sábado, 22 de febrero de 2014

TESTIMONIO DE UNA ANTIGUA DIVORCIADA



Entre las numerosas reacciones a mi anterior artículo Divorciados y falsa misericordia, he seleccionado este testimonio que me envía Laura F., una mujer que ha vuelto a nacer gracias a que un día ya muy lejano decidió poner en marcha su nulidad matrimonial.

Dice así:

“Le agradezco en el alma, señor Zavala, su valiente artículo con el que me siento plenamente identificada. Yo era una de esas personas divorciadas a las que usted hace referencia. Mi vida fue un verdadero infierno durante mi matrimonio, durante el cual soporté hasta que ya no pude más los malos tratos físicos y psíquicos de mi marido. No tuve más remedio que separarme de él y luego, por motivos que no vienen ahora al caso, divorciarme.

“La vida, señor Zavala, da muchas vueltas y conocí meses después a un hombre que se mostró desde el principio muy cariñoso conmigo. Yo necesitaba afecto y ese hombre me lo proporcionó enseguida. Vaya por delante que yo crecí en una familia católica. Mis padres eran de Misa y Comunión diarias, y yo sabía que vivía con aquel hombre en permanente adulterio. Por eso dejé de frecuentar los Sacramentos y nunca más comulgué mientras conviví con él.

“El Señor remueve los corazones cuando uno menos se lo espera. Y removió también el mío a través de una antigua compañera de colegio a la que no veía desde hacía veinte años. No quiero extenderme demasiado. Así que le diré que esta amiga acabó convenciéndome de que debía acudir al Tribunal de la Rota para averiguar si mi matrimonio era nulo. Yo amaba a Eugenio. Lo amaba de verdad. Pero necesitaba averiguar si mi matrimonio era o no válido por un problema de conciencia. Siempre he tenido mucho miedo a la posibilidad de condenarme.

“Fue muy duro tener que decirle a Eugenio que me esperase y que se fuese a vivir a su casa. Pero lo hice. Al principio él no lo entendió, pese a ser tan católico como yo, pero luego acabó comprendiéndome. Debo reconocer que jamás pensé, ni muchos menos él, que el proceso en primera y segunda instancia fuese a durar más de siete años.

“Durante ese tiempo caímos, pero nos levantamos yendo a confesarnos y luego, sólo después de confesar con propósito de enmienda, comulgábamos. Le prometí a la Virgen que si me ayudaba rezaría el Rosario todos los días de mi vida. Y ya lo creo que me ayudó. Hace dos años, el Tribunal de la Rota resolvió que mi matrimonio era nulo, o sea que yo nunca había estado casada a los ojos de Dios, por falta de discreción de juicio.


“Ojalá, señor Zavala, que su artículo sirva ahora para que tantas otras personas como yo sepan que la Iglesia, que es madre de todos y no madrastra, les abre una puerta si piensan que su matrimonio no ha sido válido, como el mío. Invito a todos ellos a que intenten por lo menos saber si su matrimonio es nulo, que lo intenten antes de arrojar la toalla. Que Dios le bendiga”.

José María Zavala

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