martes, 19 de abril de 2011

LA VIDA COMO TRANSPARENCIA



Hace un momento me preguntaban por la belleza.

Y he escrito:
La belleza te transporta, te cautiva, quedas preso en ella, e intentas expresarla, transmitirla, compartirla. Duele no poseerla del todo, no entrar de lleno en su armonía de color o de sonido o de luz o de... La belleza es el resplandor de Dios -Su liturgia-, una señal, un signo, una delicia, que nos toca descifrar con alma. La belleza es una de las manifestaciones más solemnes del Amor. En realidad, cuando la sientes, es amor lo que sientes, un gozo de enamorado, y quieres colmar el anhelo, la sed, el deseo. Eso quieres: hacerla tuya, ser suyo. Ser en plenitud". Y ahora pienso que no sé si me queda mucho por decir o más bien es cuestión de callar, de atesorar silencios. Cuestión de contemplar lo que nos es dado. La belleza: un don. Como la vida. Como el perdón. Como la fe que reza por la calle o en una cárcel o en un rincón de tu casa o de un poema. ¿Y qué me dices de la brisa? Algo tan sencillo, quiero decir que tantas veces nos pasa desapercibido. O la vocación de unas manos para las caricias, o para limpiar los cristales y dejar desnuda su transparencia. Pienso que el hombre se ha acostumbrado a la vida, a su constante prodigio. Y la desperdicia, cuando no la escupe o la asesina, o la desvive en una desgraciada avaricia o lujuria o mentira. Sólo el dolor parece que nos devuelve un poco la conciencia y la sensibilidad del alma. El dolor, el frío tacto de la muerte, el drama que asola de cuando en cuando la existencia. Sólo entonces despertamos, y una emoción sincera nos inquieta. Pero, ¿hasta cuándo? La vida: esa voluntad de amar, de entregarse. La vida: ese afán de pensar las cosas y de apreciar con humildad el instante. Así debería de ser. Para ser todo como debiera.

Guillermo Urbisu

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