lunes, 27 de octubre de 2014

¿POR QUÉ LLAMAMOS ´PADRE´ AL SACERDOTE?


‘Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar Rabbí, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie Padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo’

(Mateo 23:8-9)

PRESENTACION

Muchos hermanos separados alegan que cuando los católicos nos referimos al sacerdote como ‘padre’ mostramos que nuestra Iglesia Católica está contradiciendo el mandato de Jesús en la Biblia, en donde dijo que a nadie debemos llamar ‘Padre’ en la tierra. Sin embargo están totalmente equivocados al respecto, confirmando además lo erróneo del uso literal de la Palabra de Dios.

Otros fundamentalistas sostienen que era correcto usar la palabra ‘padre’ en el Antiguo Testamento, pero como Jesús dio esa prohibición durante su vida en la tierra, no puede utilizarse la palabra ‘padre’ en el Nuevo Testamento, excepto si con ella nos referimos a Dios. Pero todos ellos están totalmente equivocados y por ello en este trabajo se intentará demostrar el por qué de su error, así como lo acertado de la denominación de ‘padre’, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, lo cual no contradice en absoluto el mandato de Jesús.

LA RESPUESTA CATOLICA

En primer lugar debemos diferenciar el significado de la palabra ‘padre’ en minúscula y la palabra ‘Padre’ en mayúscula. Cuando hablamos de ‘Padre’ siempre se aplica a Dios porque no habría otra analogía para la divina Paternidad. Pero el término ‘padre’ lo utilizamos siempre en referencia a nuestro padre biológico terrenal.

En la Biblia el concepto de paternidad no está restringido sólo a nuestros padres terrenales y a Dios. Es usada también para referirnos a personas diferentes a los padres biológicos o legales, y utilizada como un signo de respeto hacia aquellos con quienes tenemos una relación especial.

Un ejemplo de ello nos lo dio José cuando les habló a sus hermanos acerca de una relación fraternal que Dios le había concedido con el faraón de Egipto: ‘O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, y él me ha convertido en padre del faraón, en dueño de toda su casa y amo de todo Egipto’ (Génesis 45:8). También Job dice que tuvo un papel de fraternidad con los menos afortunado: ‘… yo era padre de los pobres, abogado del desconocido’ (Job 29:16). Y Dios mismo declara que Él le dará un estado de paternidad a Eliaquín, el guardián de la Casa de David: ‘Aquel día llamaré a mi siervo Eliaquín, hijo de Jilquías. Le vestiré con tu túnica, le ceñiré tu fajín, le entregaré tu autoridad, y será lo mismo que un padre para los habitantes de Jerusalén y para la Casa de Judá’ (Isaías 22:20-21).

Este tipo de paternidad no solamente aplica a quienes son sabios consejeros, como José; o benefactores, como Job; o ambos, como Eliaquín. También aplica en aquellos que tienen una relación espiritual fraterna con los demás.

Definitivamente, al leer las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que siempre hace distinción entre ‘Padre’, como título de honor reservado al Dios único, y ‘padre’ en minúscula, que es el padre de la vida humana y, en el caso del sacerdote, de la vida espiritual. Lo mismo podríamos decir de la palabra ‘maestro’, que identifica a Jesús, pero que además también utilizamos para referirnos a un profesor de escuela, a pesar de que el propio Jesús nos advirtió que no llamásemos ‘Maestro’ a nadie.

A modo de confirmación de lo mencionado, veamos lo que el apóstol Pablo dice en la Biblia: ‘Hijos, obedeced a vuestros padres, porque esto es lo justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra. Padres, no exasperéis a vuestros hijos…’ (Efesios 6:1-4). Y si Pablo les llama ‘hijos en la fe’ significa que esos hijos igual pueden llamarle ‘padre’: ‘… a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe…’ (1ª. Timoteo 1:2). También el apóstol Juan se refiere a los ‘ancianos’ de la comunidad con el nombre de ‘padres’: ‘Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio’ (1ª. Juan 2:13).

EN LA BIBLIA, ‘PADRE’ EN EL SENTIDO BIOLOGICO

Al leer la Biblia con atención observaremos que en varias ocasiones se llama ‘padre’ a un hombre, en sentido biológico. Los siguientes son algunos ejemplos de ello:

ANTIGUO TESTAMENTO

      Génesis 22:7.- ‘Dijo Isaac a su padre Abraham: ¡Padre! Respondió: ¿Qué hay hijo?’

      Jueces 11:36.- ‘Ella le respondió; padre mío…’

      2ª. Reyes 5:13.- ‘Sus servidores se le acercaron y le dijeron: padre mío…’

      2ª. Reyes 2:12.- ‘Eliseo lo veía y clamaba: ¡padre mío! ¡padre mío!...’

NUEVO TESTAMENTO

      Lucas 18:20.- ‘… honra a tu padre y a tu madre…’

      Lucas 15:12.- ‘El menor de ellos dijo al padre: padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde…’

      Lucas 16:24.- ‘Y gritando, dijo: padre Abraham…’

      Efesios 6:1.- ‘Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor…’

      Hechos 7:2.- ‘Hermanos y padres, escuchad’

      Romanos 9:10.- ‘Y más aún, también Rebeca concibió de un solo hombre, de nuestro padre Isaac…’

Como podemos observar, la denominación ‘padre’ se utilizó bíblicamente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, e incluso se le denomina ‘padre’ fuera del aspecto de la paternidad biológica.

LA PATERNIDAD ESPIRITUAL DEL SACERDOTE

La referencia más concreta sobre la teología de la paternidad espiritual de los sacerdotes es la declaración de San Pablo en 1ª. Corintios 4:14, donde dice: ‘No os escribo esto para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a hijos míos queridos…’ Al referirse a ellos como ‘hijos espirituales’, Pablo implícitamente se refiere a ellos como su ‘padre espiritual’. Y los católicos reconocemos el significado de esa palabra en boca de Pablo, por lo cual seguimos llamando ‘padre’ al sacerdote. No reconocer esto es, de hecho, no honrar el regalo que Dios ha dado a su Iglesia: la paternidad espiritual del sacerdocio.

Los católicos tenemos un afecto filial hacia los sacerdotes y por ello les llamamos ‘padre’, sabiendo que como miembro de dicha Iglesia ellos tienen el compromiso de nuestro cuidado espiritual, y nosotros tenemos una relación filial con ellos. Por otra parte, los sacerdotes siguen los ejemplos bíblicos de los apóstoles en lo referente a los miembros de su congregación, tratándoles como ‘hijos’.

Lo que en realidad importa no es el título en sí que se da al sacerdote, sino el humilde servicio que ellos nos prestan a nosotros, sus hijos espirituales, por lo cual es que desde hace siglos los fieles llaman ‘padre’ al sacerdote.

Toda autoridad en la Iglesia debe fundamentarse en la fraternidad y en el servicio a Dios y a los hermanos. Quien enseña y dirige la comunidad debe ser un amigo, un hermano, un padre y un servidor en Cristo Jesús.

Agustín Fabra

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