martes, 25 de enero de 2011

SI NO FUERA PAPA ESTARÍA EN MEDJUGORJE


Le agradezco, Sofía, por todo lo referente a Medjugorje. También yo voy allí a diario en la oración: estoy unido a todos lo que van allí a rezar y que allí mismo reciben la llamada a la oración. Hoy comprendemos mejor esta llamada

Es el extracto de una carta escrita por el papa Juan Pablo II y recogida por su postulador, Slawomir Oder, en el libro Perché è santo”. Pero paremos un poco en tal anécdota. En el capítulo tercero de la obrita, el postulador pretende centrarse en los aspectos místicos del papa polaco. Y tras unos breves apartados sobre la oración, los pobres, o su misteriosa y profética relación con el padre Pío… se centra en el coloquio con María”. Interesantísimo apartado, más aún cuando algún alto purpurado meses atrás habría comentado que Wojtyla hablaba con la Virgen. Don Slawek ni afirma ni desmiente tal asunto, sólo reconoce que si bien no la veía, sí que la sentía. Y debía ser de un modo especial, como reconocen tantos testigos – muchos de nosotros hemos podido percibirlo - cuando le veían rezar de ese modo tan suyo, en el que parecía suspendido, aislado del mundo, por mucho que multitudes le rodearan y acosaran con cantos y gritos. Wojtyla entraba en una dimensión sobrenatural con tal naturalidad que sus ratos de oración acercaban lo espiritual a la tierra de un modo llamativo. Wojtyla es el Papa de María, no cabe duda, pero contra el sentir casi histórico y de los medios, el papa Wojtyla se sentía más cerca de Medjugorje que de Fátima. ¡Y se sentía el Papa de Fátima!

¿Qué pasa aquí? De entrada llama la atención que el postulador, una vez centrada la relación del Papa con María, circunscribe toda su alma mística a Medjugorje. De hecho las referencias a Fátima en el librito son menores en comparación con las que se hacen de Medjugorje. La capacidad de un análisis completo viene dificultada por ese tono inconstante de la misma obrita del postulador, en el que se pretende penetrar el alma del Papa a base de pequeños retazos, o anécdotas que iluminen aspectos concretos de la figura de Karol Wojtyla, cuando de suyo arrojan tanta luz como dan sombra. Hará falta una obra más profunda y más detallada, pero no es esta la pretensión de don Slawek. No es una obra sistemática, sino más bien anecdótica, pero el postulador sabe su papel y lo que representa. Por tanto las anécdotas no son aleatorias en su significado. Y las anécdotas recogidas sobre Medjugorje son tantas que no se puede dejar de ver una intencionalidad más allá: son como un guiño descarado del postulador a favor de tales apariciones, pero no por su cuenta, sino por cuenta del Papa muerto, como si cumpliera el mandato de decir por Wojtyla lo que muerto ya no puede.

Volvamos al extracto de la carta. ¿Qué tiene en sí mismo? Más allá de la aprobación personal y absoluta a la veracidad de las apariciones, hay una descripción de su porqué. Toda aparición auténtica tiene un porqué. Un porqué directo, visible, a la par de otro escatológico, más olvidado y despreciado en estos tiempos. Pero Medjugorje tiene sus porqués. Cuando Wojtyla sale de la muerte aquel 13 de mayo de 1981 su historia personal queda vinculada a María, y en concreto a la protección de la Virgen dentro de una historia concreta y brutal narrada por la misma Señora en Fátima: el papa sufrirá mucho. La plaza de san Pedro fue testigo mudo de la brutalidad oculta en tal aseveración. Pero no se puede olvidar que un mes después de aquel atentado dan inicio las apariciones de Medjugorje. Wojtyla pudo entender vitalmente la directa relación de Fátima con Medjugorje, representando el vínculo de unión su mismo atentado. Medjugorje continuaría la advertencia de Fátima, donde ahora el sufrimiento del Papa - materializado con su lucha contra la muerte en el Gemelli - debía dar paso, con su milagrosa curación, a las demás advertencias marianas dadas en Fátima y que Medjugorje actualizaría.

Porque la clave era la misión íntima de Medjugorje: hoy comprendemos mejor esta llamadadiría Wojtyla, como declarando y desgranando el sentido íntimo de Medjugorje: la oración. La vocación íntima y real de ser llamados a la oración”, pero no de un modo ascético desvinculado de los hitos concretos de estos tiempos, sino como una realidad pegada al barro de los tiempos en el que la gravedad del mal, su fuerza destructora, sólo podría ser detenida en la humilde y sorprendente fuerza de la oración.

La mano poderosa de la Virgen había detenido una de las balas mortales del francotirador Agca (el que nunca fallaba y que seguía sin entender como había fallado desde tan cerca) por gracia de su poderosa intercesión (si bien también sabemos que esa intervención de María había requerido de la presencia en bilocación de una santa monja, pero esto es otra historia que será contada en otra ocasión) porque el mañana lo escriben los hombres con el permiso del Cielo, pero lo cambia la oración. Medjugorje quería recoger ese testigo. Es como si dijera: estas horas de oscuridad exigen de nuestra oración y conversión”, sólo así detendremos lo que los hombres nos estamos preparando. Eso lo sabía Wojtyla y eso había tratado de recordarnos durante su pontificado: el que la paz, la única paz posible, depende de que Cristo entre en nuestro corazón. Y eso, en estos tiempos de dureza, es cuando se hace más necesario y Medjugorje más imprescindible.
César Uribarri

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