viernes, 24 de diciembre de 2010

LA SAGRADA FAMILIA


LA SAGRADA FAMILIA: TRINIDAD DE LA TIERRA

Hasta ahora hemos abordado el estudio de la Trinidad analizando las relaciones que los evangelios nos presentan entre Jesús, su Padre Dios y el Espíritu Santo.

Pero puede también seguirse otro camino más sencillo: el camino de Belén, Egipto y Nazareth. Dios Hijo, ahora lo podemos entender, eligió al hacerse Niño entre nosotros una morada lo más parecida posible a su Divina Comunión Trinitaria: la Sagrada Familia, morada de entrega y amor mutuo, morada de humildad y, sobre todo, morada en la que se participa del modo humanamente más perfecto posible de la Vida Trinitaria.

Si, como ha dicho Juan Pablo II, "el modelo originario de la familia, hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida", entonces la familia es también el lugar que mejor nos puede ayudar a comprender la Trinidad. Si el "Nosotros" divino constituye el modelo eterno del "nosotros" "humano", entonces el "nosotros" humano familiar es icono de la Trinidad. Según esto, la familia es la realidad humana en la que se refleja con más limpidez el Amor Intratrinitario, el mejor ejemplo humano para poder entender a Dios. Y Dios es, de algún modo un "nosotros" familiar.

Afirmar esto no es decir simplemente algo bonito. Significa, como ha dicho el Santo Padre, que la imagen y semejanza divinas no se cumplen sólo en un hombre singular, sino también en la relación hombre-mujer, es decir, que cabe la analogía interpersonal, ya que "a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer lo creó" (Gen 1, 27).

Además, a la luz de lo visto en estos capítulos, podemos comprender que hay dos aspectos del nosotros familiar en los que se reproduce el nosotros trinitario. El modo en que se articulan ambos aspectos cambia en la Trinidad y en la familia, por supuesto, ya que se trata sólo de una analogía. Pero la analogía sirve para comprender más a fondo los dos términos de ella: tanto a la familia como a la Trinidad.

En primer lugar la familia reproduce los dos tipos de amor intratrinitario. Los dos amores familiares, el amor-don de sí de los esposos y el amor-generación paterno-filial los ha querido Dios hacer así como un reflejo de las dos entregas que estructuran la Trinidad, la entrega-generación que marca la relación Padre-Hijo y da origen a esas dos personas en el Espíritu y la entrega-anhelo o entrega-don que marca la relación Padre-Hijo anhelantes- Amor anhelado y da origen a la persona del Espíritu Santo.

En segundo lugar es también propio del amor familiar esa tendencia simultánea hacia dos quienes que hemos descubierto en el dinamismo amoroso trinitario. La familia hace que, así como en la Trinidad cada persona ama con un mismo dinamismo a las Otras dos, el amor del padre a la madre incluya el amor del hijo, el amor de la madre al esposo incluya el amor del hijo y el amor del hijo por el padre o la madre incluya el amor por el otro progenitor. El amor a uno incluye el amor hacia el otro.

Podemos terminar, por tanto, este estudio sobre Dios, afirmando que la Sagrada Familia es el lugar del mundo donde más radicalmente se reproduce el modelo trinitario. Y podemos también, en este sentido, atisbar de algún modo la intensidad del amor del corazón de María por su esposo San José al darnos cuenta de que su amor hacia él era parte del mismo dinamismo de amor con que Ella se entregaba a su Hijo Jesucristo.
Alejandro Burgos

LA SAGRADA FAMILIA
Se celebra la fiesta de la sagrada familia el domingo que cae dentro de la octava de navidad. Es una fiesta de devoción, introducida por primera vez como celebración opcional en 1893. El culto de la sagrada familia se hizo muy popular en el siglo pasado, sobre todo en Canadá. El papa León XIII lo promovió muchísimo. En unos tiempos en que las fuerzas secularizantes constituían una amenaza clara para la familia cristiana, se propuso a la sagrada familia de Nazaret como modelo, como fuente de inspiración y de ayuda.

Su origen relativamente reciente y el hecho de que propende al sentimentalismo han hecho que esta fiesta no goce de aceptación universal. Ciertamente tenemos que disociarla de un tipo de espiritualidad un tanto superficial, que presenta pinturas ñoñas e idílicas de la familia de Nazaret y que se refleja en un determinado tipo de arte religioso muy popular en el siglo pasado. La liturgia de la fiesta no constituye el espaldarazo ni la perpetuación de una piedad tan equivocada. Trataremos de verla aquí de manera objetiva y positiva.

Si la consideramos de manera positiva, la fiesta puede ayudarnos a ver la encarnación en un contexto más amplio, a considerar sus consecuencias culturales y sociales. Efectivamente, no basta con decir que el hijo de Dios se hizo hombre. Esto sucedió en un tiempo y en un lugar concretos. El adoptó una familia, un hogar, una ciudad, un medio cultural determinados; creció en este entorno, fue educado en la fe judía, aprendió el oficio de carpintero e hizo amigos. Los años pasados en Nazaret fueron años de formación, de preparación para su misión.

En una exquisita homilía que se lee en el Oficio de lecturas, el papa Pablo VI llama la atención sobre este aspecto de la encarnación. Y reflexionando sobre la vida familiar de Cristo en Nazaret, dice: "Sobre todo aquí se hace patente la importancia de tener en cuenta la pintura general de su vida entre nosotros, con su concreto entorno de lugar, tiempo, costumbres, lengua, práctica religiosa". Dios se hizo hombre, trabajador, carpintero e hijo de carpintero, nazareno, cuyos padres eran conocidos en aquel lugar. Le reconocemos como verdadero hombre, pero no perdemos de vista jamás su naturaleza divina. Efectivamente, "adoramos al hijo del Dios vivo que se hizo" Hijo en una familia humana.

Navidad es un tiempo hogareño, familiar. Y esto tiene una importancia religiosa y psicológica: necesitamos volver a los orígenes, a las raíces, a la familia de cuando en cuando. En el plano espiritual hacemos esto en nuestras celebraciones litúrgicas, renovando nuestros "orígenes sagrados" cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor. La cueva, el pesebre..., allí comenzó todo. Pero el hogar fue el entorno en el que aprendimos la fe por primera vez. Para los judíos de otros tiempos era una obligación sagrada la de volver al hogar y a la familia. Toda la noción del Año Jubilar da testimonio de esto: "Cada uno de vosotros recobrará su propiedad, cada uno de vosotros se reintegrará a su clan" (Lev 25,10). De esta manera, la navidad es una especie de celebración de familia en el plano humano y en el espiritual.

El Antiguo Testamento da testimonio de un elevadísimo ideal de vida familiar en el pueblo judío. Aparece claramente esto en la primera lectura de la misma, tomada del Levítico (3,2-14), que destaca la virtud del amor y de la obediencia filiales. Indudablemente, san Pablo se inspiró en este y en otros textos similares cuando escribió de comunidad y de vida familiar en el Señor. En el Oficio de lecturas tenemos su tratado del capítulo 5 de Efesios, donde habla del amor y de la fidelidad conyugales, de la obediencia mutua, del deber de los hijos para con los padres y de éstos para con aquéllos. La segunda lectura de la misa, tomada del capítulo 3 de la carta a los de Colosas, ofrece un bello ideal no sólo de vida familiar, sino de vida comunitaria en general.

La vida familiar es un valor importantísimo, pero no absoluto. Jesús buscó ante todo la voluntad de su Padre. Los lazos familiares estaban subordinados a la misión que él había recibido del Padre. Las lecturas evangélicas para el ciclo trienal aluden de una forma un tanto inquietante a lo que espera a Jesús y a sus padres: él será mal interpretado y perseguido, será "signo de contradicción", y una espada de dolor atravesará el corazón de su madre.

"¿No sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?" Y llegará el momento en que Jesús abandone el hogar y a sus padres para adoptar la vida incómoda de un predicador itinerante, sin hogar y sin un lugar donde reclinar su cabeza. No deja de amar a sus padres ni rompe todos los lazos y relaciones con el hogar, pero tiene que distanciarse de la vida segura circunscrita a Nazaret, a fin de entregarse por completo a su misión. Había que establecer nuevas relaciones que trascendieran el parentesco puramente humano. Jesús mismo llegaría a declarar que sus padres y sus hermanos eran los que hacían la voluntad de su Padre.

Los seguidores de Jesús están llamados también a dejar la seguridad del hogar y de la familia, a sacrificar todo aquello que es lo más deseable desde una perspectiva humana. Ese es el contenido de toda vocación religiosa o de una vocación que encierra una llamada concreta a seguir a Cristo y a servir a sus hermanos. Es necesario que nos perdamos a nosotros mismos para encontrarnos. Hay que ampliar el horizonte de nuestra familia para abrazar a todos los hombres y mujeres. Esto no significa un frío distanciamiento de nuestra propia parentela, sino la no esclavización en el apego a ellos. Jesús no se distanció de su madre, pues ella le acompañó hasta el final. Nosotros no dejamos o abandonamos a nuestros padres o familiares, sino que establecemos una relación nueva y más profunda con ellos. Porque el Señor, complacido en nuestro sacrificio, nos devolverá, en una forma más profunda y bella, a nuestros padres, hermanos, hermanas y amigos.
Vincent Ryan
Adviento-Epifanía

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA

Sagrada Familia de Nazaret:

Enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros.

Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en los secreto.

Enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable.
Amén.

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