lunes, 14 de mayo de 2012

POR QUÉ SIGO EN LA IGLESIA


Hay que ver el interés que tienen algunos en echarnos de la Iglesia, como si ellos fueran los amos. Ya a Pablo y a los primeros cristianos no judíos, los "puros" intentaron echarlos. No lo consiguieron y, gracias a ello, el cristianismo no se quedó en una secta del judaísmo.

¿Por qué sigues en la Iglesia? es una pregunta que me han hecho muchas veces. El 9 de marzo murió de accidente el sacerdote Jesús Huguet de la diócesis de Solsona. Era un sacerdote abierto y crítico, muy apreciado. En una entrevista le hicieron precisamente esta pregunta. Traduzco su respuesta, porque él expresa mucho mejor que yo, los motivos que tengo para seguir en la Iglesia:

Mi respuesta es muy sencilla: si un día creí en Jesucristo, gracias a esta Iglesia que me lo dio a conocer (sólo ella ha conservado la memoria viva) ahora creo en la Iglesia gracias a Jesucristo. Creo que Jesucristo se comprometió y continúa comprometido con esta Iglesia santa y pecadora, madre y meretriz, como la llamaba san Agustín. El día en que Jesucristo dejara de creer en esta Iglesia, yo también dejaría de hacerlo. Pero, mientras Jesucristo continúe confiando en ella, no tengo derecho a dejar de confiar.

Mi fe ha sido siempre difícil y dolorosa. Pero ya hace tiempo que he hecho de Jesús el garante de mi existencia, el móvil y la referencia de mi vida.

Ciertamente, no es la Iglesia que querría, ni, seguramente, la Iglesia que habría querido Jesús, y que había soñado el Vaticano II. Pero, al fin y al cabo, con todos sus defectos, es la Iglesia de Jesucristo.

Sería una pedantería pensar que puedo vivir solo, por mi cuenta, la fe cristiana. Y aún lo sería más pretender crear otra Iglesia que fuese pura, irreprochable, totalmente fiel a Jesús. O simplemente mejor que la que tenemos. Yo también reconozco mis defectos y errores. Y es que, mientras la Iglesia no deje de ser humana, nunca estará exenta de debilidades e infidelidades.

Por eso creo que la mejor opción es la de trabajar con paciencia y coraje, con implicación y compromiso, para renovar desde dentro esta nuestra estropeada Iglesia. Por eso a veces soy tan crítico, más de lo que querrían los obispos. Pero no me sabe mal. Lo he dicho más de una vez: querría amar más , tener más caridad, para poder ser más valiente. Querría sobretodo, extirpar de la Iglesia todo aquello que no viene de Jesús y que hace padecer a la gente. Querría que la Iglesia fuera, como decía Juan XXIII, aquella fuente de la plaza del pueblo, en la que todos pudiesen encontrar un poco de agua fresca para saciar la sed; que la fe cristiana fuese, en medio de las tribulaciones de la vida, una fuente inagotable de gozo, coraje y esperanza.

Sí, tengo todavía otras razones para seguir en esta Iglesia. En mis horas bajas, me conforta la Iglesia que llamo de sotobosque, que no hace ruido ni llama la atención, pero que hace un trabajo incalculable, ya en los barrios y calles de Barcelona, ya en las misiones, ya en el lugar humilde y abnegado de la familia, donde a menudo, se producen verdaderas heroicidades. Tengo, además, un montón de personas, creyentes y no creyentes, que me aprecian y me aman mucho más de lo que merezco, que de alguna manera me tienen como punto de mira y difícilmente entenderían mi deserción.

Es por todas estas razones, que pienso seguir y morir en esta mi "pobre, sucia, triste, desgraciada" Iglesia.

(Mn. Jesús Huguet)

Pues esa es la respuesta. Para los que me lo preguntan con buena voluntad y para los que desean echarme...

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