jueves, 17 de noviembre de 2011

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS



Los Evangelios, y dentro de ellos las parábolas, son muchas veces un saco de sorpresas, para nuestra mentes…, que están acomodadas exclusivamente al orden natural y su contacto con el sobrenatural suele ser muy escaso y en muchos casos desgraciadamente nulos.

Más de una vez hemos escuchado una parábola en la lectura del Evangelio en la iglesia, o directamente, hemos leído una parábola en la que llegamos a pensar que el Señor no actuó con justicia, o no era justo lo que decía recogido en ese texto. Y de entrada, parece que hay que darle la razón al que así piensa, porque Dios actúa no aplicando nuestros parámetros de valores humanos o naturales, y ateniéndonos a las leyes del derecho positivo que nos rigen, sino según sus propias normas. Por lo que resulta que hay veces, que no comprendemos al Señor.
Las leyes son creadas y aplicadas por hombres, que en muchos casos están estos, muy lejos de tener una vida sobrenatural y mucho menos tener una idea concreta de quien es Dios y lo que supone ofenderle. La fuente de creación de estas leyes se basan generalmente en principios, doctrinas y filosofías, que ignoran la existencia de Dios y poco a poco van conformando nuestras mentes, en forma tal que no llegamos a comprender la conducta del Señor, a su paso por este mundo.

Tomemos por ejemplo, la parábola de los Trabajadores enviados a la viña.

Primero vamos a recordarla: "Porque el reino de los cielos es semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña. Convenido con ellos en un denario al día, los envío a su viña. Salió también a la hora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza. Díjoles: Id también vosotros a mi viña y os daré lo justo. Y se fueron. De nuevo salió hacia la hora sexta y de nona e hizo lo mismo, y saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que estaban allí, y les dijo: ¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día? Ellos le dijeron; Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Llegada la tarde dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dale su salario, desde los últimos hasta los primeros. Viniendo los de la hora undécima, recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario Al tomarlo murmuraban contra el amo, diciendo: Estos postreros han trabajado solo una hora y los has igualado con los que hemos soportado el peso del día y el calor, Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: Amigo, no te hago agravio; ¿no has convenido conmigo en un denario? Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti; ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno? Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos. (Mt 20,1-16).

Con arreglo a nuestra mentalidad, es una injusticia manifiesta, pagarle a todo los obreros lo mismo, y si se tratase de un progre actual, este enseguida pensaría que además el dueño era un fascista, calificativo este que él progre siempre aplica, con una falta total del sentido de este calificativo, a todo aquel que no piensa como él. Y sería un fascista, por la respuesta que dio el amo de la viña, al que reclamaba: “¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¡Pues no! hay que respetar la legislación laboral, que gracias a ella vivimos, sin dar palo al agua, todos los liberados de los sindicatos.

El problema, aquí reside en que hay dos órdenes de actuación humana. El hombre puede y debe de actuar conforma al orden de la legislación humana, porque además esta es la voluntad divina, pero hay una segunda legislación superior a esta, que es la del orden sobrenatural. Es la voluntad de Dios, y cuando entran en conflicto las dos legislaciones hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, es así como lo expresó San Pedro ante el Sanedrín, cuando fue arrestado (Hch 5,29). Porque el hombre está hecho para obedecer las leyes de Dios, las leyes de la naturaleza, tan inevitablemente como obedecer la ley de la gravedad y si no se obedecen se contraría la voluntad de Dios.

Y cabe preguntarse. ¿Porque, se da esta disparidad entre las leyes divinas y las humanas? Tanto las leyes del orden sobrenatural como las del orden natural o positivo de los hombres, tienen unas fuentes de origen, a las que ya antes nos hemos referido. En el caso de las leyes de los hombres, su fuente de formación se apoya también en la mentalidad política de los gobernantes que las promulgan de acuerdo con sus conveniencias personales para mantenerse en el poder y halagar a sus votantes, estas son promulgadas generalmente de espaldas a la divina voluntad, que siempre está claramente especificada en la Ley natural y el sentido común de las personas, ya que a todas por ejemplo, les repugna la idea de asesinar a un no nacido.

La ley de Dios tiene una base inamovible y eterna, cuál es la propia esencia de Dios. Y la esencia de Dios es el amor y solo el amor (1Jn 4,17). De la fuente del amor emana todas las leyes sobrenaturales, y buscando el amor ha de encontrarse y se encuentra la explicación de todas esas conductas evangélicas del Señor, muchas veces incomprensibles para nosotros. Lo que nos dicen los Evangelios, no podemos juzgarlo nunca con criterios humanos sino mirarlo a la luz de la fe, y saber que el Señor solo actúa por amor y en razón de amo, porque esta es su esencia y naturaleza y Él no puede ir contra ella.

Por ello, el no mira la hora en la hemos empezado a trabajar en su viña, sino el amor que hemos puesto en nuestro trabajo. Muchas son las personas que se bautizan en la mayoría de edad, muchas serán las que veamos pasar por delante nuestro en los cielos, aunque hayamos sido bautizados y adquirido la condición de hijos de Dios después de unos pocos día de nuestro nacimiento.

La interpretación que generalmente se le da a esta parábola en referencia a la frase: Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos. Es en referencia al pueblo de Israel, habiendo sido los primeros en ser llamados, no supieron y aún continúan sin saber atender la llamada. Absolutamente todos, de una forma de otra hemos sido llamados. Nosotros los bautizados, que hemos nacido de familia católica, criados en un ambiente católico, somos muchos más responsable, y seremos medidos con una vara más severa, con la que serán medidos otros no tan afortunados como nosotros. Hemos recibido unas divinas gracias, de cuyo uso, mal uso o no uso, daremos cuenta el día de mañana.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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