miércoles, 19 de octubre de 2011

NOS ENOJAMOS



No enojarnos.

Deberíamos hacer el propósito de no enojarnos jamás, porque cuando nos enojamos, no medimos las palabras, y luego nos arrepentimos de lo que decimos y hacemos en esos momentos de ira y enojo. Y después nos ponemos mal porque nos enojamos, y nos enojamos con nosotros mismos por habernos enojado, y así es como un círculo vicioso que deriva en el abatimiento y en la desesperanza.

Tenemos que trabajar todos los días esta virtud de la mansedumbre, y cada vez que nos levantamos a la mañana decirnos a nosotros mismos: hoy no me voy a enojar, y llevar como una contabilidad de las veces que nos vencimos y las que caímos. Y pedir a Dios para que nos ayude a no enojarnos.

Con el paso del tiempo, y este ejercicio virtuoso practicado con el auxilio de Dios, llegaremos a dominarnos a nosotros mismos y seremos felices ya desde este mundo, porque la paz de Dios entrará en nuestros corazones y difundiremos esa paz en nuestro derredor.

Antes de decir una palabra hiriente, un reproche, de dar un grito, salgamos corriendo del lugar, entretengámonos con otra cosa, huyamos porque muchas tentaciones se vencen huyendo de ellas. Y que Dios nos proteja y ayude a ser siempre mansos y serenos.

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