viernes, 14 de mayo de 2010

INSTRUMENTOS DE LA PROVIDENCIA


Tú debes ser un instrumento de la providencia de Dios para los demás.

¿Qué puedes hacer por ellos? Puedes dar algo de lo que te sobre o de lo que no te es imprescindible. Pero hazlo con amor.

La madre Teresa de Calcuta cuenta que, en una ocasión, un papá consultó a su esposa y a sus hijos, si debían comprar una nueva televisión, pues la antigua estaba muy deteriorada, o darle el dinero ahorrado a los pobres de la Madre Teresa. Uno de sus hijos le dijo que quería la televisión, pero el parecer de los restantes fue darle el dinero a la Madre Teresa.

Ella dice: Hay personas muy pobres que cada mes me envían una rupia, parece nada, ¿verdad? Pero significa tanto para mí hay un hombre que me da sangre para los pobres. Va al hospital, da sangre y me entrega el comprobante de donante para los pobres. ¡Qué gesto tan hermoso!

Hace ya tiempo iba caminando por las calles de Calcuta y se me acercó un mendigo y me dijo:
-Madre Teresa, todo el mundo le da a usted. Yo también quiero darle algo.
Lo miré fijamente y le dije:
-Muy bien”.
Entonces, él añadió:
-Durante todo el día sólo he recibido 20 rupias (aproximadamente 25 centavos de dólar) una insignificancia, pero para él significaba mucho.
Tomé el dinero y les puedo decir que nunca he visto alegría tan grande como la aquel mendigo. Todo su rostro aparecía radiante de alegría, porque él había podido dar algo a la Madre Teresa.

Hay gente verdaderamente sacrificada y generosa. Hace un tiempo vino una mujer y me dijo:
-Yo quisiera ayudarla Madre, pero me paso todo el día de casa en casa, lavando ropa. Lo que gano tengo que llevarlo a casa para alimentar a mis hijos. Pero creo que, aún así, puedo dar algo para los pobres. Permítame venir una vez por semana a lavar la ropa de los niños.
Desde entonces está viniendo una hora a la semana para prestar este servicio.

Un día iba caminando por las calles de Londres. De pronto, vi a un hombre acurrucado en un rincón, con un aspecto de estar abandonado y solo. Me rogó que me acercara. Así lo hice. Lo tomé de la mano y se la estreché. Entonces me miro y me dijo profundamente emocionado:
-“¡Oh, hacía tanto tiempo que no sentía el calor de una mano amiga!”
Le brillaron los ojos y se incorporó. El simple calor de una mano amiga le produjo un rayo de alegría y de esperanza en su vida.

Averigüen bien quienes son sus vecinos. ¿Los conocen? Tal vez haya alguno enfermo, alguno que necesite un poco de cuidado, quizás alguno que necesite que le hagan las compras o alguno que esté ciego y que necesite que le escriban una carta. Traten de hacer cosas pequeñas, olvídense de las grandes, tal vez alguna sencillas flores para quien está enfermo. Hagan pequeñas cosas con mucho amor.
En una oportunidad, un hombre muy rico de Melbourne, en Australia, me entregó un sobre en blanco y me dijo:
-Escriba la cantidad que quiera para ayudar a sus pobres
Sin inmutarme le devolví el cheque y le dije:
-No necesito sus dólares, lo necesito a usted. Quiero que venga usted mismo a servir a los pobres
El banquero, en un primer momento se sintió sorprendido y molesto, pero después comprendió. A partir de aquel día, dedicaba tres horas semanales a servir en el Hogar de ancianos. Es fácil dar cosas, pero amor es darse uno mismo. Y nunca es demasiado joven para amar ni demasiado viejo para dejar de amar con sinceridad y de verdad.

Recuerda siempre que una palabra amable puede iluminar el día a un amigo, una palabra de amor puede curar y bendecir. Por el contrario, una palabra amarga puede crear rencores y una palabra cruel puede destruir una vida. Irradia amor y encontrarás amor, haz felices a los demás y encontrarás tu propia felicidad. No olvides que todos, sin excepción, necesitan un abrazo, una sonrisa, una palabra amable para ser más felices y tú se lo puedes dar. No escatimes tu amor, ama con descanso y con sinceridad y los demás también te sonreirán.

Y todo lo que hagas, hazlo con amor y por amor. ¡Es tan fácil hacer bien las cosas! Cuando cocines, cocina con amor para que quienes tomen los alimentos, reciban también a través de ellos tu amor, que ha bendecido la comida. Cuando laves o limpies o trabajes…, hazlo también con amor, pensando en aquellos que serán los beneficiarios y a quienes llegará tu amor, envuelto con la bendición de Dios, a través de lo que has hecho. Hazlo todo por amor, que la raíz de toda tu vida sea el amor, el amor a todos sin excepción. Dios juzgará a tus enemigos. Tú solamente ama y perdona.

Cada día, al levantarte, prepárate a emprender una nueva jornada llena de amor. Recuerda que el amor no se improvisa ni se da por supuesto. El amor hay que construirlo momento a momento. Dite a ti mismo:
-Hoy es un nuevo día y quiero que todos los que se acerquen a mí sientan mi amor y sean un poco más felices. Qué nadie se aleje de mí sin ser mejor y más feliz

Regálales flores del jardín de tu alma con sonrisas, palabras, servicios… No pierdas nunca la capacidad de amar, pues el hombre que pierde la capacidad de amar es como un cadáver ambulante, que ha perdido la luz y la alegría, por haber perdido el amor. Y, si alguna vez, Dios no lo quiera, caes en la oscuridad de graves pecados, arrepiéntete, porque tu Padre Dios te está esperando para devolverte la luz y la paz.

Mira más allá de los confines de la Tierra, más allá del mar, más allá de donde comienza el día y termina la noche, más allá del horizonte y el tiempo, El amor de Dios empapa el universo entero.

Por eso, ama y respeta también la naturaleza creada, pues todo lo ha creado Dios para el bien del ser humano. Ama a los pájaros, a las flores, a los ríos, a las montañas y al viento, que mueve las hojas de los árboles. Ama todo lo que te rodea y cuídalo para tu alegría y felicidad de todos.

Recuerda a San Francisco de Asís a quien el Papa Juan Pablo II nombró en 1980 el patrono de la ecología. Él amaba a los pájaros y les predicaba. En una ocasión, salvó a un conejo de campo de una trampa y éste, agradecido, se acomodó en su regazo. Hay historias de abejas que rondaron amorosamente su cabeza, y la de un halcón que se posó sobre su hombro, y la del lobo de Gubbio, a quien apaciguó. Según cuenta san Buenaventura y está escrito en la vita prima de Celano, en una ocasión… el bendito Padre san Francisco pasaba por el valle de Spoleto y llegó a un lugar llamado Bevagna, donde muchos y variados pájaros estaban congregados… Al verlos, Francisco, el bendito servidor del Señor, porque fue un hombre de gran fervor, que tenía mucha simpatía por las criaturas inferiores e irracionales, abandonó a sus acompañante en el camino y se dirigió a ellos… Los pájaros lo esperaban expectantes y él los saludó… Humildemente les pidió que escucharan las palabras de Dios. Y les dijo:
-Mis hermanos pájaros deben amar Uds. al Creador profundamente y alabarlo siempre. Él les dio las plumas que tienen, sus alas para volar y todo lo que necesitan. Él les ha hecho nobles entre las criaturas y les dio un hogar en el aire puro. Uds. no siembran ni cosechan y Él los protege y los gobierna sin ninguna ansiedad de parte de ustedes…”
Los pájaros se mostraron gozosos, a su manera, estirando el cuello, extendiendo sus alas, abriendo sus picos y mirando atentos a Francisco.

Tú también, de vez en cuando, sal al campo, mira volar a los pájaros, contempla las flores, observa el panorama y déjate acariciar por Dios a través de los rayos del sol. Te aseguro que volverás mejorado a tu labor cotidiana.

Aprende a renacer cada mañana, como el paisaje al despuntar la aurora, como el sol que amanece en tu ventana. Aprende a amar, es decir, aprende a vivir de verdad. Y, cuando veas a tu alrededor hipocresía, véncela con sinceridad y verdad. Vence el odio con el amor; vence la venganza con el perdón; vence la tristeza con tu alegría y la oscuridad con tu luz interior. De modo que cualquier persona que se acerque a ti, hombre o mujer, niño o anciano, rico o pobre, blanco o negro, creyente o ateo encuentre en ti un hermano y un amigo que lo ama y en quien puede confiar. Te deseo que seas un instrumento del amor y de la alegría de Dios para tus hermanos. Y que, al final, cuando te llegue la hora de la muerte y te duermas entre los hombres, despiertes entre los ángeles, cantando para siempre un canto de amor.

También los ángeles son instrumentos de la providencia de Dios para cuidar a los hombres.
P. Ángel Peña: Libro: La providencia de Dios

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