martes, 25 de septiembre de 2012

TAPARELLI D´AZEGLIO: UN JESUITA ENFRENTADO A SU HERMANO MASÓN



Creó el concepto de «justicia social»

Luigi, director de «La Civiltà Cattolica», chocó con Massimo, agitador de la antipontificia unidad de Italia.

El pasado viernes se cumplieron 150 años de la muerte del jesuita italiano Luigi Taparelli d´Azeglio (1793-1862), quien ha pasado a la historia de la Iglesia por tres motivos principales.

Primero, por ser uno de los cofundadores en 1850, y uno de los primeros directores, de la revista La Civiltà Cattolica, aún hoy existente y, junto con L´Osservatore Romano (con cuya línea no siempre ha habido coincidencia), el órgano de información religiosa más reconocido de los vinculados a la Santa Sede. La Civiltà Cattolica, una iniciativa del Beato Pío IX para disponer de un sólido instrumento de combate doctrinal, mantuvo décadas de enfrentamiento con el liberalismo, la masonería y el modernismo, convirtiéndose en un permanente dolor de cabeza para la masonizante unidad de Italia, realizada contra y a costa de los Estados Pontificios y el Papado.

LA PRIMERA VEZ QUE SE HABLÓ DE "JUSTICIA SOCIAL"

Segundo, por ser el creador del término "justicia social", que haría fortuna en la doctrina social de la Iglesia, de la cual pasó al lenguaje general, católico o no. Se le considera inspirador, treinta años después de su muerte, de su carta fundacional, la encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII. Y escribió una obra, Ensayo teórico de derecho natural apoyado en los hechos (con una primera edición de 1843 que fue incrementando durante una década) que figura entre las grandes obras teóricas de política católica del siglo XIX y era el libro de cabecera de Pío IX.

Y tercero, por haber deshecho con sólida argumentación los principios del nacionalismo italiano. No sólo porque, en ese caso concreto, ese nacionalismo violaba los derechos del Romano Pontífice, sino porque partía de un concepto equivocado de la nación, del Estado y del derecho, y pretendía sustituir la Italia real por las "utopías multiformes de sus regeneradores".

UN AMOR CONVULSO

Justo por ese motivo, Luigi Taparelli d´Azeglio mantuvo más de un enfrentamiento con su hermano Massimo (1798-1866), pintor y político, considerado uno de los padres de Italia en cuanto miembro del primer parlamento de 1861 y presidente liberal del Consejo bajo el rey Víctor Manuel.

Luigi y Massimo se profesaban un afecto fraternal que queda de manifiesto en sus cartas, pero que no condicionaba sus posturas públicas. Massimo, reputado masón, llamaba "mi jesuita" a Luigi, pero cuando éste condenó en 1847 un opúsculo suyo, el futuro senador no dudó en proclamar: "El padre Taparelli me la ha jugado buena". Aún se agravaría la cosa cuando Massimo firmó disposiciones de abolición del fuero eclesiástico y de confiscación de bienes de la Iglesia.

DEL TOMISMO A LA MÚSICA

Taparelli no se limitó en su labor teorética a la doctrina política y social. Precisamente porque fundamentó todas sus ideas al respecto en la teología de Santo Tomás de Aquino, es también uno de los padres del resurgir tomista bajo el posterior pontificado de León XIII. No sólo inspiró, pues, la Rerum Novarum, sino también la Aeterni Patris, la encíclica con la que el Papa Vincenzo Gioacchino Pecci restauró el estudio de la Suma Teológica como base de la formación sacerdotal en toda la Iglesia.

Para rematar una vida intensa que luego quedó algo apagada por la historia oficial italiana, que postergó a todos quienes habían luchado contra la unidad y el Risorgimento masonizantes, Taparelli, un gran melómano, inventó un instrumento musical, el violincémbalo o clavecín de arco, cuya factura recibió las alabanzas del gran Franz Liszt.

Todo ello, sin abandonar sus batallas antiliberales, que llevó hasta sus últimos años. Los pasó ya ciego, pero sin cejar en su lucha por el Papa y contra los designios del conde de Cavour.

Cuando murió, su hermano Massimo no ocultó su dolor: "Estoy muy triste. Aunque, en cuanto jesuita, era todo lo opuesto a mí, siempre tuvimos de pequeños una enorme simpatía mutua, y ya mayores nos quisimos mucho, a pesar de que cada uno combatía por su propio partido, y hacía al partido rival todo el daño que podía. Su vida fue un continuo sacrificio de sí mismo por aquellos que creía la verdad y el deber".

Carmelo López-Arias / ReL

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