jueves, 27 de junio de 2013

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO


La Festividad de San Pedro y San Pablo recuperada como “unidad litúrgica” según el testimonio del Calendario romano más antiguo (a. 354) – la puso en práctica el Misal de Pablo VI, 1969 -, nos hace recordar a estas dos “columnas” de la Iglesia primitiva en Roma donde, según la tradición, sufrieron el martirio. Las iglesias construidas en los lugares de su martirio respectivo en que se veneraban (la colina del Vaticano para Pedro y la via Ostiense para Pablo) abrazan, a su manera, la Urbe. Así fueron, a su vez, estos dos “apóstoles” que llegaron a enfrentarse en Antioquia (Gal 2,11ss), pero que nunca rompieron la “comunión” en la gracia y el evangelio que había de transformar el mundo. Ellos también sufrieron una transformación en sus vidas por causa de Jesús, el Señor, y así lo ofrecieron al mundo.

PEDRO Y PABLO COLUMNAS Y LUMINARIAS

San Pedro y San Pablo, dos grandes -¿las más grandes? – figuras de la Iglesia, pueden ser mirados desde diferentes ángulos. Desde todos ellos proyectan luz para nuestro caminar en los tiempos que nos ha tocado vivir. No resulta fácil elegir el aspecto desde el que acercarnos a la Palabra de Dios, este año en que su solemnidad coincide con el domingo: Su personalidad, su misión, las luces y sombras de su caminar y de la Iglesia de los primeros tiempos, o de los nuestros, la acción del Señor en ellos y en nosotros….

TIEMPO DE LA IGLESIA, TIEMPO DEL ESPÍRITU

El evangelista Lucas, al dividir su obra en dos partes – Evangelio y Hechos de los Apóstoles, y éste segundo que prácticamente tiene como protagonistas a Pedro y Pablo, parece querer mostrar que, en el proyecto revelador del Padre, al tiempo del Hijo – narrado en el Evangelio – sigue el tiempo del Espíritu. Así, si el Evangelio termina con la Ascensión, el verdadero punto de partida del libro Hechos de los Apóstoles está en Pentecostés. Es el tiempo de la Iglesia, el tiempo anunciado por los profetas del Antiguo Testamento: “ Derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas… haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra…” (Cf. Hch. 2, 17-19)

El Espíritu Santo es quien dice en nosotros “Jesús es Señor”. Y nadie puede decirlo, si no es desde el Espíritu de Dios: "y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor! sino con el Espíritu Santo”. (I Cor. 12,3) El Evangelio de hoy, en el que se evoca el primado de Pedro – “Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”-, nos recuerda que el primado de Pedro viene precedido por su confesión de fe en la divinidad del Hijo. Esa confesión es la piedra sobre la que edificará la Iglesia, como nos dice Fray Miguel en el comentario bíblico. Una confesión que “ALGUIEN” hace desde él. “ ¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!. Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo (Evangelio)

Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, continúan estimulándonos a “combatir el combate de la fe”(II lectura) a superar los miedos, complejos, esclavitudes, o prisiones ( I Lectura) que sufrimos en el tiempo y lugar en que vivimos. El secreto parece estar en la capacidad para abrirnos a la acción del Espíritu que en nosotros y desde nosotros sigue repitiendo que “Tú eres el Hijo de Dios” (Evangelio)

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