI NACIMIENTO


El nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro propio nacimiento a la vida celestial.

El chiquitín ha venido en medio de la noche callada. En un silencio total. En una soledad absoluta. Sólo su joven Madre y el bueno de José, a la luz de una lámpara de aceite, contemplan la carita celestial del recién nacido. En medio de tanta pobreza y humildad, están gozando como no ha disfrutado hasta ahora nadie en el mundo.

¡Mi niño!, grita María mientras le estampa enajenada su primer beso... - ¡Qué lindo, qué bello!, exclama extasiado José. Entre tanto - vamos a hablar así -, Dios no se aguanta más. Tiene prisa por anunciar a todos el nacimiento de su Hijo hecho hombre, y manda a sus ángeles que lo pregonen bien. Se avanza un ángel y desvela a los pastores, mientras les grita con alborozo: ¡Os anuncio una gran alegría! ¡Os ha nacido en Belén un salvador! Se rasgan entonces los cielos, aparece todo un ejército de la milicia celestial, que van cantando por el firmamento estrellado: ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres amados de Dios!...

A este Jesús, le felicitamos de corazón: ¡Cumpleaños feliz! ¡Por muchos años! ¡Por años y por siglos eternos!...

Hasta aquí, todos de acuerdo, ¿no es así?

Pero, ¿es verdad que nos podemos felicitar también nosotros, y que nos felicitamos de hecho nuestro propio cumpleaños?... Dos antiguos Doctores de la Iglesia, y de los más grandes, como son Ambrosio y León Magno, lo expresaron de la manera más elocuente y precisa.

San Ambrosio exclama en su Liturgia de Navidad: ¡Hoy celebramos el nacimiento de nuestra salvación! ¡Hoy hemos nacido todos los salvados!... Tiende su mirada más allá de la Iglesia, y felicita al mundo entero: Hoy en Cristo, oh Dios, haces renacer a todo el mundo.

Y el Papa San León Magno, con su elegancia de siempre, dice también: ¿Sólo el nacimiento del Redentor? ¡También nuestro propio nacimiento! El nacimiento de Cristo es el nacimiento de todo el pueblo cristiano. Cada uno de los cristianos nace en este nacimiento de hoy.

Tiene razón la Iglesia al cantar en uno de los prefacios de Navidad: De una humanidad vieja nace un pueblo nuevo y joven... Porque el Hijo de Dios, al hacerse hombre, nos hace a todos los hombres hijos de Dios. El nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro propio nacimiento a la vida celestial. Es nuestro cumpleaños también. ¡La enhorabuena a todos!...

Una felicitación de la que no es excluido nadie, desde el momento que todos somos llamados a la salvación. Ese mismo Papa de la antigüedad y Doctor de la Iglesia, San León Magno, felicita a todos con un párrafo que es célebre: ¡Felicitaciones, carísimos, porque ha nacido el Salvador! No cabe la tristeza cuando nace la vida. Si eres santo, ¡alégrate!, porque tienes encima tu premio. Si eres pecador, ¡alégrate!, porque se te ofrece el perdón. Si eres un pagano todavía, ¡alégrate!, porque eres llamado a la vida de Dios.

Una familia cristiana de Viena, a mitades del siglo dieciocho, celebró la Navidad de una manera singular. Aquel matrimonio tan bello recibía cada hijo como el mayor regalo de Dios. Apenas la esposa sentía los primeros síntomas, el esposo sacaba del armario los cirios de los niños anteriores y quedaban prendidos durante todo el rato que se prolongaba la función augusta del alumbramiento. Los cirios correspondían a los ángeles custodios de los hijos, que velaban este momento solemne. Cuando había llegado el bebé, se apagaban los cirios y se guardaban hasta que viniese otro vástago al hogar. En esta Navidad se prendieron nueve cirios. El primero se había hecho bastante corto, pues había alumbrado la estancia muchas veces anteriormente. El más alto, el prendido ahora por primera vez, correspondía a Clemente, el niño que venía entre las alegrías navideñas, bautizado a las pocas horas, y conocido hoy en la Iglesia como San Clemente María Hofbauer...

Este niño, que iba a ser un gran santo, es el símbolo de una realidad que se repite tantas veces en las familias cristianas. Con nuestra venida al mundo en el seno de la Iglesia, al recibir el Bautismo, repetimos todos el hecho de Belén. Cristo nace en un nuevo cristiano. Jesús y nosotros celebramos nuestro cumpleaños en el mismo día...

¡Felicidades a todos! ¡Felicidades!
Y que repitamos este cumpleaños, el de Jesús y nuestro, por muchas Navidades más...
Autor: Pedro García
Misionero Claretiano

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