viernes, 29 de junio de 2012

HISTORIAS SOBRE MARIA # II


Refiere el Padre Auremia que una pobre pastorcita que guardaba ganado, amaba tanto a María, que cifraba todas sus delicias en ir a una Capilla de Nuestra Señora, situada en el monte, y retirarse allí, mientras las ovejas estaban paciendo (comiendo), para hablar y honrar a su amada Madre.

Viendo que aquella imagen de María, que era de relieve (estatua), estaba sin adorno alguno, decidió hacerle un manto con el humilde trabajo de sus manos.

Habiendo recogido un día flores del campo, formó una guirnalda, y subiendo después sobre el altar de aquella capillita, la puso en la cabeza de la imagen, diciendo:

-Madre mía, quisiera ponerte sobre la frente una corona de oro y perlas; más porque soy pobre, recibe esta corona de flores y acéptala como una prenda del amor que te tengo.

Con estos y otros obsequios procuraba siempre esta devota doncellita servir y honrar a su amada Señora. Pero veamos ahora como la buena Madre remunero a su vez las visitas y el afecto de su hija.

Enfermo esta, y llegada la hora de su muerte, sucedió que pasando por aquel lugar dos religiosos, fatigados del camino, se echaron a descansar bajo un árbol. Uno de ellos dormía, el otro velaba; pero ambos tuvieron la misma visión. Se les apareció una comitiva de hermosísimas doncellas, entre ellas una que aventajaba a las demás en belleza y majestad. A esta le pregunto uno de los religiosos:

-Señora, quien eres y adonde te diriges por estos caminos?

-Yo – respondió – Soy la Madre de Dios, que con estas santas vírgenes voy a visitar en esta vecina aldea a una pastorcita moribunda, que muchas veces me ha visitado a mi.

Así dijo y desapareció.

Los dos siervos de Dios dijeron entonces:

-Vamos a verla también nosotros.

Se pusieron en camino, y hallando el lugar donde habitaba la doncella moribunda, entraron en una pequeña choza y la hallaron tendida sobre un poco de paja. La saludaron, y ella les dijo:

-Hermanos rueguen a Dios que les haga ver la compañía que me asiste. Al instante se arrodillaron, y vieron a María, que junto a la cabecera de la moribunda, con una corona en la mano, la consolaba. Luego aquellas santa vírgenes empezaron a cantar, y al compas de una suave armonía, aquella bendita alma se separo del cuerpo, María le puso la corona en la cabeza, y recibiéndola en sus brazos, se la llevo consigo al cielo.

San Alfonso María de Ligorio
Doctor de la Iglesia

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