martes, 26 de junio de 2012

MARIA SANTÍSIMA Y LA EUCARISTÍA


Con María se logra el ensamblaje divino de un Dios Hijo gracias a su FIAT, gracias a su SÍ gratuito, gracias a su Carne y Sangre prestadas al Salvador, mismas que después colgarían de la Cruz convirtiéndola en Co-redentora.

¿Has pensado cuando comulgas que, en cierta forma, estás recibiendo también pedacitos de María?

Si de Ella tomó el Mesías lo que luego se convierten por milagro más grande en las ESPECIES SACRAMENTALES con las que alimentamos nuestra alma, es muy posible que sí, pero de todas formas, el CORAZÓN DE JESÚS y el CORAZÓN DE MARÍA son un solo CORAZÓN.

Escuchamos que “… el Espíritu Santo la cubrió con su sombra y la hizo Madre de Dios”. Si eso no hubiera sucedido, María hubiese explotado ante el Poder de Dios acomodándose en sus entrañas cuando la Palabra de Dios se hizo Carne. O sea, cuando el Hijo de Dios se hizo hombre.

No es necesario ser teólogo para pensar que eso mismo sucede con nosotros cuando recibimos la Hostia. ¿Se imaginan cómo iríamos explotando uno a uno al recibir la Hostia si es que Dios Espíritu Santo no nos cubriera con su sombra cada vez que lo hacemos?

Es Dios quien se encarna en nosotros momentáneamente y se produce el milagro de la Transustanciación en cada momento y día tras día hasta el fin de nuestros días.

Este milagro es el más grande; más grande que el de un canceroso, leproso se sane, o un muerto resucite, y lo tenemos cerca, muy cerca, y muchos no lo aprecian. ¿Es que no se han dado cuenta – quizás hasta ahora – que son templos de Dios?

Somos unas especie de Marías – guardando la infinita distancia – que también decimos SÍ para que Dios entre en nosotros, es más, eso es lo Él desea que hagamos para llenarnos de su gracia.

José Miguel Pajares Clausen

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