jueves, 5 de agosto de 2010

ESPERAS COMO BUEN PASTOR EN EL SAGRARIO


Y Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu corazón que es amarnos a cada uno.

Una vez más, Señor, ante ti.

La tarde está lluviosa. Han llegado las lluvias.. Tardes grises, húmedas, silenciosas... y Tu siempre ahí esperando...

Estás en todos los Sagrarios de la Tierra desde hace más de dos mil años. Estás desde aquella "noche" en que te quisiste quedar para no dejarnos solos, para acompañarnos como se acompaña al amigo en sus momentos felices, en sus horas tristes y amargas, también en el lecho de la enfermedad, en la soledad de los años viejos.

Estuviste, estás y estarás. Las generaciones pasan, el tiempo no se detiene y Tú quisiste quedarte porque sabías que te íbamos a necesitar.

Y vamos recordando cómo te afanabas por enseñarnos cuánto es tu amor por los que te olvidan:
· por lo que dicen que no creen en ti,
· por los que un día, quizá sin saber por qué, se fueron de tu redil...
· del que recuerda como una cosa lejana y bella el día en que te recibió por primera vez y después... nada,
· del que te empezó a negar porque se rieron de él el grupo de aquellos nuevos amigos...
· del que por una pasión, donde hubo lagrimas en otro hogar, comenzó una vida encadenado o encadenada a un delirio donde tu ya no cabías...

Jesús... y nos hablas del pastor que echa en falta a una de sus ovejas, y sale a buscarla hasta que la encuentra... Y tus palabras tienen el mensaje de tu gran amor: "Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, y llegando a su casa convoca a los amigos y vecinos y les dice: ALEGRAOS COMIGO PORQUE HE HALLADO LA OVEJA QUE SE ME HABÍA PERDIDO".

¡Qué profunda ternura, que gran alegría encierran estas palabras, Jesús mío!

Y Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu corazón que es, que alguien que te abandonó... que alguien que se olvidó de ti, n día volverá. Que aquel que ya no reza, un día abra sus labios y desde su corazón te diga que lo perdones, que quiere volver a ti, a formar parte de tu rebaño, que quiere, como el hijo pródigo volver al Padre, y que aquel que te dijo: no creo... te diga: NO SOLO CREO... TAMBIÉN TE AMO.

"OS DIGO QUE, DE IGUAL MODO, HABRA MAS ALEGRIA EN EL CIELO POR UN SOLO PECADOR QUE SE CONVIERTA QUE POR NOVENTA Y NUEVE JUSTOS QUE NO TENGAN NECESIDAD DE CONVERSIÓN".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Del Evangelio de Lc. 15, 4-7
Autor: Ma Esther De Ariño

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