viernes, 25 de abril de 2014

EL MILAGRO DE FLORIBETH



Habla la costarricense sanada por Juan Pablo II.

Hace apenas dos años los médicos le dieron pocas esperanzas de vida al diagnosticarle un aneurisma cerebral incurable.

Pero la costarricense Floribeth Mora se encomendó al Papa Wojtyla y ahora los médicos no se explican su curación

Aunque su humildad no le permita reconocerlo, será una de las protagonistas de la ceremonia de canonización que se celebrará este domingo en Roma ante más de tres millones de personas. Floribeth Mora es la mujer a la que Juan Pablo II ha curado. Gracias a su milagro, por fin el nombre de este grande de la historia será inscrito en el santoral.

–¿CÓMO SE SIENTE A POCOS DÍAS DE LA CANONIZACIÓN?
–Estoy bien, aunque un poco afectada estos últimos días del estomago por la tensión que estoy viviendo. Tengo una agenda muy apretada y es agotador. Siento un cúmulo de emociones al ver que hay muchas personas que también están esperando la canonización.

»La primera vez que fui a Roma fue por otro motivo, como una persona totalmente anónima, desconocida, pero esta vez mucha gente me reconocerá, las
cámaras me enfocarán y todo esto me pone todavía un poco nerviosa. No me acostumbro a salir en televisión, pero espero que Dios me siga ayudando.

–IMAGINO QUE SE ESTÁ ENCOMENDANDO TAMBIÉN A JUAN PABLO II PARA SOBRELLEVAR ESTOS DÍAS…
–Él me tiene que ayudar mucho. Cada vez que veo su foto le digo que me eche una manita porque él fue quien me ha metido en todo esto. Siempre le pido que me ayude para que todo sea para el honor y la gloria de Dios.

–HACE YA UNOS MESES QUE HIZO PÚBLICA SU CURACIÓN. ¿CÓMO LE HA CAMBIADO LA VIDA DESDE ENTONCES?
–Desde que la Santa Sede me autorizó a contar el milagro tengo una vida muy parecida a la que siempre he llevado. Sigo siendo la de siempre: la mujer que atiende su casa, que trabaja, que estudia, pero por otra parte he tenido que ordenar muy bien mi agenda para que las entrevistas no afecten a mis labores.

–SE HA HECHO MUY CONOCIDA EN COSTA RICA Y EN EL RESTO DEL MUNDO. ¿QUÉ LE DICE LA GENTE?
–He recibido muchas invitaciones de gente para dar mi testimonio a lo largo y ancho del país. A veces cuando voy a algún sitio me reconocen y la gente se da la vuelta y me pregunta: «¿Es verdad que usted es la señora del milagro? » Entonces conversamos durante un rato. Suele ser muy agradable y ameno. He tenido situaciones bonitas, pero también, incómodas.

–¿CUÁLES HAN SIDO ESAS SITUACIONES?
–Hay gente que no da crédito al milagro, por lo que a veces cuando me ven dicen: «Ésa es la señora loca que sale por televisión». Pero esto forma parte de todo lo que estoy viviendo. Siempre les digo a mis hijos que, aunque me llamen loca, esta loca está sana y no importa lo demás.

–¿QUÉ PENSARÁ CUANDO ESTE DOMINGO SE ENCUENTRE EN LA PLAZA DE SAN PEDRO Y VIVA EN PRIMERA FILA LA CANONIZACIÓN?
–Espero estar tranquila, porque soy muy emotiva y lloro con facilidad. Espero que no me dé por llorar. Va a ser un momento muy grande y no quiero arruinarlo con mis lágrimas. La verdad es que deseo que todo salga bien para gloria de Dios, porque va a ser un momento muy especial para nuestra fe católica y en concreto para Juan Pablo II. Yo no soy importante en este evento, lo más importante es que se va a reflejar la misericordia de Dios en el mundo y la intercesión de Juan Pablo II, que nos sigue cubriendo en nuestros días.

–USTED VIVIÓ UNOS MOMENTOS MUY DUROS CON LA ENFERMEDAD, ¿CÓMO SE ENFRENTÓ A ELLA?
–Me enfrenté a ella como cualquier persona a la que le dicen que le queda un mes de vida. Se enfrenta con miedo y con horror.

»No es sólo el miedo de uno como enfermo, sino también de todo el entorno que le rodea: la familia. Es una pesadilla para todos. Si uno no tiene fe en Dios, no sale nada adelante. Pero a mí el Señor me ha sanado.

»Recordar este sufrimiento me hace llorar, me lastima porque es volver a hacer presente este dolor, sin embargo gracias a Dios ahora todo está bien y debo seguir dando testimonio de la grandeza de Dios.

–¿POR QUÉ SE ENCOMENDÓ A JUAN PABLO II Y NO A OTRO?
–En 1983 vino a Costa Rica y ha sido la única vez que nos ha visitado un Papa. Fue algo que conmocionó a nuestro país. Teníamos la sensación de ver un santo en vida. Para nosotros siempre ha sido un santo, no sólo ahora, que lo van a canonizar. En mi familia crecimos con él y le hemos admirado siempre. Mi esposo y yo hemos sido muy seguidores suyos y transmitimos cierta devoción a nuestros hijos. Pero también creo en la intercesión de la Santísima Virgen y del Padre Pío. Pedí el auxilio de Juan Pablo II porque lo sentía muy cerca de Dios y conocía toda su vida.

–¿CUÁL FUE EXACTAMENTE EL MILAGRO?
Estando enferma escuché la voz del Papa que me decía: «Levántate, no tengas miedo», y al principio no quería contarlo porque pensaba que iban a creer que estaba loca.

»El día anterior, durante una procesión a la que me llevó mi marido y en la que estaba expuesto el Santísimo, mi párroco exclamó en voz alta: «¡Hay una sanación!» y sentí que era para mí.

»Al día siguiente fui sanada de un aneurisma fusiforme en el lado derecho del cerebro que me provocó la paralización del lado izquierdo. Eso me causó serios daños físicos. Pero después del 1 de mayo de 2011, día en que fue beatificado el Papa, fui viendo cómo mi cuerpo se sanaba poco a poco. No fue una sanación inmediata, sino paulatina, pero le aseguro que mi cerebro estaba sano.

»Lo pudimos observar en el examen que me hicieron a través de una resonancia magnética. En ella se veía que no tenía ningún daño. Mi cuerpo fue retomando sus movimientos y ahora el lado izquierdo está totalmente sano. No hay nada que indique que en algún momento haya sufrido alguna lesión cerebral, ni secuelas en mi cuerpo que apunten a que tuve algún daño físico.

–¿QUÉ PENSARON LOS MÉDICOS CUANDO COMPROBARON QUE ESTABA CURADA?
–Para ellos ha sido sorprendente. Son médicos muy responsables que no fueron a la ligera a dar la noticia de que estaba curada, sino que trataron de buscar todos los medios para verificar que lo que ellos estaban viendo era real. Se documentaron, lo estudiaron y trataron de hacer todo lo posible para certificar que era una realidad. Yo les agradezco que investigasen hasta el fondo.

–¿CÓMO CONOCIERON EL MILAGRO EN EL VATICANO?
–Escribí mi testimonio en la web karolwojtyla.org con la misma intención que lo han hecho otras muchas personas. Lo hice como una persona más que daba su testimonio de sanación. No imaginaba que Dios tenía dispuesta otra cosa para mí. Fue sorprendente cuando me contactaron diciéndome que estaban interesados en mi caso. Siempre digo que la mano de Dios estuvo en todo esto porque no tendría explicación que de tantos testimonios escogieran el mío.

–IMAGINO QUE AHORA SIENTE QUE TIENE QUE HABLAR DE ELLO PARA DAR TESTIMONIO…
Soy muy abierta a conceder entrevistas a pesar de lo agotador que resulta. Es la mejor manera que tengo de difundir la grandeza de Dios. Lo hago en mi país y donde sea, para llegar a todo el mundo dando mi testimonio de fe y esperanza en el Señor. Así doy también un poco de ánimo a la gente diciéndole que Dios existe y que sólo acercándonos a él veremos su gloria en nuestras vidas.

– ¿VE ALGÚN PARECIDO ENTRE EL PAPA FRANCISCO Y JUAN PABLO II?
–Son muy parecidos porque los dos han roto esquemas en la Iglesia. Son personas que han asombrado al mundo con su forma de evangelizar. Así lo hace el Papa Francisco con su humildad y rompiendo muchas veces el protocolo.

EL MILAGRO QUE LA RAZÓN ADELANTÓ EN EXCLUSIVA
Cuando todavía nadie conocía la existencia de la curación de Floribeth Mora, este periódico la publicó en exclusiva. Casi un mes antes de que la Santa Sede autorizase a contarlo a sus protagonistas en el mes de julio de 2013, el viernes 21 de junio del mismo año, LA RAZÓN adelantó el caso y dio todos los detalles sobre lo sucedido en torno a la costarricense a la que Juan Pablo II ha curado de una grave enfermedad y del que se ha convertido en uno de los casos más mediáticos de los últimos años en el país iberoamericano y en el resto del planeta. La información incluía palabras de sus familiares, sus vecinos y el diagnóstico de los médicos que comprobaron cómo a los seis meses Flory –como la llaman sus amigos–no presentaba ningún signo de la grave patología tiempo atrás.

EL PÁRROCO QUE SIGUIÓ EL CASO
«Vi con mis ojos cómo andaba»
Es uno de los testigos del milagro, pero durante un largo periodo de tiempo tuvo que guardar silencio a petición de la Santa Sede. El padre Sergio Valverde es el párroco de Cristo Rey, la iglesia a la que pertenece Floribeth Mora desde pequeña, situada en la región denominada Dulce Nombre de la Unión de Tres Ríos. El sacerdote es miembro de la Asociación Obras del Espíritu Santo y es además amigo íntimo de su familia, a la que califica de «sencilla, humilde» y asegura que ha gozado desde siempre de una espiritualidad «buena».

Floribeth «creció como cualquier otra niña» y «de repente llegó la enfermedad». «Comenzó a perder peso, la movilidad y el habla», y después «su familia me comunicó que tenía una enfermedad muy grave, incurable y que teníamos que rezar mucho por ella». El presbítero y su feligresía guardan especial cariño y devoción a Juan Pablo II, e «incluso le hemos compuesto canciones que suenan en emisoras de radio generalistas porque tienen un ritmo caribeño que gusta mucho», relata. Gracias a este afecto especial hacia el Pontífice, la familia de Floribeth y el párroco se encomendaron a él. «Su esposo, Edwin, llevaba siempre consigo una estampa del Papa, que agarraba con fuerza», recuerda emocionado.

«El día de la beatificación de Juan Pablo II ella estaba en su habitación, en la cama, sin poder moverse, y al rato la familia la vio entrar en el salón como si nunca hubiera estado enferma». «Vi con mis propios ojos cómo podía caminar de nuevo», subraya.

«Su familia se asustó, pero ella aseguró que ya estaba bien y pidió ir a la iglesia», cuenta Sergio.

«Antes no podía sostener ni un lapicero con sus dedos, ahora levanta a sus nietos sin problema», dice entre risas a LA RAZÓN.

«Todo lo que ocurrió lo tuvimos que vivir en silencio porque la Iglesia nos pidió prudencia», explica. «Fue increíble porque ya estaba sana y acudía a la parroquia con normalidad», pero «comenzó a correrse el rumor de que Juan Pablo II había obrado un milagro» y «yo en las celebraciones tenía que disimular e incluso hablaba del posible milagro sin poder decir que era el de Floribeth, y la tenía a cinco metros», relata.

«Ni siquiera podía mirarla para que no se dieran cuenta. Todo esto «ha ayudado a la fe de la feligresía» y «uno de mis deseos es seguir los pasos de Juan Pablo II y morir sirviendo a la Iglesia, que es lo que más amo», afirma emocionado el sacerdote.

«Dios escogió un pequeño país, una zona pobre de Costa Rica y una familia humilde para manifestar su poder», subraya ante el recuerdo del milagro.

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