sábado, 27 de noviembre de 2010

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO


Conmemoración: 28 de Noviembre.

Este domingo 28 de Diciembre ingresamos en el Tiempo de Adviento, con ello, como iglesia damos inicio al nuevo año litúrgico. Viviremos un periodo de cuatro semanas de espera gozosa, en el que nos preparamos en familia y en comunidad a la celebración del Nacimiento de Jesús.

Y esta es una preparación que consiste nada menos que en la conversión del corazón acompañada de gozo y alegría, esperanza y oración. Pues bien, el gozo y alegría nos son familiares y más o menos comprensibles, la oración entre balbuceos y momentos muy tiernos intentamos vivirla día a día…Sin embargo, ¿la esperanza?

Muchos dicen: tiempo de Adviento, tiempo de la Esperanza… ¿No es toda nuestra vida un Adviento, una espera, una esperanza? Y en el fondo de nosotros: ¿Qué esperamos realmente? Santa Teresita del Niño Jesús en Historia de un Alma nos dice: Obtenemos de Dios, tanto como esperamos…”, y es que precisamente, cuando despojamos a la esperanza de formulas hechas sin contenido sincero, es cuando la Esperanza puede ofrecer sentido a nuestra vida cotidiana…

Pero además, podemos añadir que decir Adviento, es decir tiempo de Esperanza, y también tiempo de Deseo…porque nuestra fe en Cristo tiene que ver con ello… Ante lo que ocurre en el mundo, por un lado, hay de los que se las arreglan para deslizarse por la vida sin molestias, en situaciones privilegiadas, esta es una evasión que como discípulos de Cristo no aceptamos…Otros recurren a la violencia, como seguidores de Cristo sabemos que aquello multiplica el mal inicial. Podríamos enumerar muchas otras maneras de esquivar que en su conjunto como cristianos de fe no aceptamos. Y es que como católicos nos situamos en lo opuesto a la resignación, comodidad y violencia y sin cesar dirigimos nuestra mirada hacia Aquél que nos ha dado la Vida. Por ello, esperamos y deseamos la venida de la Vida…

Y algo más, somos hijos de Dios, y el Reino de Dios está aquí desde el momento en que reina el Amor entre nosotros. Y allí está lo esencial: la venida de Cristo es un don que podemos recibirlo y transmitirlo: el Amor que nos viene de Dios, que es Dios, nos trasciende para llegar a los demásy ese Amor se hace Vida

Y bien, regresemos a nuestro tiempo de Esperanza que es el Adviento, y vayamos a nuestra vida cotidiana, en la que muchas veces convivimos con rostros prematuramente entristecidos de tantos jóvenes, con la mediocridad de tantos adultos y el vacío egoísmo de tantos niños. Por otro lado nuestros comportamientos, similares y diferentes, personas que se dedican a sus tareas habituales, ¿qué tiene que ver esta cotidianeidad con este periodo de espera? Pues bien, se trata de gestos que pueden ser los mismos pero el estado del espíritu puede ser muy diferente: ¿qué buscamos cuando nos dirigimos a realizar nuestras tareas cotidianas? Muchas motivaciones son posibles: matar el tiempo, alimentar a la familia, ganar dinero, hacer alarde de superioridad, real o ilusoria Algunas motivaciones son compatibles con ese esperar a Cristo, otras no…

Y es que nos toca preguntarnos lo que deseamos realmente. Si nuestro deseo es sano, si va en un sentido humano verdadero, si prevalece sobre todo otro deseo que es el de nuestra espera de la venida de Dios, esto colorea todo lo que deseamos realizar. Y este deseo nos habita aún cuando no pensamos en ello. Es allí cuando podemos acceder a un gozo, una alegría diferente; esa insatisfacción y esa espera se tornan felices...Y es que entonces, nuestra fe se puede vivir con esperanza en medio de todas las conmociones del mundo. A fin de cuentas, todo aquello que nos toca en cruz, se une a la Cruz de Cristo que es preludio de Resurrección…

En la actualidad, podemos apreciar que no se trata de una crisis de fe… Al contrario: hoy, más que nunca, la gente parece dispuesta, casi urgida, de creer en algo. Tampoco es directamente una crisis de amor, porque nunca dejamos de amar, aunque amemos mal. Es la esperanza la que nos toca ofrecer a este mundo, cansado, desengañado y hastiado de todo, una genuina y vigorosa esperanza…

Pues bien que cada año sean más los hogares, grupos, parroquias que con esperanza se unan a la linda tradición de la Corona de Adviento que convoca en amor, reafirmando nuestra fe con la oración que en cada uno de los domingos de Adviento acompaña al encendido de una vela como símbolo de la llegada de la Luz al Mundo. El encender, semana tras semana, las cuatro velas de la corona, debe significar nuestra gradual preparación para recibir a Jesús en Navidad con un corazón lleno de esperanza.

Por eso en este primer domingo de Adviento, bendigamos esta corona y encendamos nuestra primera vela, dirigiéndonos a nuestro Señor de corazón, pidámosle que nos lance como auténticos testigos de esperanza más allá de nosotros mismos y que nos ayude a mantener los ojos y el corazón abiertos a la entraña de este mundo, tan amado de Dios y así devolver a todos el derecho de caminar hacia un mundo nuevo.
Jesús te ama.

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