martes, 26 de junio de 2012

EUCARISTÍA – SANACIÓN


“A los que creyeren les acompañaran estas señales: en mi Nombre echarán demonios… pondrán las manos sobre los enfermos y estos quedarán sanos” (Marcos 16, 17-18)

En la Eucaristía está el mismo Jesús de Nazaret, que hace más de 2,000 años sanaba a los enfermos en Palestina.

“Es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13, 8)

Él es el gran médico de cuerpos y almas. Por eso, la Eucaristía es el Sacramento por excelencia de la sanación, física, síquica y espiritual. En el Sagrario está el consultorio divino. Allí está Dios mismo con todo su amor y su poder. Él no cobra la consulta y atiende a toda hora del día o de la noche. Él tiene todo su tiempo exclusivamente para ti. Y es especialista en todas las enfermedades, especialmente en las enfermedades del corazón.

-San Agustín nos dice que: “si te pones en manos de tan buen medico sanarás de todas tus enfermedades, aunque sean muy grandes, pues mayor es el médico. Para el médico omnipotente no hay enfermedad incurable, ponte en sus manos; déjate curar por Él”

·         Vete a Él con la fe expectante de la mujer hemorroisa del Evangelio. Ella pensó: “Si toco siquiera su vestido seré sana” (Marcos 5, 28) Lo hizo y quedó sana.

·         Muchos enfermos “le suplicaban que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido y, todos los que le tocaban quedaban sanos” (Mateo 14, 36)

·         “A todos los que se sentían mal los curaba, para que se cumpliese lo dicho por el Profeta Isaías que dice: Él tomó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias” (Mateo 8, 16-17)

·         “Y Jesús recorría ciudades y aldeas, enseñando, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 9, 35)

·         “De Él salía un poder que sanaba a todos” (Lucas 6, 18)

·         Y este mismo poder se lo dio también a sus discípulos: les dio poder sobre los espíritus inmundos para arrojarlos y para curar toda enfermedad y dolencia” (Mateo 10, 1)

·         “Curen a los enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios; lo que han recibido gratis, denlo gratis” (Mateo 10, 8)

La Eucaristía es también poderosa para liberar a los oprimidos por el maligno.

-El p. Emiliano Tardif – desde hace poco en la gloria de Dios – nos contaba el caso de una mujer que adoraba a satanás en sus reuniones satánicas y fue liberada por el poder de Jesús Eucaristía.

-El p. Roberto Grandis escribía: “A  mí personalmente me a ayudado mucho mi fe eucarística, con una mujer que fue bruja y se convirtió a la Iglesia Católica. Decía que nunca se hubiera soltado de satanás, sino hubiera acudido diariamente a la Eucaristía. Afirmaba que hasta los hechiceros creen en la presencia real de Jesús”

Como vemos, una de las principales tareas del ministerio de Jesús, y que debe serlo también de sus discípulos, es la de expulsar demonios y sanar  a los enfermos del cuerpo y del alma.

Varias veces, se nos dice en el Evangelio que “con sólo tocar al enfermo (leproso, ciego, suegra de Pedro…) los sanó” (Mateo 8, 3, 8, 15; 9, 29) Entonces, ¿por qué no vamos a recibirlo en la comunión con esa fe expectante para esperar el milagro de nuestra salud?

Dice el Evangelio que en Nazaret “no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de algunos pocos dolientes a quienes impuso las manos y los curó, por su incredulidad” (Marcos 6, 5-6; Mateo 13, 58)

-Decía Santa Teresa de Jesús (Doctora de la Iglesia): “¿Piensan que este Santísimo Sacramento, no es muy grande y gran medicina aun para los males corporales? Yo lo sé y conozco personas de grandes enfermedades y estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se la quitaban y quedaban buenas del todo, y esto de muy ordinario” “¿Por qué he de ir a buscarle lejos, si sabemos que, mientras no consumen calor natural los accidentes del pan, está con nosotros el buen Jesús? Pues, si cuando andaba en el mundo con sólo tocar su ropa sanaban los enfermos ¿qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí?

-El día de Pascua de 1461, el joven Bertrand Leclere de 15 años, mudo desde una caída que tuvo desde niño, fue curado en el momento de recibir la comunión. Desde entonces hasta 1495, todos los lunes de Pascua se celebraba en la Catedral de La Rochelle (Francia) el recuerdo del milagro del mudo de La Rochelle.

-En 1795 la Sra. Anna Fosse se curó al paso de la procesión del Corpus Christi en Paris. Ella de 45 años, era una mujer de fe y empezó a gritar: “Señor, si quieres puedes sanarme” Y el Señor la sanó y pudo seguir a pie la procesión, pues estaba paralitica desde hacia varios años. El Arzobispo de Paris, después de las investigaciones del caso, reconoció el milagro y mandó cantar un Te Deum en agradecimiento.

-El beato Jean Martín Moyé, misionero de China, cuenta que en 1778, durante la gran peste, daba la unción de los enfermos a los moribundos, pero un día se sintió muy mal. A la mañana siguiente, se preguntó si sería una temeridad ir en ese estado a celebrar la Misa.  Pero él dice que: “En ese momento me vino a la mente que nuestro Señor en el Santísimo Sacramento era la medicina del cuerpo y del alma. Celebré la Misa y me sentí curado. Dios en su misericordia me había sanado para el bien de mis fieles”

-En Lourdes, llamada Ciudad Inmaculada y Ciudad de la Eucaristía se recogen cada año unos 5,500 casos de curaciones extraordinarias.

-El p. Emiliano Tardif (Q.E.P.D), que tenía un poderoso ministerio de sanación a través del mundo, refiere en su libro “Jesús está vivo” (en este blog he reproducido todos sus artículos) muchos milagros realizados en las Misas de sanación. En Tahití, había un hombre completamente ciego de un ojo y que con el otro veía muy poco. Durante la Misa de los enfermos, precisamente en el momento de la elevación de la Hostia, vio una gran luz y sus ojos se abrieron, ¡había sanado!

-La Madre Briege Mckena, que también tiene un extraordinario ministerio de sanación a nivel mundial, acostumbra a realizar sus oraciones de sanación, cuando Jesús está expuesto en la custodia solemnemente; para que sea Jesús quien personalmente pase por entre los enfermos y los cure, como sucede frecuentemente.

-El p. Darío Betancourt es otro sacerdote con un gran ministerio de sanación. Dice en su librito “La Eucaristía”: “Recién ordenado sacerdote fui a la casa de unos campesinos a llevar la comunión. Había un niño con un eczema, que era una llaga al rojo vivo. Sus padres me contaron que habían gastado todo su dinero en médicos y medicinas sin éxito alguno. Yo impuse el relicario con la Hostia consagrada tocando al niño mientras todos pedíamos a Dios por su curación. Dos semanas más tarde, sus padres me trajeron al niño para mostrarme cómo se habían secado las llagas. Me contaron que, desde el momento de aquella oración, el pequeño había dejado de rascarse y empezó la mejoría.

Otro día me llamaron a un Hospital de Nueva York para atender a Ann Greee, que llevaba dos meses inconsciente. Yo me acordé del caso que acabo de contar y le puse el relicario sobre su frente en el lugar en que había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico. Por la noche, fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana después, Ann dejaba el hospital totalmente recuperada.

-El p. Roberto de Grandis en su libro “Sanados por la Eucaristía” escribió: “Cuando más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá más sanaciones. Y la presencia más grande del Señor, la tenemos en la Eucaristía. Es mucho más fuerte que imponer manos, más fuerte que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es la presencia absoluta. El momento más grande de sanación es el momento de la Comunión”. Confieso que, después de 25 años en el ministerio de sanación, es ahora cuando estoy empezando a ver la realidad de lo que digo: El Señor sana en la Eucaristía.

-Conocí a una mujer que estaba embarazada y el médico le dijo que tenía que abortar, porque el niño estaba completamente deforme. Fue a la Iglesia. Durante la Misa pidió fuerza para poder aceptar a ese niño y, cuando el sacerdote elevaba la Hostia sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz. El médico insistía en que tenía que abortar. Siguió yendo a Misa, y tuvo una niña perfectamente normal. Ya ha cumplido siete años y la están preparando para su Primera Comunión.

Cuando las madres embarazadas comulgan, en alguna medida hacen comulgar a su hijo, y la unión de Jesús con la madre es también unión con su hijo. Esa es una linda manera de entregarlos a Jesús, de consagrárselos antes de nacer. La comunión será una fuente enorme de bendiciones y de sanación para su hijo, que puede ser afectado por traumas antes de su nacimiento. Y, en caso de que los pierdan, será una tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de Jesús y consagrados a Él.

Pues bien, ahí está Jesús ¿qué esperamos para comulgar? ¿Qué esperamos para ir a pedirle la salud de nuestros seres queridos?

“A los que honran su Nombre, les brillará el sol de justicia (Cristo) que lleva la salud en sus rayos” (Mateo 3, 20)

Dejémonos bañar por la Luz divina que sale del Sagrario, y que también es salud para nuestros cuerpos y nuestras almas. Por esto, en cada Sagrario deberíamos colocar un letrero que diga más o menos así: “AQUÍ SE CURA EL ALMA Y EL CUERPO. AQUÍ ESTÁ JESÚS, MÉDICO DE CUERPOS Y ALMAS. AQUÍ HAY VIDA, SALUD, AMOR, ALEGRÍA Y PAZ”.

Él sigue esperando en el Sagrario… y sigue pasando curando.

“Se le acercó una muchedumbre, en la que habían cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros enfermos, que se echaron a sus pies y los curó” (Mateo 15, 30)

Fuente: Ángel Peña O.A.R.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Toda la verdad, debemos visitar frecuentemente al Santísimo Sacramento tanto en acción de gracias como peticiones. Saludos Hermano José.