martes, 29 de abril de 2014

LA PINTURA FAVORITA DE FRANCISCO



Por medio de uno de esos mail que circulan por el mundo de correo en correo y que todos critican acerba y gratuitamente de manera parecida a como hacen con la “caja tonta” para parecer “intelectuales”, sin reconocer que los leen, y menos aún, el maravilloso papel de difusión de la cultura que también pueden realizar, entro en contacto con una obra que no conocía, la “Crucifixión blanca” de Marc Chagall, que tiene el doble aliciente de ser, según ha declarado en alguna entrevista, una de las favoritas de Francisco.

El cuadro, pintado en 1938, -un año después de que Picasso pintara su Guernica en el que, según se dice, podría haberse inspirado si quiera parcialmente-, viene dominado por un crucificado en tono blanquecino que le da nombre, y puede visitarse en el Art Institute de Chicago.

La “Crucifixión blanca” es un grito despiadado contra el Holocausto que para cuando es pintado, asoma ya en lontananza. Es pintado por Chagall en París y representa una nueva visión del pueblo judío en torno a la figura de un judío como Jesucristo no como “el pueblo deicida”, sino como “el pueblo inmolado”

Para poner el tema en contexto, para cuando en 1938 Chagall pinta la “Crucifixión blanca”, en 1933 en Alemania ya se había abierto el campo de concentración de Dachau; el 7 de abril la Ley para la renovación de la función pública profesional retiraba a todos los funcionarios de origen no ario; en mayo de 1934, Rudolph Hess creaba la Oficina de política racial del Partido Nacional-Socialista Alemán de Trabajadores; a finales de 1934 casi 100.000 judíos habían abandonado Alemania; en septiembre de 1935 se aprobaban las leyes raciales de Nuremberg, que despojaban a los judíos de los derechos ciudadanos que aún conservaban y proscribían los matrimonios y las relaciones sexuales entre judíos y personas de sangre alemana; en septiembre, la Ley de ciudadanía del Reich privaba de la ciudadanía alemana a cualquier judío; en abril de 1938 un decreto los excluía de la economía nacional; el 9 de junio era incendiada la sinagoga de Munich y el 10 de agosto la de Nuremberg; con la anexion de Austria en marzo de 1938 se trasladaba unos mil judíos a campos de concentración; y el 10 de noviembre tenía lugar la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht), pogromo instigado por el ministro de propaganda Joseph Goebbels, durante la cual arden más de cuatrocientas sinagogas, siete mil quinientos negocios judíos, cien judíos son asesinados, y treinta mil son confinados en campos de concentración.

Junto a lo que ocurría en Alemania, se procedía a la implementación de medidas antijudías en otros países europeos como notablemente Rusia o Polonia, y en julio de 1938 la Conferencia internacional de Evian convocada por Estados Unidos no obtenía otro resultado que la negativa de las principales potencias del mundo a acoger las oleadas de judíos que abandonaban Alemania y Austria (momento más que propicio para conocer la posición del Régimen franquista al respecto, que le invito a conocer pinchando aquí).

La “Crucifixión blanca” recoge una amplia simbología. En la parte superior cuatro personas lloran la destrucción. A la izquierda soldados soviéticos producen la desolación de un pueblo que aparece en llamas. Debajo un grupo de judíos aparece huyendo a bordo de una pequeña barca. Abajo a la izquierda, un judío aparece llorando, otro con un cartel colgado al cuello, y un tercero sostiene un rollo de la Torah. A la derecha, una sinagoga en llamas, alusión a las muchas que ardían en Alemania y también en otros países europeos. Debajo, una imagen del judío errante, con un hatillo al hombro en actitud de huir, y debajo un rollo de la Torah ardiendo. A su izquierda una madre consuela a su hijito, y en el centro en la base, una extraña menorah a la que le falta uno de sus siete brazos ilumina los pies del crucifijo.

Marc Chagall, fue un pintor judío nacido en Vitebosk, en Bielorrusia el 7 de julio de 1887, cuatro de cuyas obras podemos admirar en el Museo Thyseen Bornemisza de Madrid, de difícil adscripción pictórica aunque se lo suele considerar surrealista trascendente, fallecido el 28 de marzo de 1985, a tres meses de cumplir la nada desdeñable edad de 98 años.

Luis Antequera

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