martes, 22 de enero de 2013

«SI TUVIERA UN HIJO GAY»


Lloraría mis faltas y mis irresponsabilidades pasadas, y le daría el amor y la comprensión que nunca supe darle.

La pregunta me llegó en un correo muy respetuoso, aunque crítico de mi frecuente tratamiento del homosexualismo en mis escritos periodísticos. El autor de la pregunta pensará que mis escritos sobre ese tema están equivocados y carecen de comprensión cabal del problema, por decir lo menos.

Si yo tuviera un hijo gay adulto, a estas alturas de mi vida, le pediría perdón por no haberlo sabido educar. Por no haberle brindado el amor y las atenciones adecuadas que necesitaba en su crecimiento. Por no haberle enseñado a confiar en mí, por no haberle conocido sus amiguitos o amigos de la adolescencia y más allá. Por no haber sido un mejor padre, en ese sentido. Quizá lo llené de juguetes, pero no jugué con él. Quizá le negué cariño, debido a mis ocupaciones por hacer dinero, o estar buscando trabajo; o porque “los hombres no lloran” y los machos no necesitan sentir el amor de los papás, no solo de la madre.

No se trata de que hayamos sido perfectos padres. De que no vieran y sufrieran los niños los problemas causados por la pobreza o la abundancia en el hogar. No tenemos hogares perfectos. No tenemos hogares.

El proceso de crecimiento del hombre está lleno de espinas y de rosas. Pero, algunos niños son más susceptibles ante los problemas. Pero, si se tratara de un hijo menor y, sobre todo, alrededor de la adolescencia, le proporcionaría el tratamiento adecuado, de manos de los profesionales idóneos.

Aunque descubriría, en este caso, que los dirigentes políticos de los grupos gays se oponen, rotundamente, a todo tratamiento o terapia de los gays. Descubriría, también, con desagradable sorpresa, que hay psicólogos y psiquiatras, y hasta organizaciones de profesionales que se oponen a las terapias por simples razones ideológicas, sin fundamentos científicos. Descubriría que el peor enemigo de los homosexuales es el movimiento homosexual organizado y dirigido por activistas del homosexualismo político. Descubriría que la oposición a las terapias se basa en la falsa idea y convicción errónea de que el homosexualismo es de origen genético. Esto es falso.

El homosexualismo se puede “curar” (palabra prohibida so pena de ser acusado de homofobia). Pero del homosexualismo se puede liberar la persona homosexual, con las terapias adecuadas. Esto está demostrado.

A mi hijo gay adolescente lo convencería de aceptar el tratamiento, por su bien y su verdadera felicidad. En estas terapias, la fe en Dios y en su plan de salvación para el cristiano, sobre todo, es la mitad de la solución, podríamos decir. Como en la curación y liberación de las adicciones a la droga y al alcoholismo, la solución se fundamenta en la fe en Dios y en la fe en uno mismo, como hijo de Dios, dotado de libertad y de voluntad para conocer y alcanzar la verdad, que es la liberación del mal; para abrirle la puerta a su gracia y amor divino. A quienes no tienen esta base religiosa, se les enseña a apelar a la fuerza de voluntad con el auxilio de “alguna fuerza superior”, como se utiliza en las terapias de la drogadicción (que he tomado, para auxiliar a un amigo adicto).

Ante el hijo gay adulto lloraría mis faltas y mis irresponsabilidades pasadas, y le daría el amor y la comprensión que nunca supe darle. Pero no les echaría la culpa a los demás. Menos, al hijo gay.

Miguel Antonio Espino Perigault

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