martes, 29 de octubre de 2013

REY DE AMOR

JESÚS, REY DE AMOR

Recordadlo siempre: el gran respeto es el grande amor; pero el amor, cuando es hondo y grande, trae siempre consigo inmensa confianza. Vivimos bajo el imperio de la ley de gracia, pues por felicidad inmerecida, por favor del cielo no somos judíos de espíritu…, hemos nacido del lado de acá del Calvario.

La falta de confianza es una gran ingratitud, y es una gran falta de sencillez y de abandono. Sed más niños con vuestro Padre que está en los cielos… Reconoced vuestros defectos, si, mas no os dejéis sofocar y desanimar por ellos; antes bien, haced como el Señor, sacad partido de la enfermedad y de la miseria, para su gloria y vuestro bien. ¿Qué santo hubo, con excepción de la Inmaculada, que no tuviera defectos? Arrojadlos en el brasero del Corazón de Jesús… y quemaos vosotros tras ellos.

¿No conocéis el diálogo precioso entre Jesús y San Jerónimo?

- Jerónimo – dice el Señor -, ¿quieres hacerme un regalo?

- Pero, Señor – responde el Santo -, ¿no os lo he dado todo ya? Mi vida, mis bienes, mis energías, mis penas, mi dicha, mi alma, todo es vuestro, y solo vuestro.

- Jerónimo, dadme algo más.

- ¿Y que, Señor, que?… ¿Habrá algo, por ventura una fibra de mi corazón, que no os pertenezca?

- Jerónimo, Jerónimo, dame algo que no es todavía mío; algo que te guardas para ti, y que debe ser mío…

- Hablad, Señor, pedid: ¿qué es ello?

- ¡Jerónimo, dadme tus pecados!

¡Oh, sí! Dádselos, confiádselos como polvo, como lepra, que El parece buscar con afán de Medico y de Salvador. ¡Llévatelos, decidle, llévatelos todos de raíz y para siempre!… Creo en tu Amor.. Me abandono a tu Corazón… ¡Venga a nos tu Reino!

Y sabed que, al hablar así, no pretendo paliar ridículamente vuestros defectos, disimularlos en su fealdad o en su número, ¡Oh, no! La humildad debe ser la verdad.

Os digo más: confiad, porque ese Jesús que os invita al abandono, a su intimidad, ve más claro que vosotros… si vosotros veis cien defectos, El encuentra mil, y, sin embargo, os ama y os llama. Su amor no es, no puede ser como el del Amigo o el del novio, un amor de ilusión, sino fundado en verdad. El no os quiere porque imagine lo que no es, pues para El, en el orden moral, no hay postizos…os ama tales como sois… De ahí la frase, tan feliz como atrevida, de Santa Teresa: Que mal gusto tuviste, Jesús al quererme fea, como soy…; no cambies por nada ese mal gusto, que así no estaré expuesta a que me reemplaces por una ángel.

En la amistad terrena el exceso de familiaridad revela miserias que antes no se conocían, y de ahí que tantos cariños, fundados en la ilusión, se desmoronen… Es más: Jesús os ama como nadie y os perdona como nadie, dice el famoso convertido ingles Padre Faber, cabalmente porque os conoce como nadie. A él solo no se le dan jamás sorpresas, pues aun en el Santo que hace milagros, Él está viendo el abismo de fragilidad que lleva por dentro ese taumaturgo.

De ahí también lo que os he dicho hace un momento, a saber: como se contenta El, que todo lo ve, con grandes y santos deseos, pues mejor que nosotros sabe que muchos de ellos, por sinceros que sean, no son siempre realizables.

Pero vuestro deseo es ya a sus ojos una obra de amor, cuando sois sinceros y no veleidosos; cuando los deseos son de veras tales, y no antojillos y devaneos.

Paz, pues, a los de buena voluntad. ¡Paz a los que han comprendido y saboreado cuan bueno es el Señor! Paz a los que saben, por experiencia, que su yugo es suave y que su carga es liguera.

Mucho más, pues, que la preocupación exagerada, aunque muy legitima, de curar vuestros males, tened la santa preocupación de su gloria… Preocúpate de Mí, solo de Mí, decía Jesús a Santa Margarita María, y Yo me preocupare de ti y de todo lo tuyo.

Hay apóstoles que no entienden aun este gran espíritu y que gastan suspiros y tiempo en pedir esto o aquello y después, cuando están ya cansados, añaden: Vengan a nos tu Reino.

No así vosotros; comenzad el trabajo de vuestra santificación y el del apostolado con este grito del alma; Venga a nos tu Reino, el de tu Corazón, el de tu Amor. y El dirá: Y Yo me encargo, por añadidura, de todos tus otros intereses.

¡Ya veis que amplia, que segura, que sólida y hermosa es la doctrina del Corazón de Jesús!

¡Qué bien se vive, se lucha, se trabaja en ese santuario, en el que todo es verdad, todo es paz y fuerza, todo gozo en el Espíritu Santo! bebed a raudales de ese Corazón, fuente inagotable de vida y de amor misericordioso.

En El quiero yo tener mi morada, mi escuela, mi habitación, mi cielo. Ese Corazón me basta. Soy pobre y paupérrimo, pero en ese Corazón no temo. Son muchos los que creen que es arduo y dificilísimo salvarse. Yo, por el contrario, creo, razonando desde esa cátedra divina, luminosa, que no es tan fácil el perderse, pues para ello hay que romper aquellas ligaduras, que son los brazos del Salvador, y hay que forzar aquella ciudadela redentora, que es su Corazón.

Penetraos, apóstoles celosos, de esta gran doctrina, no nueva por cierto, que nada hay nuevo después del Evangelio, pero que, por voluntad explícita del cielo, es todo un ambiente doctrinal, es toda una espiritualidad que abraza hoy la tierra con el titulo de Reinado del Corazón de Jesús.

Vivid vosotros de este pan de amor y de confianza ilimitada, para dar después esta sustancia, este mana a muchas almas que tienen un concepto mezquino, desfigurado de Cristo Señor Nuestro.

Arded vosotros, arded en esas llamas para luego quemar a otros. Confiad vosotros, vivid de abandono, para infiltrar en los demás esta confianza, basada en el Evangelio, en la ley de Cristo, en el espíritu de la Iglesia.

Hablad a los débiles y malos y pecadores en el tono de Jesús, como Jesús, como el Corazón de Jesús. Oídle cómo sentencia a la pecadora que está a sus pies divinos: Mujer, yo tampoco te condenaré. Vete y no peques mas .

¡Discípulos, aprended ideas, lenguaje y estilo de ese Maestro!

Y termino con uno de los párrafos mas admirables de doctrina y elocuencia de Santa Teresita: No voy a Dios por camino de confianza y de amor por creer que he sido preservada del pecado mortal. ¡Ah!, lo siento perfectamente; aunque tuviese sobre la conciencia todos los crímenes posibles, no perdería nada de mi confianza, iría con el corazón destrozado por el arrepentimiento, a ampararme en los brazos de mi Salvador. Bien sé yo cuánto ama al hijo pródigo, y he oído sus palabras a Santa Magdalena, a la mujer adúltera y a la Samaritana.

No, nadie podrá jamás espantarme, porque sé a qué atenerme sobre su amor y su misericordia. Sé que toda esta multitud de ofensas desaparecerían en un abrir y cerrar de ojos, como una gota de agua arrojada en brasero ardiente.

Padre Mateo Crawley- Boevey.Jesús, Rey de Amor.

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