miércoles, 2 de mayo de 2012

QUIEN NO HACE ORACIÓN NO NECESITA DEMONIO QUE LE TIENTE


Jesús, todo lo que te pida con fe en la oración, si me conviene, me lo vas a conceder, especialmente mi propia salvación. Por el contrario, si no hago oración, ni siquiera necesito un demonio que me tiente. Porque sin oración, acabo pensando sólo en mí: en mis necesidades, caprichos y ambiciones.

«Al llegar junto a los discípulos, vieron a una gran muchedumbre que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. En seguida, al verle, todo el pueblo quedó sorprendido y corrían a saludarle. Y Él les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros? A lo que respondió uno de la muchedumbre: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; y en cualquier sitio se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espuma y rechinar los dientes y lo deja rígido; pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.

Él les contestó: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espuma. Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Le contestó: Desde muy niño; y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos, compadecido de nosotros.

Y Jesús dijo: ¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree! En seguida el padre del niño exclamó: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu inmundo diciéndole: ¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y ya no vuelvas a entrar en él! Y gritando y agitándole violentamente salió; y quedó como muerto, de manera que muchos decían: Ha muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y se mantuvo en pie. Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? Y les respondió: Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración.» (Marcos 9,14-29)

Comentario realizado por Pablo Cardona.

I. Jesús, el pobre padre te suplica: «Si algo puedes, ayúdanos.» A veces voy muy a la mía, cuando todo me va bien. Sólo a la hora de los problemas, cuando necesito ayuda, vengo a Ti: «si algo puedes», demuéstralo, resuélveme esta dificultad. «¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree!» Pero creer es algo más que pedir milagros a la desesperada: Tú no necesitas demostrar que eres Dios a cada momento, según me parezca a mí. La fe verdadera llena toda la vida y le da un sentido nuevo. Quiero tener una fe profunda y sólida que se traduzca en obras de caridad y de virtud. Sin embargo, a veces mi fe es débil y vacilante. Creo, pero... me cuesta. Jesús, ayúdame. «Creo, pero ayuda mi incredulidad».

II. «Asegura Santa Teresa que "quien no hace oración no necesita demonio que le tiente; en tanto que, quien tiene tan sólo un cuarto de hora al día, necesariamente se salva"..., porque el diálogo con el Señor - amable, aun en los tiempos de aspereza o de sequedad del alma nos descubre el auténtico relieve y la justa dimensión de la vida. Sé alma de oración» (Forja.- 1003)

 «¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?;» te preguntan tus discípulos. ¿Por qué a veces no puedo superar las tentaciones del demonio? «Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración.» «Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: "todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido". Tal es la fuerza de la oración, "todo es posible para el que cree"» (CEC.-2610).

Jesús, todo lo que te pida con fe en la oración, si me conviene, me lo vas a conceder, especialmente mi propia salvación. Por el contrario, si no hago oración, ni siquiera necesito un demonio que me tiente. Porque sin oración, acabo pensando sólo en mí: en mis necesidades, caprichos y ambiciones. Y, por tanto, poco a poco me voy alejando de Ti. Sin darme cuenta, casi de manera natural, me hago dios de mí mismo, porque todo gira en torno a mí.

Jesús, la oración es ese necesario ajuste de mi voluntad, que se convierte cada jornada y te pregunta de nuevo: ¿Qué quieres que haga? De este modo, quien tiene tan sólo un cuarto de hora al día, necesariamente se salva, porque está rectificando siempre el punto de mira y descubre el auténtico relieve y la justa dimensión de la vida. Ayúdame, Jesús, para que no deje de hacer ningún día un rato de oración personal, de tú a Tú. Haz que sea, de verdad, alma de oración.

Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


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