domingo, 26 de septiembre de 2010

LA CUESTIÓN DE DIOS, LA CUESTIÓN DE LA VERDAD Y LA LIBERTAD


Cuando hablamos hoy del saber como liberación de la esclavitud que es la ignorancia, no solemos pensar en Dios, sino en el saber dominar”, en el arte de manejar las cosas y tratar a los seres humanos.

Dios queda fuera de juego; parece irrelevante en el tema de aprender a vivir.

Primero hay que saber afirmarse a sí mismo; una vez asegurado esto, podemos dar margen a la especulación. En este recorte del conocimiento estriba no sólo el problema de nuestra idea moderna de la verdad y la libertad, sino el problema de nuestro tiempo en general. Porque se da por supuesto que para orientar las cosas humanas y configurar nuestra vida es indiferente que exista o no exista Dios. Dios parece estar fuera de los contextos funcionales de nuestra vida y nuestra sociedad; es el célebre deus otiosusde la historia de las religiones. Pero un Dios que sea irrelevante para la existencia humana no es Dios, puesto que es impotente e irreal.

Si el mundo no viene de un Dios ni es regido por él hasta lo mínimo, significa que no viene de la libertad y que, por eso, la libertad tampoco es una posibilidad en él; el mundo es entonces una serie de mecanismos ciegos, y toda libertad en él es apariencia. En este sentido nos encontramos de nuevo con que la libertad y la verdad son inseparables. Si nada podemos saber de Dios ni Dios quiere saber nada de nosotros, no somos libres en una creación abierta a la libertad, sino elementos de un sistema de fatalidades donde, incomprensiblemente, el ansia de libertad no quiere extinguirse. La cuestión de Dios es a la vez y solidariamente la cuestión de la verdad y la libertad.

De: Cristo, la verdad. Verdad, libertad y pobreza en: Un Canto Nuevo para el Señor, Joseph Ratzinger, pag. 31-32.Ed. Sígueme.

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