viernes, 28 de noviembre de 2014

EL CRISTIANISMO Y LA ALEGRÍA


Esta tarde en la televisión hablaban del disco de la Maratón de TV3, que saldrá a la venta, junto con los periódicos, el domingo. Un comentador musical, al hablar de la pieza que cantará Andrea Motis, Aleluya de Cohen, hacía la siguiente observación:

- Hay que entender la palabra Aleluya, que es más profunda que el sentido cristiano de alabanza. es una exclamación de alegría profunda, de alegría del corazón.

Y yo me pregunto: ¿Qué imagen hemos dado del cristianismo, que parece que en él no cabe la alegría profunda? Dejando de lado que esta exclamación es hebrea y que el cristianismo la ha tomado para sus celebraciones litúrgicas, ¿el cristianismo tiene que ser necesariamente triste?

Desgraciadamente, el haber transformado el cristianismo en una serie de deberes externos, en ritos obligatorios, en sermones sobre la condenación eterna, hace que hayamos olvidado el Evangelio. Es cierto que en él no encontramos a un Jesús chistoso, ni riendo a carcajadas continuamente. Lo que encontramos es un Jesús que acoge a todos, con predilección a los que todo el mundo rechaza. Un Jesús que acude a convites y bodas. Un Jesús sereno. Un Jesús que entrega su corazón a los demás. Un Jesús que se deja rodear por los niños. Un Jesús con el corazón alegre.

Pues bien, esa es precisamente la alegría que el comentarista decía que reflejaba la palabra aleluya. Una alegría que brota del corazón. Y esa debe ser la alegría que debemos transmitir los cristianos.

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