viernes, 31 de enero de 2014

SACERDOTE QUE SE CONFESÓ CON FRANCISCO...

INTENSO TESTIMONIO DE SACERDOTE QUE SE CONFESÓ CON EL PAPA FRANCISCO TRAS ESCRIBIRLE

ROMA, 31 Ene. 14 / 03:25 am (ACI).- El Papa Francisco llamó por teléfono a un sacerdote que estudia en Roma y lo invitó a la Casa Santa Marta, después de que éste le abriera su corazón en una carta exponiéndole su situación espiritual.

“Ahora me emociona el hecho de que el Papa Francisco se haya preocupado por saber lo que siento, lo que pienso y qué es lo que espero. He sentido a Dios que me hablaba a través de sus palabras”, relata el P. Gleison de Paula Souza, al describir su encuentro con el Santo Padre en un artículo publicado en el sitio web de su congregación.

“Su palabra era una continua invitación a la misericordia del Señor. Le pregunté si podía confesarme. Aceptó y le abrí mi corazón. Se quedó en silencio, me dio la libertad de reflexionar y me dijo que estaba conmigo”.

El P. Gleison, estudiante de teología en Roma de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia –fundada por Don Orione–, señala que al escuchar la voz del Santo Padre al otro lado del teléfono “casi me desmayo de la alegría y la emoción”.

El lunes 20 de enero por la tarde “estaba estudiando y a las 04.56 p.m. suena mi teléfono móvil. Era un número privado. Respondo. Una voz repite varias veces: ‘¿Es Gleison? ¿Hablo con Gleison?’, y digo ‘Sí, Santo Padre, soy Gleison’”. Él continúa ‘Veo que reconoce mi voz. Mi voz ya es demasiado conocida’”.

Durante la conversación el Papa le habló de su carta, y comentó algunos puntos donde el sacerdote le contaba acerca de sus sentimientos y situaciones personales en referencia a su camino vocacional.

“Coraje, no hay que tener miedo, ve hacia delante y con paciencia… El Señor está contigo, la Virgen está contigo, la Iglesia está contigo”, pero “ven a verme”, invitó el Santo Padre. La llamada duró unos siete minutos.

El miércoles 22 de enero el Papa volvió a marcar el número del P. Gleison, aunque el sacerdote no llegó a tiempo para responder a la llamada, en el teléfono quedaba registrado el siguiente mensaje: “Oye Gleison, soy el Papa Francisco”.

El P. Gleison explica que pasó la jornada siguiente “pegado” a su teléfono a la espera de una nueva llamada, que llegó un día más tarde, mientras daba un examen de teología: “Respondí en voz baja, le pedí que esperara un segundo, porque estaba a mitad de un examen, y después me dijo: ‘¿Puedes venir a verme a Santa Marta el próximo lunes a las cinco de la tarde?”. “¿Puedo llevar a dos compañeros para la ocasión?”, respondió e P. Gleison. “Sí, está bien, pero ven entonces media hora antes”.

El 27 de enero el P. Gleison se presentó en el Vaticano junto a su padre espiritual, P. Giacomo Defrancesco, y el director de la facultad de teología donde estudia, P. Carlo Marin.

Después de entrar en la Casa Santa Marta, los invitados esperaron en una sala por unos minutos, pensaban que “algún Monseñor” vendría a darles la bienvenida, pero en su lugar, apareció el Papa.

“Nos invitó a acomodarnos, nos dio la bienvenida y bromeó con nosotros porque con la emoción yo no sabía dónde sentarme, y me dijo riendo y señalándome una asiento: ‘Es mejor mirar a la cara a los enemigos’”.

El sacerdote recuerda que se quedaron admirados de la humildad del Pontífice. “Nos sorprendió su túnica blanca con tres botones con la tela deshilachada, un signo de su pobreza y sencillez”, señaló.

El Papa les habló de Buenos Aires y les contó que conocía bien a la comunidad de Don Orione, con la que había colaborado en Argentina. “El Cotolengo es una obra hermosa, su vocación es hermosa entre ese marco de santos del Piamonte italiano del ochocientos… un laicismo fuerte, un anticlericalismo feroz, masonería feroz, y después llegaron Don Bosco, Cafasso, Don Orione, el Cotolengo, y también las mujeres, muchas mujeres santas”, añadió el Papa Francisco.

El sacerdote relata que al hablar de Argentina el Papa transmitía “espontaneidad y alegría”, y después llegó el momento de quedarse con él a solas para la confesión.

Por último, el Papa “nos acompañó a la salida y después de habernos dado un afectuoso e inolvidable abrazo” nos dijo ‘recen por mí’”

“Nos ha evangelizado no solo con sus palabras, sino con su presencia acogedora, su simplicidad, sus gestos y su ternura. ¡Gracias Santidad!”, concluye el P. Gleison.

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