viernes, 17 de febrero de 2012

MADRES FRENÉTICAS


A veces las madres actuamos de forma frenética, descontrolamos nuestras reacciones y vertimos nuestro cansancio en nuestros hijos de forma irracional y desproporcionada, con gritos, castigos o indiferencia.

Es, sin duda, un error. Luego nos sentimos mal por haber actuado así, o nos justificamos por la carga que llevamos.

Sigue siendo un error. NO hay carga, si nosotros hemos elegido tener hijos. A veces, es bueno pararse y recapacitar en nuestras ilusiones y propósito de vida, en particular respecto de nuestra familia.

Es un error gritar. Consigues un efecto a corto plazo, pero en realidad aplazas el reto que puede suponer educar a un hijo para otro día. Pues el grito les asusta, no les educa.

Es verdad que hay gritos y gritos. Puedes en un momento alzar la voz con autoridad, ciertamente a veces es necesario. Pero esos momentos, si están bien hechos, suelen ir acompañados de
palabras y gestos de ternura y de madurez para nuestros hijos, a través de los cuales, junto a nuestro “ímpetu educativo” podemos manifestarles el amor que les tenemos.

Sin embargo, gritar de forma compulsiva y algo histérica, más como un desahogo de nuestras limitaciones, daña a nuestros hijos. Podemos en un momento dado decirles cosas de las que
luego nos arripintamos. La gestión de estos momentos es una perla en la educación.

El autogobierno que tengamos de nosotros mismos es el que vamos a transmitir en casa a nuestros hijos, y al mismo tiempo es la mejor manera que tenemos de enseñarles también a ellos a autogobernarse. De otra manera, les estamos lanzando un pésimo mensaje y una educación desequilibrada.

No es fácil conseguir el autogobierno. ¿Herramientas?Mayor autoconciencia, reflexión sobre nuestras acciones, pedir perdón, vivir lo más centrado posible, estar atentos a nuestro
cansancio y a nuestros límites, saber aflojar, saber descansar, flexibilidad, y… una perla preciosa: oración.

A través de la oración, Dios, la Santísima Virgen nos trabajan interiormente de forma
imperceptible, nos protegen, nos llenan de su presencia, y nos van moldeando “a
su imagen y semejanza”.

Georgina Trías

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