viernes, 29 de marzo de 2013

ASÍ SON LOS NUEVOS BAUTIZADOS: CUATRO HISTORIAS DISTINTAS Y UN MISMO JESÚS AL FINAL DEL CAMINO


El Domingo de Pascua serán al fin cristianos.

Este martes ReL resaltaba el aumento del 20% de los bautizos de adultos en Francia en sólo cinco años, un dato tan significativo que La Croix dedicó el jueves un extenso reportaje a presentar las historias de algunos de ellos, bajo el título de El nuevo rostro de los catecúmenos.

En casi todos ellos hay una pauta común: al principio es sólo una intuición, un sentimiento vago. La evidencia se va forjando con los años y termina por imponerse de forma natural.

Como en el caso de Marion, de 22 años: "Fui tomando conciencia de esa presencia amable, de un amigo que ha estado siempre ahí". Sus padres no la habían bautizado para que tomase ella la decisión. Pero un día, cuando hablaba de religión con su madre, ésta le preguntó si creía en Dios. "Sin dudarlo, le dije que sí". Marion tenía entonces 19 años y había crecido en un entorno católico, pero sin práctica de ninguna clase. Estudiante de Ciencias Políticas, hizo un año de Erasmus en Salamanca y en España terminó de dar el paso: le cogió gusto a la "cita dominical" y trabó amistad con una mujer de cuarenta años que la ayudó en el camino de la fe. Al volver a Francia, habló con su párroco un Domingo de Ramos y el sacerdote le dijo que ya estaba lista. "Me dije: venga, vamos. Es una proposición que no se puede rechazar", concluye Marion, quien este domingo ingresará por fin formalmente en la Iglesia al recibir las aguas bautismales.

Son 3220 los adultos que harán lo mismo en el país vecino, donde el crecimiento mayor, 45%, se da entre los 18 y los 20 años. Según explica el padre Philippe Marxer, director adjunto del Servicio Nacional de Catequesis del episcopado galo, los nuevos catecúmenos "se aferran a la Palabra de Dios en su vida y descubren una forma de serenidad al descubrir a Cristo".

Así le sucedió a Valérie Petit, de 47 años, tras un divorcio doloroso. "Desde que era niña me sentía atraída por la fe, pero nadie en mi casa se ocupaba de ello. A pesar de todo lo mantuve dentro de mí, aún no me lo explico". Después de la ruptura de su matrimonio, se puso en contacto con su parroquia a través de la página web, donde supo que podía bautizarse siendo adulta. No lo dudó.

Para Julien Chakiba, psiquiatra de 27 años crecido en una familia atea, las primeras preguntas no llegaron, sin embargo, hasta que empezó la carrera de medicina. Conoció a la que hoy es su mujer, quien le invitó a dos grupos, uno de bioética y otro de profundización en la fe. Luego empezó a frecuentar la parroquia. "En nuestra misa de matrimonio me sentía ya íntegramente cristiano, aunque ni siquiera estaba bautizado", recuerda Julien. No tardaría en comprobar la "esperanza" que aporta la fe en situaciones críticias, como cuando pasó por el rotatorio de oncología: "Creer en Dios cambió mi forma de ver a los pacientes, su sufrimiento. Hasta el punto de que ahora me pregunto cómo podría ejercer la medicina sin la fe", sin ese sentimiento "de no estar nunca solo".

Por último, en el caso de Dominique Lebassard, de 49 años, el origen de su bautismo está en un compromiso: "Se lo prometí a mi madre en el lecho de muerte. Me dejó hace dos años. A pesar de los dolores y la enfermedad, la fe fue siempre importante para ella". No lamenta que ésa haya sido la causa de su conversión: "Un día u otro lo habría hecho. La muerte de mi padre, cuando era niño, luego la de mi abuelo, me impulsaban ya a este desenlace. Casi diría que lo esperaba. La fe me ha hecho más atento, más sincero. Tras dos años de espera, estoy un poco angustiado, porque ahora... ¡tengo prisa!".

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