jueves, 20 de septiembre de 2012

EL ANACORETA Y LA ESPIRITUALIDAD DE GUETO



El joven seguidor le explicó que de la parroquia de sus padres se habían hecho cargo los sacerdotes de un movimiento muy conocido. Habían eliminado todas las pequeñas comunidades y grupos. Las misas no habían sufrido ningún cambio, pero ellos tenían sus propias reuniones y misas, muy diferentes de las otras, pero solamente para los miembros de su grupo.

- No lo entiendo - dijo el joven - ¿por qué no transmiten su vida al resto de la parroquia?

Movió la cabeza el Anacoreta y dijo:

- Todos los grupos y comunidades, tanto las más tradicionales como las más avanzadas, tienen el peligro de caer en una espiritualidad de gueto.

Sonrió a su joven seguidor y prosiguió:

- Caen en una red de interpretaciones, se cierran en sí mismos y cierran las ventanas para que no se escape el Espíritu que creen poseer. Unos se creen los únicos poseedores de la verdad. Los otros se sienten incomprendidos. Pero todos desprecian a los demás, creen que no podrán compartir sus vivencias y corren el peligro de asfixiarse cerrando puertas y ventanas.

Suspiró, abrió la ventana y apoyó su gesto diciendo:

- Todos necesitamos abrir las ventanas. Dejar que entre el aire puro del Espíritu Santo. Debemos estar abiertos en todas direcciones. De lo contrario no formamos Iglesia, Comunidad, Asamblea, sino que simplemente creamos un gueto. Los guetos mueren de autocomplacencia, de narcisismo. Cierto que cuando estamos reunidos en su nombre, Jesús está en medio de nosotros. Pero antes hemos de haberlo encontrado en el peregrino, en el pobre, en el enfermo, en el perseguido, en el niño... en el Otro.

Joan Josep Tamburini

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