martes, 27 de agosto de 2013

LIBRARSE DE LA TENTACION

¿LA MEJOR MANERA DE LIBRARSE DE LA TENTACIÓN ES CAER EN ELLA?

El título del ensayo corresponde -salvo por los signos de interrogación- a una frase que ha corrido como pólvora en las redes sociales. Ante semejante punto de vista, cabe hacer nuestras las palabras del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956): “qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio”. En el fondo, hay una problemática de índole psicológica. Es decir, se trata de un choque o conflicto con todo lo que tenga que ver con la autoridad, ya sea civil o religiosa. De ahí que -hoy por hoy- pesen más los slogans sensacionalistas de tipo liberal que los argumentos basados en la lógica y, por supuesto, en la razón. Decir que para poder librarse de la tentación lo mejor es caer en ella, equivaldría a que un doctor le dijera a un paciente -con úlcera estomacal- que la opción que más le conviene para curarse es la de beberse todo el alcohol que quiera. ¿Suena ilógico verdad?; sin embargo, hoy está de moda decir incoherencias, sobre todo, en materia jurídica y moral.

Muchas personas -en medio de los diferentes ámbitos de la vida- tienen serios problemas con la autoridad, inventando acciones autoritarias, cuando -en realidad- se trata de órdenes razonadas y bien equilibradas. Por esta razón, lo prohibido les resulta más atractivo que a la mayoría de las personas, pues hay que reconocer que todos somos tentados diariamente, pero que hay una porción significativa de la sociedad que -lejos de ser crítica y autocrítica- sigue la línea de Maquiavelo (1469-1527): “el fin justifica los medios”. Ciertamente, hay mandatos objetivamente injustos; sin embargo, una cosa es quejarse y actuar ante un abuso y otra -muy diferente- es de la desobedecer por el simple hecho de llevar la contraria. Entonces, ¿hay que obedecer ciegamente? Por supuesto que no. Al contrario, el ensayo invita a la reflexión, a la conciencia, evitando quedarse atrapados por una ideología que niega el papel sano de la autoridad, de la coordinación, del esfuerzo a favor del bien común.

En muchas sociedades, basta con poner un letrero que diga: “no estacionarse” para que más de dos “personajes” lo entiendan como un “sea usted bienvenido, aquí le cuidamos el auto”. ¿Qué hacer al respecto? Sin duda alguna, se trata de una cuestión muy humana, pues la desobediencia tiene antecedentes tan remotos como los que nos presenta el Antiguo Testamento; sin embargo, un primer paso consiste en tomar nota, formando a las nuevas generaciones en un criterio razonado sobre el sinsentido de creer que todo se vale, que lo importante es el “yo” cerrado y excluyente. Lejos de educarlos a través de una moral llevada al extremo, se trata de acompañarlos en la construcción de un criterio que les permite distinguir entre lo que construye y lo que destruye. De esta manera, lucharan por un cambio positivo sin que esto signifique caer en la anarquía, en una corriente que pasa por alto los valores más elementales como el respeto a la vida. Solamente somos libres en la medida en que no nos hacemos esclavos de todo aquello que mina las bases de la convivencia social.

Carlos J. Díaz Rodríguez

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