domingo, 4 de diciembre de 2011

¿SE DEBE PONER EL BELÉN EN ADVIENTO?



Segundo Domingo de Adviento, las calles están llenas de decoraciones navideñas y los grandes centros comerciales hace ya días que comenzaron su interesada campaña de Navidad.

La Iglesia celebra el tiempo de Adviento vistiéndose de morado y penitencia en espera de Aquel que viene con su nacimiento a hacer todas las cosas nuevas.

En medio de todo esto las casas comienzan a llenarse de decoraciones navideñas, que si un árbol por aquí, que si un figurita por allá, y son muchos los que ya ponen su nacimiento, aunque algunos esperan al 24 para poner el niño.

Sin ánimo de arruinar la fiesta a nadie, ni de sabotear negocios ajenos, yo me pregunto, en medio de todo esto, dónde nos hemos dejado el Adviento. La gente ya no celebra el Adviento, y no es de extrañar que después la Navidad se vea reducida a una fiesta de un par de días.

Siempre me resulta llamativo cómo la Navidad la anticipamos cada vez más y luego, pasado el día 25, nadie felicita las navidades por más que éstas duren hasta la Epifanía. Es como si celebráramos la fiesta al revés, empezando por diciembre y acabando el día 25, por más que la gente mantenga las decoraciones navideñas hasta bien entrado Enero.

Y de ahí la polémica familiar de todos los años sobre cuál es el momento más adecuado para poner el Belén. Algo en mi se resiste a ser un colaborador más en esta especie de locura colectiva que nos lleva a adornar las calles y lanzar campañas comerciales a troche y moche un mes antes del nacimiento del niño Dios.

¿No es el Adviento un tiempo de espera? ¿No tiene tintes de penitencia y nos pide una sobriedad? ¿Cuál es el verdadero espíritu con el que debemos vivir este tiempo?

Desde luego si ya ponemos el belén y la decoración navideña, sin quererlo, nos hemos saltado este tiempo de preparación y expectativa perdiendo la oportunidad una vez más de darle un sentido más pleno a la Navidad.

A veces uno piensa que lo que procede en estos días es vestirse de sayal en plan Juan el Bautista, y no comer más que hierbas y saltamontes (lo de la langosta bíblica se refería a esto y no al opíparo manjar navideño). Si la navidad es una fiesta culinaria, quizás el adviento debiera prepararnos haciendo el necesario hueco para que tanto cordero, pavo y langostino cupiera en nuestro sistema.

Y qué decir de la necesidad de ayunar espiritualmente, dedicar más tiempo a la oración, y de paso acordarse del hermano un poco antes del 24, porque está muy bien eso de hacer obras de piedad y de caridad por Navidad, pero resulta un poco inconexo si no se hacen el resto del año.

Pero claro, con árboles de Navidad por todas partes y belenes a diestra y siniestra, qué difícil es ambientarse en este tiempo de preparación del misterio de la encarnación del hijo de Dios.

Por todo esto yo propongo una parca corona de adviento para la casa, un calendario de adviento para estos días, y si acaso alguna figurita estilo los reyes magos viajando en la lontananza hacia ese portal de Belén que todavía no se sabe muy bien donde está.

Y por supuesto, de belenes y arbolitos nada hasta que estemos en la semana de Navidad…

José Alberto Barrera

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