viernes, 29 de abril de 2011

YO NO CREO EN NADA



Yo no creo en nada. Me dice una amiga.

Es una especie de tradición familiar porque su padre tampoco creía en nada. Y porque para creer en algo que da miedo, mejor no creerlo, que te hace vivir la angustia, como un chantaje, deseando nunca haberlo sabido para al menos así vivir tranquilo.

El Infierno, el mismo Dios celoso y justiciero, nuestras circunstancias limitadas y desgraciadas de porque estamos aquí (porque a Dios se le ocurrió crearnos sin consultarnos o algo así). Parece que esto de la realidad es para creerlo, porque como Tomás, si lo veo, lo creo y si no, no existe. Y es que hay una creencia que se hace forzada, obligada, chantajeada, violando tu derecho a pensar, vivir, descubrir, experimentar, gozar del encuentro con lo que vives. Esta es la realidad y tienes que creer en ella y si no atenta a las consecuencias, infiernos, samsaras. Por este motivo y no por lo que se volvería una creencia liberadora, transformadora, deseable, digna de convertirse en una Buena nueva que por amor a los demás valdría la pena extenderla para que mas hombres se beneficien de la felicidad que lleva. Porque el Evangelio se trata precisamente no de algo en lo que mejor es no creer, sino de otra cosa beneficiosa, que nos nutre de esperanzas, de alegrías, de opciones para ser mas plenamente a lo que estamos llamados a ser, libres, santos, hijos de Dios, etc. Es como si fuéramos a comprar algo y nos hablan solo de desventajas, de inconvenientes, es como si tuviéramos que comprar a pesar de que el vendedor se resiste a vendérnoslo.

Pues en este caso la venta se realiza en base a las obras del evangelizador, Viendo a Jesucristo los seguidores tenían la seguridad de creer en algo que salía de alguien que les llenaba el corazón. Y así se supone que debería ser cada cristiano, un otro cristo que al proclamar la Palabra de Dios quien la escuche diga que enseña no como los fariseos, las tumbas blanqueadas que dicen una cosa y hacen otra, sino como alguien que tiene poder, que sus palabras transforman al que las recibe, crean una fe, una fuerza que les invita a iniciar ese sendero de santidad y felicidad al que nos ha llamado nuestro Padre amado en Jesucristo.

Si una llamada a la responsabilidad es conveniente. Hacer ver que si no aceptas a Jesús, con la felicidad que te ofrece, es lógico. Si ahora estas mal, enfermo, deteriorado, lleno de enfermedades dolorosas y alguien te quiere ofrecer una medicina que te va a dejar como nuevo, siempre podríamos hacerle ver que si no quieres aceptarla, es ya la respuesta tuya la que te condena. No es que te venga a condenar yo. No es que te ofrezca el infierno, sino que es lo que vives y es lo que me gustaría que dejases de sufrir.

Así Jesús nos invita a un agua viva, una Palabra de vida, un nacimiento de un hombre nuevo que ya no muere, participar en su resurrección para ser como ángeles, viviendo como Él mismo, como hijos de Dios. Es todo bueno lo que nos ofrece, lo que ofrece la Iglesia de Jesús. Y esta a nuestro alcance porque es gratis, es Gracia, es un obra de Dios en cada uno. Para eso nos ha invitado a la existencia. No para torturarnos, amenazarnos con un infierno eterno, sino para hacernos entrar en la vida de Dios, participando de lo que es Dios mismo, amor.

Dios se nos escapa. Que bello es contemplar un Dios no domesticado. Que se nos sale de previsiones teológicas, escrituristicas, que en un tiempo enlataban bajo la excusa del depósito de la fe y la revelación bíblica y eclesial. Dios es mas grande aún, Padre de los cielos de los cielos, de los trillones de límites de nuestro entendimiento. Y Padre cercano, que sabe lo que hay en nuestro corazón, nuestro nombre y nos quiere con Él. El Espíritu Santo, el que nos cristifica, el que actualiza la presencia de Jesús en nuestras personas, en nuestras comunidades, no entra en nuestro entendimiento, como viento que no se sabe de donde viene y a donde va.

Así hace Dios de cada cristiano que quiere dejarse llevar por su Espíritu. Por eso creo que vale la pena creer en la esperanza de lo que Dios nos ha reservado a los que ama. Ser como Jesús.

Juan Carlos

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