lunes, 23 de julio de 2012

HISTORIAS SOBRE MARÍA # XXI




Refieren el Padre Rhó en sus Sábados, y el Padre Lireo en su Trisagio Mariano, que en el Ducado de Güeldrés, hacia el año 1465, una doncella llamada María fue enviada cierto día por su tío al mercado de la ciudad de Nimega, a comprar algunas cosas, con orden que por la noche se quedase en casa de otra tía que vivía allí.

Obedeció la muchacha, pero habiendo ido por la tarde a encontrar a su tía, esta la desechó groseramente, por lo cual tomó otra vez el camino para regresar a su casa, mas haciéndose de noche por el camino, y llena de cólera, llamó en alta voz al demonio.

Se le apareció éste en forma de hombre, y le ofreció ayudarla con tal que hiciera una cosa.

-Todo lo haré – respondió la desventurada.

-Solo quiero – dijo el enemigo – que de hoy en adelante no te persignes con la señal de la Cruz, y que te cambies de nombre.

-En cuanto a la Cruz – respondió ella – enhorabuena, no me persignaré mas, pero estimo mucho mi nombre de María y no quiero cambiarlo por otro.

-Y yo tampoco te ayudaré – dijo el demonio.

Finalmente, después de varios altercados, convinieron en que se llamase con la primera letra del nombre de María, esto es, Eme.

Y con esto partieron para Amberes, y la infeliz estuvo por espacio de seis años con tan maldito compañero, llevando una vida tan malvada, que era el escándalo de todos.

Un día dijo ella al demonio que deseaba volver a su Patria, al enemigo no le gustó la idea, pero, en fin, hubo que acceder.

Entrando los dos en la ciudad de Nimega, vieron que allí se presentaba una ópera de la vida de María Santísima, y la pobre Eme, impresionada por el espectáculo, y obrando en su ánimo la poca devoción que aún conservaba a la Madre de Dios, empezó a llorar.

-¿Qué hacemos aquí?´- dijo entonces el compañero… ¿quieres que representemos nosotros aquí otra comedia?

La cogió para sacarla de aquel lugar, mas ella se resistía, por lo cual, indignado él al ver que iba a perderla, la levanta furioso en el aire y la dejó caer en medio del teatro. Entonces la infeliz refirió el hecho, fue a confesarse con el cura, éste la envió al Obispo de Colonia, y el Obispo al Papa, quien habiéndola oído en confesión, le impuso por Penitencia que llevase continuamente tres aros de hierro, uno en el cuello y dos en los brazos.

Obedeció la penitente, y llegando a Maestrich, se encerró en un monasterio de Arrepentidas, en donde vivió por espacio de catorce años, en ásperas penitencias.

Y una mañana, al levantarse de la cama, halló rotos por sí mismos los tres aros. Dos años después murió en olor de santidad, y quiso ser enterrada con los mismos tres aros, que de esclava del infierno la habían hecho feliz esclava de su Libertadora.

San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia

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