jueves, 31 de marzo de 2011

EL ANACORETA Y SETENTA VECES SIETE...


Hablaban nuestros dos amigos sobre el evangelio del día.

El joven seguidor dijo:

-Realmente, eso de perdonar setenta veces siete, es decir, siempre, es muy difícil por no decir imposible.

Sonrió el Anacoreta mientras decía:

-Sí. Pero este texto, junto al de amar a los enemigos, es central en el cristianismo. Lo entendió muy bien Gandhi, que no era cristiano, cuando dijo a propósito de la vida de Jesús: "Leyendo toda la historia de esta vida...me parece que el cristianismo está todavía por realizar...Mientras no hayamos arrancado la violencia de la civilización, Cristo no ha nacido todavía".

Guardó unos momentos de silencio y añadió:

-El ojo por ojo, nuestra justicia, que demasiadas veces no es sino venganza encubierta, las heridas sin cerrar en nuestro corazón, son fruto de la violencia.

Miró al joven seguidor y prosiguió:

-Ciertamente es muy difícil, y a veces negativo, hablar a la víctima sobre el perdón. Es algo que no puede exigirse, ni siquiera predicar. El perdón ha de brotar de nuestro interior. Y para ello debemos crear un clima propicio.

Puso una mano sobre el hombro del joven a la vez que decía:

-¿Te has fijado? Nuestra sociedad ha ganado mucho en sensibilidad sobre los derechos humanos y, en cambio, cada vez vemos más normal utilizar la violencia para arreglar los problemas. "A estos les daba yo una buena paliza y verás como ya no roban más". "¡Qué esperan a mandar un misil a la cabeza de Gadafi!". "¿Terroristas? Con ellos empleaba la ley de fugas y todo resuelto". Cada vez oímos más frases como estas... Sin embargo, la violencia no soluciona el problema, lo aparca, lo oculta. El mal no se puede detener con el mal, ni la injusticia con la injusticia. El problema está en que querríamos soluciones rápidas... y eso no es posible.

El joven preguntó:

-Entonces, ¿qué podemos hacer?

Sonrió el Anacoreta al responder:

-Sembrar bondad. Sembrar paz. Sembrar amor. Reconocer nuestros errores, perdonarnos a nosotros mismos e intentar perdonar a los demás. Cerrar heridas, aunque quede la cicatriz.

Viendo la expresión del joven rió y concluyó:

-Ya sé. Parece muy utópico. Teorías, te dirán otros. Pero es tan difícil llevarlo a la práctica... Y es el único camino por el cambiaremos este mundo...

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