sábado, 23 de agosto de 2014

NO ME GUSTA


¿Cuál es la clave del éxito? ¿Qué distingue a las personas que triunfan de aquellas que fracasan? ¿Es posible alcanzar el éxito, y mantenerlo? Un sin número de respuestas posibles se agolpan frente a nosotros intentando señalarnos el camino seguro hacia la victoria personal.

Recuerdo la ocasión en que ingresé a mi primer trabajo. Tenía 14 años y estaba concluyendo el segundo año de la escuela secundaria, cuando de un día para el otro mi tío me propuso trabajar con él durante el verano. ¡Todo un desafío para un adolescente acostumbrado a ver televisión, practicar básquet y asistir a clases! Sin embargo, acepté el reto y me lancé a la ‘aventura’

Los primeros días fueron facilísimos: todos me sonreían, los jefes me tenían paciencia y mal que bien sobrellevaba el horario matutino de entrada. Pero al pasar los días, la ‘comodidad’ se vistió de ‘normalidad’ y el asunto se tiñó de ‘sangre, sudor y lágrimas’. ¡Llegué a trabajar durante casi un mes desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche! ¡Quince horas diarias! Llegaba a mi casa, cenaba y caía desplomado sobre la cama, sólo para levantarme cinco horas después ¡y seguir con la rutina! Nada de televisión, nada de paseos, nada de nada. Sólo trabajar, y trabajar, y trabajar.

Pero algo “misterioso” sucedía cada dos semanas. Algo que me hacía “olvidar” el sacrificio y la abnegación de cada día: ¡finalmente cobraba mi salario! ¡Sí! ¡Por primera vez en mi vida podía disfrutar mi propio dinero, obtenido con mi propio trabajo! Por primera vez entendí, de manera muy práctica, el tremendo valor que tiene el esfuerzo personal con miras a la recompensa que implica lograr el éxito.

San Pablo escribió: “Ustedes saben que, en una carrera, no todos ganan el premio sino uno solo. Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo lo que pueda perjudicarles. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para siempre. Yo me esfuerzo por recibirlo, así que no lucho sin un propósito. Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo” (1 Corintios 9:24-27).

Me encanta cómo define el asunto un reconocido autor americano: “Todas las personas con éxito tienen el hábito de hacer cosas que a los fracasados no les gusta hacer. A ellos tampoco les gusta hacerlas. Pero su disgusto se ve subordinado a la fortaleza de sus propósitos”

“No me gusta” sacrificarme, ahorrar, hacer dieta, estudiar, ir al médico, ser amable, planificar, perdonar, arrepentirme, orar, leer la Biblia… ¡pero vaya diferencia que obtengo en mi calidad de vida cuando invierto mi atención y mi esfuerzo en estas y muchas cosas más!

Cristian Franco

Vale la pena vivir más allá de los gustos y vivir con propósito.

Génesis 5:29
Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Yahvé maldijo.

Proverbios 24:10
Si fueres flojo en el día de trabajo, Tu fuerza será reducida.

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