viernes, 22 de abril de 2011

LA VIA DOLOROSA



El camino más famoso en el mundo, es la Vía Dolorosa, «la ruta de la tristeza».

Según la tradición, es la ruta que Jesús tomó desde el palacio de Pilato al Calvario. La ruta está marcada por estaciones usadas frecuentemente por los cristianos para sus devociones. Una de estas estaciones marca el paso del veredicto de Pilato. Otra, la aparición de Simón para ayudar a llevar la cruz. Dos estaciones recuerdan las caídas de Jesús y otra sus palabras. Entre todas, hay catorce estaciones, cada una recordando los sucesos de la caminata final de Cristo.

¿Es la ruta verdadera? Probablemente no. Cuando en el año 70 d.C. y más tarde en el 135 Jerusalén fue destruida, las calles de la ciudad lo fueron también. Como resultado, nadie sabe exactamente cuál fue la ruta que Jesús siguió aquel viernes.

Pero nosotros sabemos dónde comienza este camino.

Comienza no en el tribunal de Pilato, sino en los salones del cielo. El Padre inició su jornada cuando dejó su hogar para venir en busca nuestra. Inició la búsqueda armado con nada más que pasión para ganar tu corazón.

Este es el corazón del mensaje cristiano. Dios se hizo hombre. Nació en un establo ordinario, de padres ordinarios, pero el suyo era un propósito extraordinario. Vino para llevarnos al cielo. Su muerte fue un sacrificio por nuestros pecados. Jesús fue nuestro sustituto. Él pagó por nuestras equivocaciones para que nosotros no tuviéramos que pagarlas. El deseo de Jesús fue único: traer a sus hijos de vuelta a casa. La Biblia tiene una palabra para esta búsqueda: reconciliación.

«Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo con él» (2 Corintios 5.19). La palabra griega que se traduce reconciliación quiere decir «hacer algo de una manera diferente».

El sendero de la cruz nos dice exactamente cuán lejos iría Dios para volver a juntarlo todo.

La reconciliación vuelve a unir lo que está separado, invierte la rebelión, vuelve a encender la pasión que se ha enfriado. La reconciliación toca el hombro del descarriado y lo pone en camino hacia el hogar.

Lucado, M.

Ya te has reconciliado con Dios? Este es el día.

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 2 Corintios 5:20.

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