martes, 27 de mayo de 2014

PACIENCIA E IMPACIENCIA


Hoy en día, en la vida espiritual…, no se le da a las virtudes humanas, la importancia que estas tenían, en otras épocas pasadas. Más importante es ahora el amor al Señor que las virtudes, porque si de verdad se ama al Señor, las virtudes aparecerán en la persona que aman, como una consecuencia de su amor al Señor. Es imposible amar de verdad al Señor y no ser virtuoso, porque el que ama está continuamente tratando de perfeccionar sus virtudes.
La virtud humana cualquiera que sea, admite grados de perfección, y más perfecta serán las virtudes en el que más ama, que en el que si ama… pero tibiamente y sobre los tibios ya sabemos lo que nos dice el Señor en el Apocalipsis: "15 Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Ap 3,15-16).

Y es que en el desarrollo de la vida espiritual, no cabe, eso que tanto nos gusta; las medias tintas, el pasteleo, jugar con dos barajas, poner una vela a Dios y otra al diablo. Hay un principio básico es que en nuestras relaciones con el Señor, si no avanzamos retrocedemos. No cabe parase a descansar o tener coqueteos con el enemigo, porque bien claro nos dijo el Señor: “30 El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama”. (Mt 12, 30). Son muchos los   que piensan, que son unos buenos cristianos; Van a misa los domingos, no roban, ni matan, son fieles en el matrimonio y fuera de él, si es que no están casados.

Estos cristianos son, llamémoslos prudentes, pero el error de ellos, está en que no acaban de entregarse plenamente al Señor, quieren nadar y guardar la ropa al mismo tiempo. Esta también en creer que hacen lo suficiente porque Dios, no les pide más. Señoras y señores tibios, entérense de una vez. Dios a todos nos lo pide todo y aún más de todo también aquello podamos darle, no podemos reservarnos nada, porque Él, es el que nos lo ha dado todo y pacientemente está esperando que le devolvamos con nuestro amor, un poco del mucho amor que Él nos ha dado y continuamente nos está dando.

            Dios desde luego, es paciente con nosotros, los impacientes somos nosotros, sobretodo en nuestro comportamiento en nuestra vida espiritual. Como consecuencia de su inmensa paciencia, Dios nunca tiene prisa, Él vive en la eternidad y siempre actúa lentamente, tanto en la espera de que nos convirtamos, como para atender nuestras peticiones, si es que está dispuesto a concedérnoslas, porque crea, que ellas serán provechosas para nuestra futura felicidad.

Nosotros al pedir podemos demandarle bienes materiales o bienes espirituales. Si nuestra petición es sobre bienes espirituales, esta petición, siempre se nos concederá de inmediato, porque lo bienes espirituales siempre nos acercan a Él, y no nos dañan en nuestra futura glorificación, pero no es así con las peticiones de bienes materiales, que la mayoría de las veces, no nos damos cuenta de lo que pedimos, porque los bienes materiales que solicitamos muchos de ellos nos pueden apartar del amor de Dios.

            En términos generales y con respecto al desarrollo de nuestra vida espiritual, Jean Lafrance nos dice: Libérate de tus prisas: el desarrollo de tu vida no es en ti una propiedad natural o una conquista orgullosa de la voluntad sino un don de la gracia” Y la gracia es Dios, quien te la dona. Esencialmente el desarrollo fructuoso de la vida espiritual, está siempre unido a la virtud de la paciencia. El tiempo pasa y ello nos crea impaciencia.

Tenemos que pensar que la vida de nuestra alma es completamente distinta de la vida de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo como materia que es sabe que sus días están contados y vive siempre angustiado por las prisas, la realización de sus metas, están siempre condicionadas por el paso del tiempo. Nuestra alma, para bien para mal, es inmortal y el eterna tiempo para ella, tiene una distinta valoración Nuestro cuerpo y nuestra alna siempre están en lucha interior, pero en la medida que el alma de una persona va ganando batallas en esa lucha, que dura toda la vida del hombre, poco a poco la persona se va espiritualizando y ve creciendo su amor al Señor, por lo que consecuentemente la persona se hace más paciente.

            La existencia de la impaciencia es nefasta, en el desarrollo de nuestra vida oracional. Las prisas unidas a la falta de control de nuestra imaginación son los dos elementos que el demonio nos fomenta cuando oramos. La actuación más nefasta de nuestra impaciencia oracional, se encuentra en la tercera de las etapas, en la contemplación. Desde luego, que la contemplación es un don divino, pero también es un don divino la predisposición a la oración, sea esta vocal o meditativa.

Hay que pensar y darse cuenta, de que todo en nuestra vida humana, es siempre un don divino, pero los dones que recibimos de Dios, son de distintas clases y lo que es más importante, de distinto valor o categoría. Es un don más especial el don de la contemplación, es decir, el don de poder orar contemplativamente, más que el don de poder orar vocalmente. Toda clase de bienes espirituales, es posible llegar a adquirirlos, pero la paciencia juega a favor de la adquisición y la impaciencia la dificulta.

Estamos todos acostumbrados, al desarrollo de nuestra vida material humana donde toda acción produce de inmediato una reacción. Si vamos por la calle y tropezamos nos caemos y de inmediato reacciona la persona que nos acompaña o que nos ve caer, ayudándonos a levantarnos. Si metemos unas monedas en una máquina expendedora, esta reacciona de inmediato dándonos lo que hemos solicitado. Si por ejemplo se nos ocurre, sin que venga a cuento darle en la calle, una bofetada a un desconocido, salvo que este sea un santo varón, especie de personas que no abundan mucho y está en extinción, lo más normal es que el que ha recibido nuestra bofetada reaccione violentamente. Y es que en el mundo humano domina lo material, y la materia que es nuestro cuerpo sabe que dada su naturaleza tiene sus días contados, y trata de aprovecharlos al máximo. Por ello la paciencia no es una virtud que tenga mucho éxito entre nosotros donde domina más la impaciencia y el deseo de que no se pierda el tiempo que es la esencia de la materia.

            En la vida de nuestra alma, todo es distinto porque ella es inmortal, al igual que lo es todo aquello que pertenezca al orden del espíritu, como por ejemplo son inmortales también los bienes espirituales que nosotros podemos crear orando y amando al Señor. Nuestra alma, no sabe qué es eso del tiempo, carece del dogal del tiempo en que está embridado nuestro cuerpo. Ella no tiene prisa, ella domina el tiempo y por ello es paciente, tiende a la paciencia, al contrario de nuestro cuerpo que tiende a la impaciencia. Cuanto mayor sea el nivel de vida espiritual de una persona, en ella empezará a dominar más su alma sobre las apetencias de su cuerpo y será más paciente

            En la vida espiritual de una persona, si ella quiere prosperar, ha de tener en cuenta dos principios básicos, que son: la perseverancia y la paciencia y curiosamente en cada uno de ellos el tiempo es la esencia de ambos.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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