viernes, 18 de marzo de 2011

EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO


Más nos vale. Más me vale que Tú, Señor, seas compasivo, seas el Padre que por vía de urgencia e intraanimosa necesito y cauterices mis desaires; esas heridas que por favor queden bien desinfectadas con Tu proverbial absolución y crucificada misericordia.

Siempre que me las veo a solas conmigo mismo, siempre que me doy más lustre del debido en lo católico y pienso que soy un tipo que se las sabe todas (o mira qué piadoso) el batacazo es mayúsculo, algo se pudre, los moratones me dejan el alma triste, como oscura, como esos días que el cielo se pone sucio de tanta nube.

Se me descoyunta el ánimo, el corazón vacila, la mirada deambula, no se fija en nada en concreto (o se fija demasiado en concreto en lo que no debe).

Y me pongo a buscar un Sagrario entre el revoltijo de mis libros o en un apasionado beso o en lo más íntimo del color verde; o en todos esos paisajes que sueño de Canadá o México (tan lejos, tan cerca) o en la belleza que se esconde tras una fecha cualquiera del tiempo, o en alguna palabra que me da por acariciar en un verso de Machado.

Necesito un Sagrario donde dejar mi alma un rato (un rato largo), hasta que vuelva a su ser y ame a Cristo sea cual sea la circunstancia o el envite o la fantasía o el extravío.

(¡Dios, no me dejes, Sé compasivo conmigo, Sé la Poesía que amo!)

Y pienso ahora mismo en lo que debería de ser mi vida: ese continuado esfuerzo, esa abnegación, esa ternura, ese salmo.
Guillermo Urbizu

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