miércoles, 12 de diciembre de 2012

CONSECUENCIAS DEL AVANCE ESPIRITUAL



En la pasada glosa, sobre la conversión…, vimos que esta puede ser buscada y recibida inesperadamente. Es la referencia que hace el Señor a las dos parábolas: "Es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”. (Mt 13,44). "Es también semejante el reino de los cielos a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende cuanto tiene y la compra”. (Mt 13,45-46). Son estas las conversiones espectaculares que todo el mundo conoce. Pero hay otras conversiones más silenciosas y perseverantes, frutos de esas almas que precisamente buscan su conversión, porque la conversión es un primer paso en una escalera que tiene muchos peldaños y para que ella de frutos, se requiere mucha perseverancia. Ya decíamos en la glosa anterior de referencia, que no es la conversión un acto aislado sino una cadena de actos, es decir, para subir la escalera hay que pasar uno a uno por todos los escalones, y cada uno de ellos es una conversión.

Por ello la primera consecuencia del desarrollo de la vida espiritual de un alma, es la de ir avanzando continuamente en sucesivas conversiones. Ya decíamos, que los Padres del Desierto, cada mañana cuando se levantaban decían: “Yo no he comenzado todavía a convertirme”, ya que el hombre no acaba nunca de convertirse y por eso cada día tiene que renacer de agua y del Espíritu, de acuerdo con lo que el Señor le dijo a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no podrá entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de donde viene ni adónde va; así es todo nacido del Espíritu”. (Jn 3,5-8).

Son muchas las etapas, que varios santos han señalado como parte del desarrollo de la vida espiritual del alma. Lo más conocido, son las tres clásicas etapas de San Juan de la Cruz: vía de los principiantes, vía de los aprovechados y la vía unitiva. Hay que pensar que le es difícil a una persona saber exactamente donde se encuentra, en cuales de esas vías se halla, entre otras varias razones por una fundamental y es que el Señor, no desea que caigamos en el pozo de una soberbia espiritual, y el vivir en esa ignorancia y seguir adelante genera méritos que nos proporcionan gracias. El Señor le da un tremendo valor a que caminemos siempre en la oscuridad, el ejemplo más patente lo tenemos en el hecho de mantenernos firmes, unos más y otros menos en ese caminar que realizamos en la oscuridad de la fe. Y ello es bueno, porque cuando se camina a oscuras aumentamos nuestra confianza en el Señor, lo cual siempre nos genera amor y gracias divinas.

Pero de todas formas, el que sigue perseverando en sucesivas conversiones que ellas, siempre le aumentarán su amor al Señor, notará que su metanoia o cambio de mente se le pone de manifiesto porque muchas de sus actitudes, pensamientos y conductas han variado. Signos de ello serán:

- Se le producirá un aumenta la paz interior.

- Perderá interés por las cosas de este mundo. Lo que antes amábamos ahora nos resulta insípido.

- Cada vez se amará más la soledad, sobre todo cuando se busque estar con el Señor.

- Se empieza a justificar más plenamente las actitudes de los demás y como consecuencia de ello, aumenta nuestra paciencia con las flaquezas de nuestro prójimo.

- Se consolida cada día más la fe. La fe es un bien espiritual, que tiene muchos grados de asentamiento en el alma humana. Forma parte con la esperanza y el amor de las virtudes teologales, que aumentan y también disminuyen en el alma humana al unísono. Nadie tiene fe suficiente y satanás lo sabe.

- Aumenta el ansia de llegar pronto a la contemplación del Rostro de Dios, y esta ansia anula en el alma el temor a la muerte, por lo que se mira ya a esta sin miedo alguno, y se la ve como la puerta que nos abrirá la eterna felicidad.

- También se anula el temor a la muerte, cuando se toma auténtica conciencia, de que lo que esperamos es mucho mejor que lo que ahora tenemos.

- Se deja de pedir bienes materiales, y solo se piden bienes espirituales, porque en la medida que crece el desapego en el alma humana, la persona se va dándose cuenta del infinito valor que tienen los bienes espirituales sobre los materiales.

- En la medida que aumenta el amor al Señor, se van sustituyendo los deseos propios por la voluntad divina, porque se va dando cuenta la persona, que Dios nos quiere mucho más de lo que nosotros nos queremos a nosotros mismos y Él es mucho más inteligente que uno mismo, por lo que los deseos que mueven su voluntad son mucho mejores para nosotros, que los nuestros.

- No le agradan los comentarios o críticas, aunque sean verdaderas y razonables, sobre otras personas, porque poco a poco ha aprendido a ver en cada persona por muy detestable que esta sea otro Cristo a quien hay que amar como él ama.

- Vehemente deseo de que todo el mundo ame al Señor, porque su obsesión es la de que todo el mundo, se abrase en el fuego de amor que él siente.

El dominico P. Royo Marín establece en uno de sus libros, varios signos más que son comunes a las almas que han alcanzado la vía unitiva. Estos son:

- Se les hace habitual y fácil la oración contemplativa.

- Se les ilumina el alma con los dones de entendimiento y sabiduría.

- Amor intensísimo a Dios. Solo tienen una obsesión: unirse a Dios.

- Están a veces largas horas sin perder el sentimiento íntimo de la presencia de Dios.

- No recurren a métodos de oración inferiores (meditación, oración afectiva, vocal).

- Han llegado a un perfecto despojamiento o kénosis.

- Amor a la soledad. El alma se encuentra dichosa cuando se ve libre de otras compañías y más dichos aún si la soledad es con el Santísimo sacramento.

- Miran a la muerte como una dichosa liberación.

- Para ella las diversiones del mundo carecen de atractivo.

- Deseos inmensos de glorificar a Dios y amor a la cruz.

- Sed de comunión.

- Serenidad ante los fracasos y las humillaciones, no se abaten.

- Libres de las agitaciones imaginativas, solo tienen una idea amar a Dios.

Existen otros varios signos más, que son de carácter personal de cada alma, ya que estos signos, siendo incompletos tiene un carácter genérico. Alcanzar estos signos por nuestra parte es solo un problema de verdadero deseo, voluntad de lograrlos y sobre todo perseverancia en todo momento y como la perseverancia solo puede darse en el tiempo, pues si no hay tiempo no puede haber perseverancia.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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