jueves, 20 de septiembre de 2012

EL FENÓMENO CARISMÁTICO



Una de las grandes bazas con la que cuenta la Iglesia en orden a una nueva evangelización es lo que podríamos llamar el fenómeno carismático. Este se compone de la Renovación carismática como tal y otras comunidades, grupos, predicadores que obedecen a carismas particulares o simplemente van por libre. Todo este conjunto constituye una fuerza espiritual nada desdeñable por una serie de razones que vamos a explayar.

El fenómeno carismático existe en todas las Iglesias y denominaciones cristianas del mundo. Este hecho hace que ecuménicamente sea un movimiento de enorme importancia. En las Iglesias ortodoxas orientales, aunque se da el movimiento carismático, le es más difícil penetrar ya que son tradicionalmente más rígidas Un carismático católico y un evangélico o anglicano renovados, pueden hacer oración y juntarse para hacer cosas en común sin ninguna dificultad. Es mucho más lo que tenemos en común que lo que nos separa.

La identidad carismática básica viene de una experiencia viva de Pentecostés. Como nos cuentan los Hechos de los Apóstoles y otros escritos del principio, los cristianos primitivos se imponían las manos para que se les hiciera experimentable el don recibido en Pentecostés. De alguna forma, este gesto junto con la Palabra fueron los sacramentos iniciales que crearon las comunidades cristianas donde se comenzó a partir el pan como centro del culto. De esta forma el Espíritu Santo renovaba el recuerdo salvífico de J.C. y lo hacía extensible cada vez a mas miembros nuevos.

El fenómeno carismático actual procede de este mismo bautismo o efusión del Espíritu. Se inició entre los metodistas en enero del año 1901. La Iglesia metodista se escindió del Anglicanismo hacia el año 1729. Este cisma no se hizo por rechazo, sino por afán de reforma y de acercamiento sencillo del culto y de los grandes dogmas al pueblo cristiano. Se ha comparado el movimiento metodista al franciscanismo. Sus promotores, en especial John Wesley, un hombre de entraña mística y de una predicación muy imaginativa y cercana al pueblo, conservaron siempre un gran respeto por la Iglesia madre Anglicana.

Ese día de enero un pastor daba una catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles. Entre los oyentes había una chica llamada Inés que se levantó, se puso en medio de la sala y pidió al pastor que orará sobre ella tal como lo narra el libro sagrado. El pastor le impuso las manos y ahí empezó todo. Tanto Inés, como sus compañeros y como miles y miles después sintieron un cambio de vida y sucedió en ellos la experiencia del Espíritu rubricada por la oración en lenguas. La novedad que esto significó no pudo ser asimilada por las iglesias tradicionales que los expulsaron formando ellos una nueva iglesia que se llamó Pentecostal. A partir de los años cincuenta, era tan grande la multitud, que fueron siendo admitidos por las diversas iglesias. En la Católica su irrupción data de 1967. Hoy en día es entre nosotros, los católicos, donde esta corriente del Espíritu más floreciente está.

Sigue siendo un fenómeno incomprendido aunque no residual porque su influencia en el cambio de espiritualidad, en los gestos, en los cantos y en todo el talante católico es más que visible. He tenido la dicha de ver cómo los cuatro Papas que han coincidido con esta corriente espiritual la han reconocido y elogiado con grandes muestras de agradecimiento, cosa que no se puede decir de la mayoría de cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes, lo cual no está fuera del designio divino, ya que así, ha podido crecer en profundidad en medio de la catacumba y la pobreza, con un trato a veces rayando la persecución. Pastores no ha tenido muchos, pero suficientes para estar entroncada en lo más vivo de la Palabra y de la Tradición

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Los primeros indicios de la Renovación carismática en España se dieron en Torrejón de Ardoz entre los católicos americanos al servicio de la base aérea. De ahí brotó el primer grupo de oración que al principio era en ingles y poco tiempo después se pasó al español. El año de 1973 se puede considerar el del despertar carismático en España. En marzo de ese año empieza a reunirse un grupo en Tolosa (Guipúzcoa), bajo los auspicios de la religiosa de la Sagrada Familia, Izaskun Amondarain. Algo semejante sucedió en Valladolid en el mes de septiembre. Aquí fue otra religiosa, Juana Belascoain, también de la Sagrada Familia, la que dio los primeros pasos, apoyada desde el principio por el P. Román Carter O.P. y por el P. León Maxfield, religioso de la Saleta. También ese mismo año aparecen indicios de Renovación carismática en Bilbao, Mérida, El Escorial y Zaragoza.

Sin embargo, pienso que fue determinante la fundación, en ese mismo año, de los grupos Ágape de Barcelona y Maranatha de Madrid. En la "estrategia" y designio del Espíritu, la aparición de estos dos grupos, hijos de la misma tradición, ha ayudado a vertebrar la Renovación carismática de España. En efecto, a primeros de este año 73, se encuentra en Barcelona el matrimonio Caminero. Son españoles, pero habían conocido la Renovación en Colombia. De ellos reciben la efusión del Espíritu, en distintos momentos, un grupo de personas, entre los que se encuentran el matrimonio Antonia Vidal y Pedro Manén, y el sacerdote Luis Martín, operario diocesano. Algunas de las personas que han recibido la efusión en Barcelona pertenecen al "Movimiento familiar cristiano". Rápidamente comunican con otros amigos de Madrid, pertenecientes al mismo movimiento. Acuden a la llamada un par de matrimonios madrileños que viajan para ver de cerca "la zarza que ardía ya en Barcelona, sin consumirse". A mediados de abril reciben la efusión del Espíritu Pepe Pérez Torres y su mujer Angelita y también el matrimonio Miguel y Fina de la Puerta. Con esto habían sido puestas las primeras piedras del grupo madrileño que, más tarde, se llamará Maranatha.

Poco a poco toda la geografía española se fue llenando de grupos. Por la razón que fuera aquí no se siguió el modelo francés que primaba las grandes comunidades. Entre nosotros surgieron por doquier grupos autónomos que se fueron coordinando, naciendo así las coordinadoras regionales y la nacional. Desde el primer momento se consideró una corriente espiritual sin fundador, sin intención de perpetuarse, sin pretensiones públicas, fuera del derecho canónico y de toda la legislación oficial. Eran grupos privados en que los miembros se reunían libremente para orar sin alguna otra intención. Tenían conciencia, eso sí, de pertenecer a la Iglesia, de su amor hacia ella y de ser sal y fermento, constituyendo un potencial renovador dentro de ella por la experiencia del Espíritu con que eran movidos..

En el año 2003 una parte de esta Renovación, bajo los auspicios de la coordinadora nacional del momento y por influencia italiana, decidió dotarse a sí misma de estatutos, convirtiéndose en asociación privada. Dichos estatutos fueron presentados a la conferencia episcopal siendo aprobados después de dos o tres años de deliberación. Esta decisión pilló desprevenida a mucha gente y a muchos grupos y engendró fuertes tensiones. Algunos no pudimos asumir en conciencia un cambio tan drástico y de esa forma quedó dividida la Renovación en España. La Renovación siempre había pretendido ser la sal en el cocido no una pieza más de ese plato.

De todas formas, hoy, después de diez años, ha nacido en ambas expresiones carismáticas una generación nueva que no ha conocido ni guarda memoria del evento que nos separó. Se ha demostrado que ambas Renovaciones pueden convivir sin ser un duplicado solapado. En efecto, la Renovación de estatutos se dedica más a la pastoral cultivando los carismas en niños y jóvenes mientras que la Renovación de siempre se inclina más por la experiencia mística, de alabanza y de profundización teológica. Pienso que la Renovación actualmente está bien como está y ambas expresiones son obra del Espíritu Santo.

Donde hay miel siempre pululan las moscas. En efecto, alrededor de estas grandes corrientes de vida y renovación, ha nacido lo que yo llamo el fenómeno carismático. Este está compuesto de comunidades, grupos y formas que se consideran frutos de la Renovación aunque ya no están en ella. Existen también predicadores, sanadores y formaciones que cultivan alguno de los carismas. A veces se consideran cercanos a la Renovación, otras veces no quieren saber nada de ella, aunque utilizan sus métodos, modos y maneras.

Muchas de estas proliferaciones son o pueden ser auténticas y en general sirven y hacen bien a mucha gente. Son tres los defectos en que pueden caer:

1º- Ir demasiado por libre con el sometimiento excesivo y exclusivo a un líder.

2º- Centrarse en los carismas de sanación, que son los más atractivos y congregan con facilidad a multitud de personas.

3º- Carencia de teología seria. Muchos de ellos aunque guarden formas carismáticas han renegado de su madre y se quedan en el simple ejercicio de algo, sin alimentarse de verdad y no creciendo ni en la santidad ni en el conocimiento de Jesucristo. Detestan la pobreza de los grupos de la Renovación que son poca cosa porque no pertenecen al tinglado del organigrama oficial por lo que no se cuenta con ellos para casi nada. Cosa que no es ningún desprecio ya que su labor no está ahí.

El fenómeno carismático católico está muy potenciado por el mismo fenómeno entre los protestantes. En medio de nosotros pululan muchos grupos de pentecostales y evangélicos que destacan en especial por sus cantos llenos de unción y belleza. Son cantos en segunda persona que entablan un diálogo vivo con Jesucristo y expresan una vida espiritual muy intensa.

Finalmente incluyo dentro del fenómeno carismático a las apariciones de la Virgen en Medugorje. Las conversiones que se dan allí se parecen mucho a los cambios de vida que acontecen en las efusiones del Espíritu carismáticas. Yo he conocido en congresos internacionales de la Renovación carismática a franciscanos de aquella parroquia antes y después del comienzo de las apariciones y me comuniqué bastante ya que, en el guirigay de las lenguas, me entendía con ellos en alemán, sobre todo en las comidas. Por otra parte una teología de gratuidad como la carismática es la que mejor recibe y explica lo que la Virgen quiere trasmitirnos allí.

La Renovación es un movimiento teológico muy serio, sus asambleas aparecen a los ojos de muchos como reuniones semifrívolas por sus cantos, su ritmo, sus gestos, su desenfado y su acogida. Piensan que en ellos solo se cultiva un clima cálido donde es fácil la amistada y la compañía y el trato con otras gentes que buscan igualmente superar su soledad.

De todo esto y de otras muchas cosas puede haber un poco y a veces, un mucho. Lo cierto es, sin embargo, que el Espíritu Santo actúa y a lo largo de los años se ha experimentado y formulado una teología nueva que da vida a muchos miles de personas y está hoy a la vanguardia de la vivencia espiritual cristiana.

Esta teología no se encuentra en las academias y facultades porque no es conceptual. Sigue más bien el modelo fenomenológico en el que lo vivencial, lo existencial y lo experimentable es lo que prima. Es una teología nacida de Pentecostés que más o menos sigue los siguientes pasos:

1º- La acogida del Espíritu Santo mediante el bautismo o la efusión del Espíritu con la imposición de manos cambia nuestras vidas y nos abre a un mundo de vivencias nuevas.

2º- Con el paso del tiempo, el Espíritu nos va revelando a Jesús muerto y resucitado como Señor y Salvador, objeto todo ello del anuncio y del kerigma.

3º- El Espíritu nos revela de una manera especial la humanidad de Jesús. En ella sucede la encarnación y con ella se penetra en la realidad del mundo.

4º- Cristo, pues, nos ha redimido en su cuerpo de carne pero es en nuestra encarnación es decir en nuestro cuerpo de carne y en nuestra historia donde lo vamos a experimentar, sanando nuestras enfermedades, rebeldías y pecados. Asumimos la realidad tal cual es sin evasiones ni alienaciones pero en proceso de redención y superación por efecto de la gracia de Dios y de nuestra colaboración.

5º- Toda esta operación viene de arriba y es pura gratuidad; hemos sido amados cuando estábamos en pecado y éramos enemigos.

6º- No debemos pues poner el pecado y la imperfección como centro de nuestra vida. No debemos centrarnos en su eliminación. Si lo hacemos rompemos la acción gratuita y nos constituimos en salvadores de nosotros mismos. La ley nueva es la gracia del Espíritu Santo, dice Tomás de Aquino.

7º- La respuesta al amor gratuito es la acogida, dejando que el Espíritu actúe en nosotros la obra de la santidad.

8º- Esta acción nos llevará a identificarnos poco a poco con Cristo.

9º- No es fácil dejarse hacer porque aunque la acción sea gratuita sucede en nosotros con lo que el hombre viejo lucha en contra.

10º-Ni la gracia ni el Espíritu, sin embargo, no sustituyen a la naturaleza. Esta debe ser humanamente educada, formada y hasta castigada a veces, ya que viene del pecado, haciéndola apta para un desarrollo óptimo dentro de la vida real. El tema de la gratuidad del que hablamos se refiere al aspecto sobrenatural de nuestra redención y salvación. No son nuestras obras las que nos salvarán pero sí las que sucedan en nosotros por obra de la gracia. No estamos cerca del iluminismo ni de ser unos alumbrados. Nadie aprobará una asignatura por obra del Espíritu Santo sin haber estudiado fuerte y duro. Pese a esto la gracia y la fe siempre serán grandes ayudas para las dificultades de la vida de cada día. Como dice Santo Tomás de Aquino, “la gracia no destruye la naturaleza pero la perfecciona”.

Jesús Villarroel Fernández, O.P.

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