viernes, 25 de mayo de 2012

LECTURA TEOLÓGICA DEL NAZISMO


En la foto, Elisabeth Gersch y su hija, gaseadas en 1944 en Auschwitz.

Ojalá que nunca hubiera existido el nazismo. Pero dado que ha existido, se puede hacer una lectura teológica de los hechos que provocaron su ascenso, consolidación y caída.

Ojalá que nunca hubiera existido, pero con su existencia hemos aprendido hasta qué punto un abismo del mal puede crear otros abismos más profundos y más tenebrosos.

Hemos conocido la mejor, la más perfecta, prefiguración del Anticristo, hemos conocido cómo podría ser la sociedad de la que nos habla el Apocalipsis. Vimos con nuestros ojos la degradación de toda una población de cientos de millones de habitantes en muy pocos años.

Contemplamos cómo puede ser bello el mal. Cómo su belleza puede seducir incluso varias generaciones después. Vimos cómo la irracionalidad se puede erigir en regla suprema de un Estado de Derecho. Contemplamos el suicidio de la democracia.

El III Reich cayó, pero no podía ser de otra manera. El mal cuanto más extremado, más tiende a su propia autodestrucción. La autodestrucción, único final posible de la irracionalidad a la que ya ningún freno sujeta.

La esvástica se convirtió en la marca de la Bestia. El mal en grado supremo movió a muchos seres humanos a resistir y por tanto a hacer el bien en grado heroico. Fue una época de villanos y de héroes. Los héroes fueron pocos, pero estuvieron a la altura de los villanos.

Si grandes fueron las tinieblas, más esplendorosa fue la luz con la que brillaron aquellos hombres que supieron decir NO. Su luz todavía brilla a través de la Historia.

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