viernes, 18 de febrero de 2011

LEVANTA TUS MANOS PARA EL MILAGRO


Cuando tomamos el último resto de fuerza para levantar nuestras manos ante Dios, es allí cuando el milagro empieza a ocurrir.

Y sucedía cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec”. Éxodo 17.11

En el entrenamiento militar, a los reclutas se les hacer un ejercicio que consiste en tomar el fúsil con una mano levantada al frente, y sostenerlo en esa posición el mayor tiempo posible. Al comienzo, toda la fila de soldados es uniforme en esta posición, sosteniendo el fúsil con una sola mano. Pero al transcurrir algunos minutos, los brazos levantados, cansados por el esfuerzo, comienzan a bajarse.

En este último tramo del mes, es cuando muchas personas comienzan a bajar sus brazos.

Bajar los brazos obajar las manos significa: Cansancio, impotencia ante algo, darse por vencido, rendirse, derrota.

Hoy, hay demasiadas personas a nuestro alrededor que han bajado los brazos, han bajado sus manos.

Han sido derrotados por las circunstancias o situaciones que se les presentaron, y como no pudieron con sus talentos, capacidades y recursos humanos salir exitosos, se dieron por vencidos, es decir, bajaron los brazos y sus manos.

¿Cómo están tus manos? Levantadas o caídas.

Dice la Escritura que cuando Moisés alzaba su mano, Israel prevalecía...” Cuando alzas tus manos, prevaleces en tu vida, con tu familia, en tu trabajo, en tus estudios, en tu salud, en tus finanzas. En todo lo que hagas y emprendas, cuando alzas tus manos: Hay éxito.

Levanta tus manos para orar a Dios: “Oye la voz de mis ruego cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacía tu santo templo. Salmo 28.2.

Hay una diferencia entre orar con los brazos y manos bajas, que orar al Dios vivo con las manos levantadas. Las manos levantadas ante la presencia de Dios, denota una actitud de victoria, de fuerza triunfadora, de confianza en que todo va estar bien, de fe de que nada es imposible.

El peso de las cargas de todo lo negativo, el peso que produce la adversidad y todo lo que no deseamos y que nos ocurre, tienden a que nuestros brazos y manos se debiliten, y seamos derrotados.

Cuando a pesar de todo y de todos, tomamos el último resto de fuerza para levantar nuestras manos ante la presencia del Único y Verdadero Dios, nuestro Padre celestial, es allí, justo en ese preciso instante, que todo cambia, el milagro empieza a ocurrir.

Dios oye nuestra voz y todo se transforma para nuestro bien. Levantar las manos, es confianza y fe en nuestro Padre Dios. Cuando levantamos nuestros brazos, nos tomamos de la mano de Dios y caminamos para arriba y para adelante.

Levanta tus manos para superar los límites: “Y tu alza tu vara, y extiende tu mano hacia el mar...” Éxodo 14.16.

Alguien escribió lo siguiente: Extiéndete más allá de lo que puedas creer. Los límites, nos limitan. Frenan nuestro crecimiento. Nos detienen. No nos dejan avanzar. Nos estancamos y comenzamos a conformarnos y a decir no podemos.

Cuando nos paramos frente a lo que nos detiene y que en lo natural no podemos superar, alcemos el poder que tenemos, extendamos nuestra manos, y superaremos nuestro límites. Lo que nos detenía, perderá su control.

Avanzar sin detenerse es el lema de aquellos que hemos descubierto el poder de levantar las manos. No hay límites para los que nos tomamos de la mano de Dios. Con Dios caminamos para arriba y adelante.

Levanta tus manos para derrotar a tus enemigos: “Y sucedía cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Éxodo 17.11.

Solos no podemos, siempre es mejor hacer todo en equipo. Tenemos el equipo de la familia, de los hermanos en la fe, de los amigos.

Moisés solo levantaba la mano y el pueblo de Israel prevalecía, pero cuando comenzó el cansancio a afectar a Moisés, el pueblo comenzó a sufrir la derrota.

Pero gracias a Dios que allí a su lado, estaban Hur y Aarón para levantar sus manos y alcanzar la victoria final.

A nuestro lado están los que amamos: Familia, hermanos en la fe, amigos que amamos. Dios nos dice No luchemos solos, echemos mano al poder del equipo y tomados de la manos de Dios, caminaremos para adelante y hacia arriba.

Levanta las manos para bendecir: “Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos”. Salmo 63.4

Bendecir es agradecer, dar y disfrutar lo que recibimos para volver a dar con gratitud. Este ciclo de bendición multiplicadora aumenta constantemente y se desarrolla hasta donde seas capaz de creer y de ejercerlo.

Levanta tus manos ahora y suelta bendición sobre alguna persona que venga a tu mente, sobre alguna persona que se cruce en tu camino. Todo lo que bendigas, vuelve a ti multiplicado.

Levanta tus manos para tomarte de la mano de Dios para caminar hacia arriba y para adelante.

Las manos Permanecen Levantadas de acuerdo a la Fortaleza, la Capacidad de Resistencia y Persistencia de quien las levanta.

Oración: “Gracias Dios mío y Padre mío por esta Palabra. Al orar en este momento lo hago con mis manos levantadas para superar lo que me limita, para derrotar a mis enemigos, para bendecir. Gracias Dios por esta Palabra que salió de tu corazón y se escribió con fuego en el mío. En el nombre de Jesús, amén y amén”.
Juan P. Muñoz

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