miércoles, 20 de febrero de 2013

SU MADRE FUE VIOLADA CON 13 AÑOS, NO ABORTÓ, Y SU HIJO, SACERDOTE, PERDONÓ Y CONFESÓ A SU PADRE


Lo narra el P. Luis Alfredo León Armijos.

"Me di cuenta que yo recibí al Señor, y mi padre había sido el medio por el cual Dios me regaló la vida".

“Yo podría estar en un tacho de basura, pero a mí se me dio la vida”, afirma el sacerdote Luis Alfredo León Armijos, de Loja (Ecuador) quien a sus 41 años comparte su historia al haber nacido tras una violación cuando su madre tenía solo 13 años.

El presbítero también cuenta cómo conoció y perdonó a su padre a quien llegó a confesar y que ahora lleva una vida de fe.

El sacerdote diocesano y párroco de la Parroquia San José en Loja, relató que su madre, María Eugenia Armijos Romero, a su corta edad cuidaba y limpiaba una casa en Loja para ayudar a sus padres y a sus siete hermanos: “el dueño de la casa aprovechando que estaba solo, abusó de ella dejándola embarazada”.

A pesar del rechazo de su familia que “no quería que nazca el bebé por lo que la golpeaban en la barriga y le dieron bebidas para que abortara”, María siempre defendió la vida de su hijo y al verse sola y sin apoyo “oró y sintió en su corazón que el Señor le decía: defiende ese niño que está en ti”, contó el P. León.

María huyó de Loja hacia la ciudad de Cuenca donde sobrevivió por sus propios medios. El domingo 10 de octubre de 196, en un parto lleno de complicaciones por su corta edad y su pequeña contextura, nació Luis Alfredo con algunos problemas respiratorios que el amor de madre también ayudaron a sanar.

Después de un tiempo y con la ayuda paterna, María volvió a Loja para empezar “una vida como madre soltera. Le tocó quedarse a cargo de su violador –mi padre – quien acepta reconocerme y hacerse cargo de mí, pero eso no quiere decir que las cosas estaban sanas entre ellos”, relató el P. León.

El presbítero recuerda que su “padre visitaba siempre la casa y cumplía con nosotros. Ellos (sus padres) tuvieron 3 hijos más, y mi relación con él era distante pero buena. Le tenía mucho respeto, infundía autoridad, conmigo ha sido muy fuerte, me llevaba a trabajar”.

Cuando el P. León tenía 16 años lo invitaron a la Renovación Carismática donde “tuve mi primer encuentro con Cristo, aprendí de su amor maravilloso”, y comenzó a predicar y dar catequesis “en todo lugar que Dios me ponía” como los buses y la correccional de menores.

A los 18 años sintió el llamado a la vocación sacerdotal e ingresó al Seminario de Loja sobreponiéndose a la oposición de su padre. “Él me decía: tú no puedes ser sacerdote porque tú debes saber bien quién eres”.

Con un permiso especial del Obispo por su corta edad, fue ordenado a los 23 años: “fue toda una bendición para mi vida”, recuerda.

Dos años después ingresó al Camino Neocatecumenal y su madre le contó, tras terminar la relación con su padre, cómo fue que vino al mundo. Eso marcó el punto de inicio para un camino de reconciliación de ambos. El sacerdote ayudó a su mamá a entender que no podía odiar a su padre y que Dios la invitaba a amar su propia historia.

El sacerdote relató a ACI Prensa que con esta experiencia él comprendió que siempre había predicado a los demás del amor de Cristo en sus vidas y ahora entendía que “Dios me permitía ser sacerdote no para juzgar sino para perdonar, para ser instrumento de su misericordia, y yo había juzgado mucho a mi padre por todo”.

Años más tarde recibe una llamada de su padre “se iba a operar y le daba miedo, y me dijo: quiero que me confieses”. Después de unos 30 años que no comulgaba, “mi padre regresa a la comunión, a la Eucaristía”.

“Yo le decía: papá, usted merece el cielo, una vida eterna, así como la Iglesia a mí también me está haciendo ver el cielo, y en ese momento mi padre se lleno de lágrimas”.

Cuando el P. León predica a madres gestantes que pasan por dificultades les recuerda que así como Jeremías, Dios forma en el vientre la vida de un hijo, y que no lo vean como “un hijo que trae sufrimiento, que trae dolor, yo les digo que un hijo trae la salvación, trae bendiciones”.

“Como Jesucristo que fue insultado, perseguido, ya desde niño fue causa y cruz del dolor, en sus hijos reciban la bendición de Jesús” agregó.

El presbítero aconseja a los hijos que conozcan bien “la historia de uno. Aprendan a ver las cosas desde el amor de Dios. Uno puede enterarse de su historia y odiar la propia vida, juzgar a Dios como me había pasado a mí, pero descubrí que el amor de Dios había estado ahí cuidándome la vida”.

“Joven, si el padre de la tierra se ha equivocado y te ha fallado, el padre Dios nunca nos ha fallado. Si eres hijo e madre soltera debes ver en tu vida cómo el padre Dios te ha cuidado”, exhorta.

“Yo pude estar en un tacho de basura, pero a mí se me dio al vida, yo digo es una gratuidad, todo lo que tengo, la vida en sí misma es un don exquisito que Dios da”, concluyó.

Aci

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